Detrás de la identidad de un sicario se esconde un muchacho de 13 a 14 años que porta una 9 milímetros y eso habla mucho del país que estamos construyendo, expresa Everardo González, director, productor y fotógrafo de cine documental mexicano y creador de la película documental, Una jauría llamada Ernesto; cinta que retrata la facilidad con la que las organizaciones delictivas reclutan a la juventud mexicana.
En un total de 78 minutos, el director logra construir un mosaico compuesto por piezas testimoniales escalofriantes. Desde la voz del colectivo, podemos identificar al “protagonista”: el muchacho que en algún momento de su vida tuvo un arma en sus manos, se vio orillado a utilizarla a costa de la vida de alguien y termina convirtiéndose en el brazo armado del crimen organizado.
La Cineteca Rosalío Solano realizará cuatro proyecciones de dicha cinta durante los días 29 y 30 de noviembre. Las funciones no tienen costo alguno y se realizarán a las 17:00 y 20:00 horas en ambas fechas.
En una entrevista para DIARIO DE QUERÉTARO, González platicó sobre cómo fue que nació la intención de crear este documental, el por qué considera importante hablar de los temas ‘incómodos’ desde el cine y el aporte que le deja a la sociedad mexicana.
¿Cómo nació la idea de crear este proyecto cinematográfico?
Everardo: Este proyecto nace porque venimos escuchando desde hace muchos años el término de sicario. Y a veces lo despojamos de su identidad, y en muchas de las ocasiones la identidad que se oculta detrás de esa palabra es un muchacho de 13 a 14 años que porta una 9 milímetros.
Eso habla mucho del tipo de país que estamos construyendo, yo pienso que un país que le teme a sus hijos es un país que ya está pasando por una fractura moral y social grave porque en la retórica, la infancia es el futuro. Lo que vemos ahora es que como sociedad les hemos negado el futuro a muchos jóvenes y no es que yo los disculpe, en lo absoluto, pero creo que todos somos responsables de nuestras infancias.
¿Cuántos años tomó el proceso de filmación?
E: Cinco años.
¿Cómo fue el acercamiento con las personas? ¿Qué tan difícil fue que accedieran a participar dentro del proyecto?
E: Como tal, el proceso de filmación ocurrió en diversas etapas, hay una etapa que es testimonial, solo realizamos entrevistas, y ya después ocurrió el rodaje de imagen, donde lo que hicimos fue entregarles las cámaras a los chicos para que ellos fueran quienes grabaran sus espacios y su entorno.
Entonces lo que presentamos, en buena medida, fue lo que ellos quisieron mostrarnos. Eso ayuda un poco a romper esta idea de que solo existe el entorno violento, conoces su cotidianidad, los espacios donde conviven, etcétera.
¿Por qué considera pertinente tocar estos temas dentro del cine?
E: Justamente porque los espacios de entretenimiento lo que han ido construyendo son apologías. Se ha construido al ser humano como ángel o como demonio, cuando la realidad es que las personas somos mucho más complejas y es importante que las audiencias por lo menos tengan este espacio de reflexión y que no sólo se quede con la anécdota sangrienta que a veces vende más por el morbo.
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¿Cuál considera que es la aportación que tendrá el documental para la sociedad mexicana?
E: Determinar eso es muy difícil, porque cada espectador es distinto. Habrá a quien le deje mucho y habrá a quien no le tocó ni una fibra. Así es el cine. Al menos lo que a mí me interesa que se discuta es que ‘los hijos de otros son hijos nuestros también’, que las infancias nos pertenecen a todos, nos corresponden y tenemos un compromiso como sociedad de cuidarlas.
Y que también empecemos a darnos cuenta que las fuerzas del Estado tienen mucho que ver con que un muchacho termine portando un arma, haciéndole daño a alguien más. Esta película habla de los años previos, de los factores del contexto que hacen que un muchacho se vuelva el brazo armado del crimen organizado. Son muchachos que no necesariamente quieren ser violentos, son muchachos que se encuentran en circunstancias complejas, que tienen acceso a un arma y un día, por su mala construcción de su identidad, terminan jalando el gatillo para probarse y en el momento en que se prueban, escalan y ahora sí se vuelven parte de este mundo delictivo.