Del acontecer IX

por Alfonso Franco Tiscareño

  · miércoles 28 de noviembre de 2018

Es fundamental tener una conciencia histórica, es decir, saber, conocer historia. La de tu barrio, ciudad, país, así como la de las diferentes culturas del planeta. El mundo no nació contigo, ya existía, ni morirá contigo, seguirá por mucho tiempo sin ti. Eres tu pasado en este presente, construyes el futuro desde ahora. Eso obliga a conocer lo más que se pueda el pasado y presente. Esa es la importancia de la historia, sin una idea de ella estamos castrados intelectualmente, no comprendemos nada, andamos inventando el hilo negro. La ignorancia permite el sometimiento de las masas. Quítales la historia y los dejarás ciegos, no comprenderán nada, creerán que están inventando todo, su espíritu humano estará muerto.

Pero lo peor es el daño que provoca su ignorancia. Si sólo fuera una cuestión personal, quizá sería poco el daño, el cual no rebasaría el reducido marco de acción de un individuo. Mas no es así. Nadie está aislado, todos obedecemos a un contexto que nos da origen. Es decir, somos producto de nuestra historia personal, familiar, del barrio, de la ciudad, del país, del mundo. Y quien no está consciente de esto actúa a ciegas, con el consiguiente daño a su entorno. Jamás podrá igualarse la acción de un ser consciente de sus actos, con los de un ser inconsciente, cegado por la ignorancia, o peor aún, por el fanatismo y la necedad.

El que vive aislado, ignorante de su origen y realidad, se deforma, su óptica de la vida queda trastornada sin remedio. En cambio, quien se hace acompañar por buenos libros de historia, siempre podrá ver mucho más allá que el largo de sus pestañas, tendrá una visión del árbol y del bosque. Entenderá el contexto y su importancia. Sólo quien conoce su origen, puede influirlo, transformarlo.

Hay una película que representa un ejemplo extremo de esta situación, y que es muy interesante y reveladora. Se trata de la película El bulto, de Gabriel Retes. Trata de un hombre que debido a los golpes recibidos durante la marcha celebrada el 10 de junio de 1971 en la Ciudad de México, el día del halconazo, queda en estado de coma, y despierta 20 años después, encontrándose con que todo ha cambiado, comenzando porque su esposa se ha casado con otro hombre y sus hijos ya están grandes. El personaje principal, llamado Lauro, ya no entiende nada, dejó de vivir prácticamente durante esos veinte años y el desconocimiento de su historia, personal y social, lo ha dejado fuera de la jugada.

Esta cinta deja claro que la ignorancia de la historia deja fuera de la vida a una persona. Aquí se trata de una ficción, pero en la realidad sucede casi lo mismo, quien no conoce la historia está condenado a repetirla, generalmente para mal.

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Los buenos cuentos nunca pasan de moda, atesoran verdades perennes que se abren como flores frescas y perfumadas en cualquier época, entregan su sabiduría a quien quiera escucharla. Como señala Walter Benjamin en sus Pasajes de Vida, los buenos cuentos establecen una relación entre tradición y actualidad. Los cuentos clásicos, los que sobreviven al paso del tiempo, son los que más nos muestran lo cierto de esta verdad. A niños y a adultos les abren ventanas nuevas al entendimiento y comprensión de la vida.

Si pueden, disfruten de la fortuna de poder leerle a los niños cuentos hermosos, y con ello, ser parte del desarrollo de su imaginación. Los que hemos perdido esta oportunidad lo lamentamos sin remedio…

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Día de muertos. La muerte te pregunta: ¿qué estás haciendo con tu vida? Se medita acerca de la muerte para valorar la vida. A veces me pregunto con tristeza, ¿partiremos de este mundo sin perdonarnos mutuamente, sin volver a vernos las caras? A veces me pregunto, ¿partiremos de este mundo sin haber hecho muy felices a muchos? Contemplo las fotos de mis antepasados a la luz de las veladoras. Medito. Aprendo de cada uno y lo que fueron. Me doy cuenta de que la vida, de alguna forma, nunca muere. Y, a la vez, es única e irrepetible.

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El camino junto a una mujer es largo y arduo, estrecho y corto. Cuando crees que la conoces, apenas comienzas. El andar junto a una mujer es delirio y grandeza, sorpresa y encuentro. Crecimiento mutuo. El camino junto a una mujer -si ella es buena, amorosa, inteligente-, es como conocer a Dios mismo. Ella es tu espejo, si sabes ver, tendrás oportunidad de corregir todos tu errores. Sin mujeres respetadas y amadas, no hay hombres verdaderos, hombres con rostro y corazón.

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Estoy releyendo el libro Fouché, el genio tenebroso, de Stefan Zweig. Fouché fue un personaje bastante siniestro, que sin embargo ha nutrido con su trabajo, ideas y ejemplo a muchos políticos en el mundo. Vivió la Revolución francesa, sobrevivió a Robespierre, sirvió a Napoleón y se acomodó durante la restauración imperial. Fouché representa a esos tipos de los que uno puede aprender mucho acerca del mal, cómo procede y cómo actuar ante él. Su vida me refuerza la idea de que siempre será mejor el camino de la solidaridad, la amistad y el amor, aunque él representa el espacio de la realpolitik.

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Repasar y refrescar la memoria es un acto fundamental, nutritivo, salutífero. Volver a hacerla fresca, viva, ágil. Desempolvarla, renovarla. Recordemos que ella es la madre de todas las musas. De ahí vienen las artes, es decir, la poesía, la danza, la pintura, la escultura, la literatura, el teatro y el cine.

Para recordar con viveza, para asociar en formas novedosas, es necesario refrescar. Como cuando se tiene sed, y qué cosa más maravillosa es beber un vaso de agua fresca que nos reanimará de inmediato, para volver a estar listos. O como cuando se riega un árbol o una planta a la que le falta agua y atestiguamos como pronto se levanta y recupera.

Cuando repasamos un tema, todo eso es lo que hacemos con nuestra memoria.

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Durante muchos años he comentado con mi familia, amigos, estudiantes, que no se puede caminar por la vida a ciegas, que se requiere de una dirección, de una guía, de una filosofía que fundamente nuestros pensamientos, palabras y acciones. Leyendo un libro de Tzvetan Todorov me encuentro la misma idea y me fortalezco en la postura. “¿Sobre qué base intelectual y moral queremos construir nuestra vida común? Para comportarnos como seres responsables precisamos de un marco conceptual que pueda fundamentar no sólo nuestros discursos, lo cual es sencillo, sino también nuestros actos”. (El espíritu de la ilustración. Ed. Galaxia Gutenberg, p. 7)

Caminar sin una guía filosófica sólo nos lleva a cometer más y más errores. Con una dirección también tropezaremos, esto es inevitable, pero tendremos más fuerza para levantarnos y corregir, enriquecidos, el camino. Meditar y accionar, es la clave para la construcción social de mundos diferentes, mejores.

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Cada uno carga sus propias iras, rabias, resentimientos, y pueden ser de diferentes tamaños y profundidades. Lo importante es ubicarlas, observarlas, distinguir su origen. Por este camino se irán apagando poco a poco, porque son fuego que quema el alma, una especie de infierno. Y ese veneno se encarna y después para ubicarlo y expulsarlo está lo dificultoso.

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