/ jueves 15 de julio de 2021

¿De qué manera es posible diseñar políticas culturales más íntegras?

El libro de cabecera

En nuestra anterior entrega hablamos de la necesidad de renovar la Ley Estatal de Cultura y las Artes del Estado de Querétaro, enfocándola hacia la creación. Para orientar dicha perspectiva es necesario partir de la noción de políticas culturales, la cual ya ha sido implementada con éxito en otras experiencias a nivel latinoamericano.

Plan Cultural Decenal de Medellín

Al igual que el Plan Cultural Decenal de Bogotá, el respectivo a Medellín aborda brevemente las industrias creativas dentro de su marco de desarrollo cultural basándose en en las recomendaciones de políticas de organizaciones tales como UNESCO, la Agenda 21 de la Cultura, los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (ODM), entre otros.

El binomio "Cultura y desarrollo" es una de las ocho áreas programáticas de los ODM, específicamente destinada a ayudar a alcanzar los objetivos: 1. La erradicación de la pobreza extrema y el hambre; y 3. La promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.

La Agenda 2030 amplió los 8 Objetivos del Milenio a 17, incluyendo además la cultura como elemento que contribuye a la inclusión universal en la educación de calidad mediante el reconocimiento de la diversidad y el diálogo intercultural (objetivo 4); el crecimiento económico sostenido a través del apoyo del turismo sostenible para los productos culturales locales (objetivos 8 y 12); la seguridad de las ciudades mediante la salvaguardia del patrimonio cultural mundial (objetivo 11). La Agenda 21, a su vez, incluye la cultura como el cuarto pilar del desarrollo sostenible, junto con el crecimiento económico, la igualdad social y el equilibrio ambiental.

Aunque Bogotá es referente, la ciudad Medellín es emblemático por haber inspirado la red hemisférica Cultura Viva Comunitaria (CVC), el cual se inspiró en el Programa Cultura Viva de Brasil.

Plan Cultura Viva de Brasil

Creado por bajo el mandato del Ministro de Gilberto Gil, este plan revolucionó el concepto de cultura en el Brasil. Este plan, especialmente durante los dos mandatos del presidente Inácio Lula da Silva (2003-2010), ha sido un referente mundial para la modernización de las políticas culturales. Brasil tuvo la suerte de tener a Gilberto Gil como Ministro de Cultura, y de su nombramiento de gestores profesionales y diseñadores de políticas muy progresistas y capaces, muchos provenientes de la cultura popular, organizaciones de trabajadores, iniciativas de barrios pobres, pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes, culturas regionales, un movimiento activista de cultura digital, y así sucesivamente. Durante dos décadas, estos movimientos culturales transformaron a Brasil, y esa transformación tuvo un impacto en la forma en que Brasil desarrolló su economía creativa.

Cabe señalar que la designación de los gestores y funcionarios culturales se hacía en consenso con la participación activa y directa de la comunidad cultural, y no como una simple designación como pago de favores tras el periodo de campañas electorales.

En años anteriores al gobierno de Lula la Lei Rouanet de incentivo cultural era parte de una estrategia de reorientar las iniciativas culturales hacia un programa de corte empresarial y privado y para descentralizar el financiamiento. “La cultura es un buen negocio”, era el eslogan del Ministerio de Cultura brasileño cuando en 1998 se reintrodujo una renovada Lei Rouanet bajo el mandato del ministro de cultura Francisco Weffort. Como parte de sus esfuerzos para orientar el financiamiento hacia el sector privado, el Ministerio de Cultura aportó numerosas estadísticas para demostrar que la inversión en cultura aumentaba los ingresos de exportación, creaba fuentes de trabajo y fomentaba la integración nacional. Al mismo tiempo, las nuevas leyes de incentivo pusieron en vigencia un sistema según el cual el apoyo a los proyectos culturales lo decidían los patrocinadores privados, por lo general guiándose por el criterio del valor de marketing que los proyectos aportarían a las empresas. Bajo el ministerio de Gil cambia ese énfasis e inclusive en el sector de las políticas económicas para la cultura hay voces que critican que se dé prioridad al valor de marketing.

Recuperando algunas palabras de Fonseca Reis, vale señalar que no vale mucho estimular el crecimiento de sectores que generan ingresos astronómicos a partir de los derechos de propiedad intelectual, si la creación de esa riqueza no se acompaña de una mejor distribución del ingreso, impulsada por una inclusión socioeconómica que aproveche los beneficios simbólicos fundamentales, como los del acceso democrático, la valoración de la diversidad y el fortalecimiento de la identidad nacional.

Para cumplir la promesa de la diversidad, el ministro Gilberto Gil creó los Puntos de Cultura como parte del Programa Cultura Viva, con el objetivo principal de dar un impulso a la miríada de iniciativas de "vida cultural". Al masajear esos puntos vitales, el cuerpo cultural de la nación, momentáneamente maltratado o dormido, se energiza; Gil no estaba hablando de una única nación sino de redes que se articulan de innumerables maneras, abriendo así la nación más allá de sus fronteras físicas y simbólicas. El programa se configura como una acción estatal que crea potencialidades en tres dimensiones complementarias: simbólica, cívica y económica.

Hay un aspecto importante que recalcar. En el Programa Cultura Viva, las culturas locales están marcadas por sus diferencias y capacidades para reafirmarse a sí mismas y las conexiones que van estableciendo. Es decir, se parte de un enfoque multicultural de aceptación de las diferencias, hacia uno intercultural de interacción y mezcla de las diferencias. La nación reticulada por los puntos de cultura reúne un mosaico de diferencias antropológicas y un proyecto político de articulación e interacción que conforma una red dinámica y solidaria. La noción de cultura desplegada en este programa es muy amplia y tiene más que ver con la creatividad local que con una definición única, incluso plural, de la cultura. La creatividad puede aplicarse a la cooperación política, las iniciativas innovadoras de economía solidaria, las redes de comunicación y las nuevas tecnologías, así como los conocimientos y prácticas tradicionales y la expresión artística.

La comunidad cultural y artística tiene todos los argumentos a su favor para apelar a una política similar al programa de Cultura Viva latinoamericano. ¿Qué estamos esperando?

@doctorsimulacro

En nuestra anterior entrega hablamos de la necesidad de renovar la Ley Estatal de Cultura y las Artes del Estado de Querétaro, enfocándola hacia la creación. Para orientar dicha perspectiva es necesario partir de la noción de políticas culturales, la cual ya ha sido implementada con éxito en otras experiencias a nivel latinoamericano.

Plan Cultural Decenal de Medellín

Al igual que el Plan Cultural Decenal de Bogotá, el respectivo a Medellín aborda brevemente las industrias creativas dentro de su marco de desarrollo cultural basándose en en las recomendaciones de políticas de organizaciones tales como UNESCO, la Agenda 21 de la Cultura, los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (ODM), entre otros.

El binomio "Cultura y desarrollo" es una de las ocho áreas programáticas de los ODM, específicamente destinada a ayudar a alcanzar los objetivos: 1. La erradicación de la pobreza extrema y el hambre; y 3. La promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.

La Agenda 2030 amplió los 8 Objetivos del Milenio a 17, incluyendo además la cultura como elemento que contribuye a la inclusión universal en la educación de calidad mediante el reconocimiento de la diversidad y el diálogo intercultural (objetivo 4); el crecimiento económico sostenido a través del apoyo del turismo sostenible para los productos culturales locales (objetivos 8 y 12); la seguridad de las ciudades mediante la salvaguardia del patrimonio cultural mundial (objetivo 11). La Agenda 21, a su vez, incluye la cultura como el cuarto pilar del desarrollo sostenible, junto con el crecimiento económico, la igualdad social y el equilibrio ambiental.

Aunque Bogotá es referente, la ciudad Medellín es emblemático por haber inspirado la red hemisférica Cultura Viva Comunitaria (CVC), el cual se inspiró en el Programa Cultura Viva de Brasil.

Plan Cultura Viva de Brasil

Creado por bajo el mandato del Ministro de Gilberto Gil, este plan revolucionó el concepto de cultura en el Brasil. Este plan, especialmente durante los dos mandatos del presidente Inácio Lula da Silva (2003-2010), ha sido un referente mundial para la modernización de las políticas culturales. Brasil tuvo la suerte de tener a Gilberto Gil como Ministro de Cultura, y de su nombramiento de gestores profesionales y diseñadores de políticas muy progresistas y capaces, muchos provenientes de la cultura popular, organizaciones de trabajadores, iniciativas de barrios pobres, pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes, culturas regionales, un movimiento activista de cultura digital, y así sucesivamente. Durante dos décadas, estos movimientos culturales transformaron a Brasil, y esa transformación tuvo un impacto en la forma en que Brasil desarrolló su economía creativa.

Cabe señalar que la designación de los gestores y funcionarios culturales se hacía en consenso con la participación activa y directa de la comunidad cultural, y no como una simple designación como pago de favores tras el periodo de campañas electorales.

En años anteriores al gobierno de Lula la Lei Rouanet de incentivo cultural era parte de una estrategia de reorientar las iniciativas culturales hacia un programa de corte empresarial y privado y para descentralizar el financiamiento. “La cultura es un buen negocio”, era el eslogan del Ministerio de Cultura brasileño cuando en 1998 se reintrodujo una renovada Lei Rouanet bajo el mandato del ministro de cultura Francisco Weffort. Como parte de sus esfuerzos para orientar el financiamiento hacia el sector privado, el Ministerio de Cultura aportó numerosas estadísticas para demostrar que la inversión en cultura aumentaba los ingresos de exportación, creaba fuentes de trabajo y fomentaba la integración nacional. Al mismo tiempo, las nuevas leyes de incentivo pusieron en vigencia un sistema según el cual el apoyo a los proyectos culturales lo decidían los patrocinadores privados, por lo general guiándose por el criterio del valor de marketing que los proyectos aportarían a las empresas. Bajo el ministerio de Gil cambia ese énfasis e inclusive en el sector de las políticas económicas para la cultura hay voces que critican que se dé prioridad al valor de marketing.

Recuperando algunas palabras de Fonseca Reis, vale señalar que no vale mucho estimular el crecimiento de sectores que generan ingresos astronómicos a partir de los derechos de propiedad intelectual, si la creación de esa riqueza no se acompaña de una mejor distribución del ingreso, impulsada por una inclusión socioeconómica que aproveche los beneficios simbólicos fundamentales, como los del acceso democrático, la valoración de la diversidad y el fortalecimiento de la identidad nacional.

Para cumplir la promesa de la diversidad, el ministro Gilberto Gil creó los Puntos de Cultura como parte del Programa Cultura Viva, con el objetivo principal de dar un impulso a la miríada de iniciativas de "vida cultural". Al masajear esos puntos vitales, el cuerpo cultural de la nación, momentáneamente maltratado o dormido, se energiza; Gil no estaba hablando de una única nación sino de redes que se articulan de innumerables maneras, abriendo así la nación más allá de sus fronteras físicas y simbólicas. El programa se configura como una acción estatal que crea potencialidades en tres dimensiones complementarias: simbólica, cívica y económica.

Hay un aspecto importante que recalcar. En el Programa Cultura Viva, las culturas locales están marcadas por sus diferencias y capacidades para reafirmarse a sí mismas y las conexiones que van estableciendo. Es decir, se parte de un enfoque multicultural de aceptación de las diferencias, hacia uno intercultural de interacción y mezcla de las diferencias. La nación reticulada por los puntos de cultura reúne un mosaico de diferencias antropológicas y un proyecto político de articulación e interacción que conforma una red dinámica y solidaria. La noción de cultura desplegada en este programa es muy amplia y tiene más que ver con la creatividad local que con una definición única, incluso plural, de la cultura. La creatividad puede aplicarse a la cooperación política, las iniciativas innovadoras de economía solidaria, las redes de comunicación y las nuevas tecnologías, así como los conocimientos y prácticas tradicionales y la expresión artística.

La comunidad cultural y artística tiene todos los argumentos a su favor para apelar a una política similar al programa de Cultura Viva latinoamericano. ¿Qué estamos esperando?

@doctorsimulacro

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