“Integridad es hacer lo correcto, aunque nadie nos esté mirando”.
Jim Stovall
El plagio académico es considerado por la Real Academia Española (RAE) el acto de “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias” y entre los docentes constituye un dolor de cabeza encontrar dos tareas idénticas o bien, respuestas similares, en varios exámenes.
Para algunos estudiantes pareciera un reto esquivar la mirada atenta del maestro y robar ese pequeño trozo de conocimiento. Para otros, más confundidos, resulta un “dilema” ayudar a uno o más compañeros cuando no son capaces de contestar por sí mismos un examen o realizar una tarea: “Lo vi sufrir por no saber la respuesta”.
Pretender ayudar a otro pasándole las respuestas o haciéndole la tarea no es un dilema ético; todo lo contrario, es una conducta antiética porque el estudiante se convierte en coadyuvante del plagio.
El valor que contrarresta la acción de plagiar es la integridad, la cual se aprecia en una persona “recta, proba e intachable” (RAE, 2021), es decir, que no duda en hacer lo correcto, en cumplir las normas y respetar las reglas. Por otro lado, la solidaridad implica adherirse a la causa o empresa de otros, siempre y cuando, ésta sea transparente y ocurra bajo las normas establecidas; por lo tanto, la solidaridad no admite el plagio.
Distorsionar los valores y minimizar la gravedad de la falta con justificaciones irracionales como: “al menos pasó las respuestas y no las copió” es una forma de desviar la atención del problema. Queda claro que el plagio académico es una falta grave, una práctica antiética e indeseable en el ámbito escolar e incluso, un delito en materia legal.
Ayudemos a nuestros estudiantes a reforzar sus valores éticos para conducirse de manera íntegra y responsable en la escuela; es la base para fortalecerlos como futuros ciudadanos, así como para construir una sociedad más honesta, justa y equitativa.
María Teresa Delgado Ortiz, Profesora de PrepaTec. Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro.