Terapeutas, psicólogos, maestros y ministros, nos han enseñado que los primeros años de vida marcan el futuro de la niñez. Y que los años de la primera infancia se reflejarán en algún modo en el ser de los futuros hombres y mujeres, y consecuentemente en la sociedad y el futuro de la patria.
Frecuentemente se hace hincapié en las dificultades de nuestro tiempo, en que hombres y mujeres trabajan, para la formación y educación de la prole.
Pero hay muchos ejemplos formidables de solidaridad y empeño social en favor de los menores que no siempre se destacan. En nuestras sociedades rurales o semi rurales es muy frecuente advertir casos en organización y conjunción social en que la ayuda mutua se desborda en favor de los pequeños. Baste aquí citar los ejemplos de las estancias infantiles, los comedores comunitarios, o las faenas comunes que se afrontan con denuedo y sencillez tanto en asentamientos rurales como en semiurbanos o urbanos.
En la organización laboral también es más común de lo que se podría creer la disposición social para generar los espacios de atención necesarios en favor de los niños y las niñas.
Yo recuerdo por ejemplo la solidaridad de compañeras reporteras ante algún problema de alguna de ellas en relación a sus hijos pequeños.
En alguna ocasión el menor hijo de Nora cayó de las escaleras de su casa y hubo qué llevarlo al hospital; enteradas, cuatro reporteras –Pilar, Georgina, Griselda y Carolina- se ofrecieron a cubrir su labor en tanto ella salía del problema. Cuando se trataba de los pequeños, todas estaban dispuestas a dar más de sí para que los problemas particulares pudiesen ser resueltos. Ahí, y en muchos otros casos similares, advertí la falsedad de los mitos sobre la supuesta falta de solidaridad femenina.
Sin embargo sí es importante incidir por todos los medios posibles en la importancia de la atención a los hijos e hijas en edades tempranas con acciones permanentes, en las que son de vital importancia, el amor, el afecto, el acompañamiento, el cuidado, la disciplina, el orden y la serenidad.
Hay mucho de cierto en aquello de que “infancia es destino”, aunque siempre hay forma de revertir, pero será mucho más difícil.
Por alguna razón recordé al papa Benedicto XVI cuando estuvo en México en marzo de 2012 y tuvo en Guanajuato, en la Plaza de la Paz, un breve encuentro con la niñez.
Ahí les dijo que estaba muy contento de “poderlos encontrar y ver sus rostros alegres llenando esta bella plaza. Ustedes ocupan un lugar muy importante en el corazón del Papa. Y en estos momentos quisiera que esto lo supieran todos los niños de México, particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre… Gracias por este encuentro de fe, por la presencia festiva y el regocijo que han expresado con los cantos. Hoy estamos llenos de júbilo, y eso es importante. Dios quiere que seamos siempre felices. Él nos conoce y nos ama. Si dejamos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, entonces nosotros podremos cambiar el mundo. Ese es el secreto de la auténtica felicidad”.
Ahí les dijo que “Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones.
“Por ello, deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza”.
Ante los retos de nuestro tiempo, que incluyen requerimientos económicos, laborales y sociales que frecuentemente restan posibilidades de atención a los hijos e hijas es importante discernir para aportarles tiempo y serenidad.
Los retos son cada vez más serios: soledades, depresiones, consumismo, ansiedad, adicciones –incluidas las cibernéticas-, confusiones y modas cercenantes, reclaman dedicarles más tiempo en cantidad y en calidad.
Finalmente la felicidad tiene qué ver más con los valores trascendentes, el amor, la solidaridad y la alegría, que con el consumo voraz y la fantasía.
Por lo pronto vale apuntar que según las Proyecciones de la población de México y de las entidades federativas 2016-2050 de la Secretaría General del Conapo, en el país, hasta abril de 2019, residían en 126 millones 577 mil 691 habitantes, de los cuales los niños y las niñas de 0 a 17 años, representan 31.4 por ciento, de los cuales 50.9 por ciento son hombres y 49.1 por ciento, mujeres.
En 2019 se proyectaba que ocurrieran 2 millones 169 mil 48 nacimientos, lo que representa una tasa global de fecundidad de 2.08 hijos o hijas en promedio por mujer.