La crisis sanitaria puso en jaque a la cultura. Museos, galerías, foros y demás recintos artísticos cerraron sus puertas cuando la pandemia de Covid-19 fue declarada oficialmente en todo el mundo. Esta suspensión de actividades públicas se convirtió en una estrategia global para evitar la propagación del virus, y al poco tiempo internet fue la única salida.
Como si se tratara de un relato de ficción, en el que los humanos no deben tocarse y solo pueden interactuar a través de máquinas, los artistas adaptaron sus creaciones a las plataformas. Los escenarios se trasladaron a la nube. Los conciertos se convirtieron en transmisiones en vivo. Las conferencias y los talleres en sesiones de zoom.
La oferta virtual se acrecentó al punto que lo mismo podía pagarse un boleto para disfrutar una función en Brodway como para ver una obra local desde el sofá.
La velocidad estratosférica en la que se transformó este consumo cultural, pronto demandó al sector el dominio de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs); pero no todos pudieron seguir el ritmo. A falta de conocimientos y habilidades tecnológicas, así como de recursos económicos para la inversión en infraestructura digital y la poca audiencia, obligó a muchos a desistir.
Las noticias sobre cierres de espacios culturales, la desaparición de compañías completas y artistas abandonando su vocación para emplearse en otras labores, se hicieron virales.
Ante este panorama, las instituciones culturales han lanzado convocatorias de apoyo e incentivos para resarcir el embate económico de la pandemia sobre este sector.
A nivel local, la Secretaría de Cultura de Querétaro incrementó el presupuesto de sus programas de apoyo y repartió 2 mil 376 recursos para la producción de la misma cantidad de eventos digitales en sus redes: desde funciones gratuitas de teatro, danza y música, shows circenses, hasta conferencias y talleres de toda índole.
Este año, la dependencia ha mantenido la misma estrategia. Tan solo para el Apoyarte 2021 solicitó que los proyectos fueran diseñados para ser ejecutados de manera virtual: “Deberán presentarse proyectos que consistan en la realización de un taller(es) y/o presentación(es) virtuales, y que formarán parte de la cartelera virtual de la Secretaría de Cultura del Estado de Querétaro (…) Esta propuesta deberá ser enteramente virtual y serán difundidas en las plataformas virtuales que establezca la Secretaría de Cultura del Estado de Querétaro”, se lee en la convocatoria.
Sin embargo, ¿cuántos creadores y compañías pueden adaptarse a las estrategias que las instituciones culturales han implementando en la web durante la contingencia sanitaria? Y por otra parte, ¿realmente estas acciones permiten a la población gozar de sus derechos culturales?
Brecha digital
En su Programa Sectorial de Cultura 2020- 2024, la Secretaría de Gobernación reconoce las dificultades que las instituciones culturales del país han tenido para acrecentar la cultura digital en el territorio.
Tras un diagnóstico, la instancia señala que aunque la Secretaría de Cultura ha usado constantemente la tecnología para la promoción del acceso y la distribución de bienes y servicios culturales, los resultados son insuficientes.
“Aún es asignatura pendiente el fortalecimiento de las relaciones que las instituciones establecen con las comunidades que participan, consumen y se producen en los entornos digitales.
“Por lo anterior, es prioritario crear mecanismos que impulsen la apropiación de las tecnologías digitales por parte de la población, no solo desde un enfoque de consumo pasivo, sino como herramienta de producción creativa. Será tarea del sector cultural generar políticas públicas que impulsen el desarrollo de los emprendimientos digitales; que atiendan a las personas que usan estos medios por motivos culturales y, con ello, estimular a las comunidades y ecosistemas de creadores y desarrolladores que construyen las manifestaciones de la cultura digital contemporánea”, se lee en el documento señalado.
A nivel internacional, desde los años 80 se habla de este nuevo factor de inequidad social entre la población; misma década en la que surge el término “brecha digital” para describirlo y para referir la situación de las personas conectadas y no conectadas; con o sin acceso a las TICs.
Si bien esta problemática existe desde entonces, la pandemia la ha hecho más evidente, al igual que otras situaciones que aquejan a la población.
Considerando que su disminución representa un factor de desarrollo social para el país, los especialistas en economía Jordy Micheli Thirión y José Eduardo Valle realizaron una medición de la brecha digital en México, utilizando para ello una metodología de la Unión Internacional de Telecomunicaciones y los datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (Endutih) del años 2016.
Los resultados fueron publicados en el artículo “La brecha digital y la importancia de las tecnologías de la información y la comunicación en las economías regionales de México” (INEGI, 2018); un estudio donde Querétaro es ubicado entre los estados con menor desarrollo de las TICs.
En el estudio, los investigadores calcularon el acceso, utilización y habilidades para su empleo, considerando que no solo basta la posesión de computadora e internet para medir el nivel de apropiación de estas tecnologías, sino que es indispensable también que la población cuente con los conocimientos y habilidades para su uso.
Desde el 2013, en México el acceso a internet es un derecho constitucional, al ser considerado este recurso un habilitador de otros derechos fundamentales como el derecho a la información y al acceso de las TICs.
De acuerdo con la Endutih del año 2019, solo el 56.4 % de los hogares mexicanos disponen de conexión a internet, y esta cifra varía si se trata de zonas urbanas (76.6 %) o rurales (47.7%).
Alternativas más allá de lo digital
Ante esta brecha digital, y la imposibilidad de competir con la oferta cultural y artística gratuita que se ofrece en la web, han surgido diversas propuestas del mismo sector que apuntan hacia la reactivación en el espacio público, sin comprometer la salud de la población.
En España, el mismo Ministerio de Cultura se ha aproximado a especialistas de otras disciplinas para comprobar que la cultura no es sinónimo de riesgo sanitario. De acuerdo con una nota difundida por la agencia de noticias AFP, en Barcelona asistieron 500 personas a un concierto público siguiendo todas las medidas sanitarias. Previamente fueron sometidos a un test en el marco de un estudio clínico realizado en diciembre pasado, y ocho días más tarde se supo que nadie había resultado infectado. Una alternativa que podría constituir "la solución más segura para reactivar el ocio", según el especialista en enfermedades infecciosas Boris Revollo, artífice de este estudio.
Sin ir tan lejos, a nivel local, compañías de danza como Ciudad Interior y Aletheia Cuerpo Escénico, además de proyectos multidisciplinarios como Poesía Corporal Escénico de México, han propuesto realizar funciones detrás de escaparates y vitrinas móviles, e incluso en azoteas de la ciudad.
“En el mundo se han hecho cosas, en Miami se utilizan los escaparates de las tiendas abandonadas, ¿podríamos hacer algo así aquí? (…) En estos tiempos es necesario el arte. No deberían quedarse únicamente con las presentaciones virtuales, ¿qué pasa con las personas que no tienen acceso a internet? (…) Creo que si la pandemia nos ha enseñado algo es que debemos hacer las cosas diferentes. No hay dinero que alcance para todos. Tampoco podemos culpar de todo al Gobierno, pero la autoridad sí debería buscar a todos los afectados y tratar de buscar un camino en el que más personas estén involucradas”, manifestó en una entrevista previa el director de XTeatro, Enrique Guillén, quien afirma que las instituciones culturales deben generar un acercamiento con el gremio para dar paso a políticas culturales que coadyuven realmente con la situación del sector.