Del decoro y la ostentación

Edith Joana Espinosa / Maestra en Estudios Históricos por la Universidad Autónoma de Querétaro

  · jueves 12 de abril de 2018

Fotos: Cortesía

El vestir es una actividad que ha acompañado al hombre a lo largo de la historia, cubriendo las necesidades básicas de ocultar la desnudez y proteger al cuerpo de las diferentes condiciones climáticas. Pero este objetivo básico se ha ido modificando conforme la sociedad se ha ido complejizando, ejemplo de ello es el caso de la sociedad novohispana, particularmente en Querétaro, donde a través de la moda que se fraguó a lo largo del siglo XVIII se buscaba resaltar la diferenciación social a través de la vestimenta.

Durante el “Siglo de las Luces” el vestir se vio influenciado tanto por las transformaciones políticas y sociales como por el avance científico y tecnológico, dando pie a la diversificación textil y otros elementos ornamentales a costos más bajos, poniendo al alcance de muchos el poder vestir “a la moda”. Por este y por otros problemas, el orden social se estaba perdiendo, la indumentaria ya no reflejaba del todo el estamento al que pertenecía cada persona.

De lo anterior surgió la necesidad por parte de las autoridades políticas y religiosas de implementar una serie de normas (discursos) que regularan la forma de vestir de las personas, cuidando el decoro, el recato y la sencillez, pero sobre todo se buscaba mantener el orden social mediante la distinción. Sin embargo, para la sociedad queretana, en especial para la élite se volvió fundamental perseguir los estándares de la moda europea haciendo caso omiso de los preceptos religiosos y los dictámenes de la corona.

Las leyes suntuarias

El siglo XVIII traería varios cambios para la Nueva España, sociales, políticos y económicos surgidos de la llegada de los Borbones al trono Español. Con estas trasformaciones era necesario establecer cuál sería el lugar que cada persona debía tener dentro de la sociedad. Para la Corona fue necesario ir estableciendo las normas y leyes que regirían la forma de vida de todos dentro de la Monarquía Hispánica, entre ellas se encuentra una gran variedad de “leyes suntuarias”, que son aquellas donde se establecía el tipo de prendas y telas que estaban permitidas de acuerdo con el estamento y oficio de cada persona.

Estas leyes suntuarias no eran algo nuevo para lo Corona, pues desde siglos atrás se habían establecido varias legislaciones que buscaban frenar los llamados “gastos superfluos” y reducir la ostentación. Por poner algunos ejemplos, en 1552 Carlos I estableció la Declaración de su majestad prohibiendo el uso de sedas en los vestidos[1] y en 1639 bajo el reinado de Felipe IV se dictó el Pregón sobre los copetes y risos de los hombres[2].

Para los Borbones fue de gran importancia este tipo de leyes, ya que, buscaban hacer notar su poder frente a todos los súbditos de la monarquía en todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso en elementos tan esenciales como el vestir. Para hacerlo había que dejar de lado el estilo que predominaba durante el reinado de los Habsburgo, estableciendo una vestimenta más a la usanza francesa, adoptando elementos como el tricornio. Pero lo más importante de las leyes suntuarios era el no dejar cabida para ostentar ser alguien más, es decir, buscaban mantener a toda costa el orden social.

Para la sociedad novohispana, dentro de lugares como la ciudad de Querétaro, al menos en la teoría, debía notarse a simple vista si una persona era mestiza, mulata, rica, pobre, carpintero o corregidor, etc. La vestimenta debía servir como un mecanismo de diferenciación social, en donde sólo unos cuantos, la élite, tenían derecho (incluso la obligación) a vestir con lujos, para resaltar sobre los demás.

En la práctica, los queretanos sí buscaban regirse a toda costa a partir de la diferenciación social, pero no por seguir el discurso legal dictado por la corona, lo hacían desde otro punto. Para la élite queretana, así como para muchos otros, lo esencial a la hora de vestir eran el decoro y la ostentación, buscando seguir los dictámenes de la moda, imitando todo aquello usado por las cortes. El vestir a la moda, además, era sinónimo de estatus incluso era una manera de mostrar el poder de una persona; de ahí que las mujeres se volvieran un reflejo de sus maridos, pues a través de sus vestidos y todo la pompa que ostentaba en ellos podían hacer notar al resto de la sociedad que tenían un esposo honorable y poderoso.

Era tal el gusto por vestir a la moda y resaltar dentro de la sociedad, que la élite queretana llegaba a pagar hasta mil pesos por un vestido o mil 300 por unos aretes[3]. Aparentemente mil pesos no parece una cantidad exorbitante, pero en aquella época sí lo era; haciendo un comparativo, una esclava podía costar alrededor de 450 pesos[4], pero en cuestiones alimenticias con un peso se podían comprar hasta ocho kilos de carne de res, ya que entonces el precio por kilo oscilaba en un real (la octava parte de un peso)[5].

Para el resto de la población era complicado poder adquirir prendas a un precio tan alto, pero existían otras formas para poder acceder a la moda, algunas de ellas eran la herencia, los regalos e incluso el robo de ropa. Además, gracias a los avances tecnológicos de la época, la variedad de telas y la gama de colores se diversificó, a tal grado que algunas tuvieron precios más accesibles. Sin embargo, muchas de estas telas y nuevos productos provenían de lugares que no tenían convenios comerciales con España, por lo que comprarlas representaba una fuga de capital para la Corona, de ahí que se tuvo un motivo más para frenar los lujos.

Las medidas que la Corona tomó con referente a frenar la entrada de productos de otras regiones quedan establecidas en documentos como la Pragmática que su majestad manda publicar sobre la reformación del exceso de trajes, lacayos y coches y prohibiendo el consumo de las mercaderías de Francia y sus dominios y otras cosas
decretada por Carlos II en 1674,[6] o elReal Decreto prohibiendo la entrada de seda y tejidos de China establecido por Felipe V en 1734.[7] Pese a todas las medidas que la Corona fue implementando a lo largo del siglo XVIII, para la sociedad lo que importaba era estar a la vanguardia de lo que prevalecía en Europa, sin importar que tuvieran que hacer caso omiso de la legislación.

Moda, el peor de los vicios

Además de ostentosa, la vestimenta del siglo XVIII se caracterizaba, entre otras cosas, por el uso de los escotes o de las mangas hasta el codo, por llevar algunos adornos a manera de chalinas elaborados con telas transparentes y por el exceso en los adornos, eso en cuanto a las prendas femeninas. Para el caso de los caballeros, se usaba el calzón o pantalón ajustado hasta la rodilla, el traje se completaba por la chupa o chaleco y la casaca. Los trajes y vestidos se aderezaban con diversas alhajas, e incluso dentro de las mismas prendas algunas piezas ya iban adornadas con piedras incrustadas, de ahí la crítica por parte de la Corona y la preocupación por frenar los excesos. Frente a tales excesos en el vestir, la Corona no fue la única en alarmarse ante el comportamiento de la sociedad, la Iglesia también jugó un papel importante apoyando el discurso legal, a la hora de exponer diversas recomendaciones para evitar el descontrol social, la ostentación y sobretodo evitando a toda costa que las personas cayeran en el peligro del pecado.

El peor de los vicios, insaciable, suntuosa, o el camino hacia la perdición, al pecado y la lujuria, era como valoraban a la moda algunos religiosos novohispanos, para mostrar su repudio hacía los trajes y vestidos, al grado de llamarlos “culpables ornatos”. Para los franciscanos por ejemplo, era de vital importancia que la sociedad queretana se guiara por el camino del recato y la sencillez, pues afirmaban que sólo de esta manera podrían exaltar de manera positiva su honor.[8]

Así como la Corona, para los religiosos la distinción social era de suma importancia, afirmando que al salir a la calle una persona debía vestir exactamente de acuerdo a su condición social, para evitar que se diera reverencia a quien no lo merecía.

Los franciscanos buscaban exaltar la idea de que las personas debían guiarse por las buenas costumbres, aquellas que caracterizaban a los católicos, como la humildad, la sencillez o la honestidad. Por lo tanto dentro y fuera de casa debía reflejarse una conducta “honesta”, e incluso tenía que manifestarse en la forma en que vestía cada individuo, al menos ese era el ideal, evitando caer en las garras del pecado.

A lo largo de aquel periodo los religiosos recalcaban una y otra vez la idea de que la moda era peligrosa, pues además de los excesos que venían con ella, una persona fácilmente podía cometer un pecado venial e incluso uno mortal, pues “siempre que el vestido excede de los límites de la honestidad es algún pecado”.[9] Pero lo más grave era que la vestimenta podía llevar a que la sociedad se viera tentada ante los pecados capitales.

Influidas por la moda, las prendas dejaban a la vista algunas partes del cuerpo, lo cual era un pecado venial siempre y cuando una persona no las usara con el fin de seducir a alguien más. Por el contrario, cuando sabiendo que los escotes y las mangas cortas eran un medio de seducción, pues se tornaban “exquisitas” a la mirada de los hombres, las mujeres estaban cometiendo un pecado mortal. Pero lo hombres no estaban exentos de cometer este tipo de pecados, pues de entrada eran cómplices del delito al consentir que sus esposas, hijas o hermanas salieran así vestidas a la calle “pecando de escándalo”, pues como ellos podían voltear y mirar a otras mujeres (que muchas veces estaban casadas) otros también podían observar a sus mujeres con deseo.

Por otra parte, en la forma de vestir de los caballeros también estaba de por medio la tentación para las doncellas, pues según los religiosos el uso de los pantalones ajustados también provocaba que las mujeres tuvieran pensamientos lascivos. En todo lo anterior, además de observar el peligro ante el pecado mortal, también queda implícito el riesgo frente a uno de los pecados capitales, la lujuria, pues ante el “deleite” de mirar a otros y tener “pensamientos torpes” una persona ya está incurriendo en este pecado.

Los franciscanos veían al “pecado de escándalo” o lujuria como la desviación de los mandatos divinos. Pero éste no era el único pecado capital en el que se caía al seguir los estándares de la moda, pues la vestimenta llevaba a la envidia, a la gula, a la ira, a la avaricia, a la soberbia y hasta a la pereza. Explicaban que, por ejemplo, una mujer era sucumbida ante la ira y la envía al ver que otra doncella tenía entre sus bienes alguna prenda más valiosa o hermosa, o que acababa de estrenar frente a sociedad un vestido nuevo.

En cuanto a la gula y la avaricia, los religiosos afirmaban que, una persona, en especial las mujeres siempre tenían un deseo insaciable ante la ropa y las alhajas, pues nunca eran suficientes la que ya tenían, pues si poseían dos vestidos querían otros dos, si tenían cuatro querían otros cuatro más y así sucesivamente. Frente a la soberbia, explicaban que incluso al llegar a misa, las personas trataban de llegar tarde, para que al hacerlo todos voltearan a ver los trajes y vestidos que llevaban. Finalmente en cuanto a la pereza, se caía en ella debido a que una mujer no se arreglaba a sí misma, ya que necesitaba de sus esclavas y damas para que lo hicieran por ella.

Así para evitar cualquier peligro ante el pecado y el riesgo del descontrol social, la Iglesia estableció algunas recomendaciones para las personas. En primer lugar, los lujos debían ser exclusivamente para aquellos que habían nacido en una familia importante y que tenían una buena posición económica, pero no olvidando el apoyo a los pobres y a la Iglesia. En segundo lugar, para evitar caer en el pecado, la vestimenta debía ser más sobria, las mangas tenían que llegar a la muñeca y los escotes no debían exceder una medida de dos dedos por debajo del cuello, por mencionar algunas reglas.

Reflexión

Finalmente se puede señalar que las leyes y recomendaciones hechas por parte de las dos instituciones más importantes del virreinato eran muchas, siempre tratando de establecer y mantener el orden dentro de la sociedad. Justamente la vestimenta de la sociedad debía dar cuenta de aquel orden tan anhelado, sin embargo, pese a todas las reglas que estipulaban la manera en que cada persona debía vestir, la élite queretana hacia caso omiso de éstas omiso, pues seguir los estándares de la moda se volvió un punto fundamental dentro de su acontecer cotidiano, exaltando además el status que poseían.

Archivos

· Archivo General de la Nación (AGN)

· Archivo Histórico de la Nobleza (AHN)

· Archivo Histórico de Querétaro (AHQ)

· Centro Documental del Museo Textil (CDMT)

Bibliografía
ARMELLA DE ASPE, Virginia y Teresa Castello Yturbide, la Historia de México a través de la indumentaria, México, Editorial Inversora Bursátil, 1988.
BENÍTEZ, José R., El traje y el adorno en México, 1500-1910, México, Universidad de Guadalajara, 1996.
CASTELLO YTURBIDE, Teresa, “Indumentaria y orden social entre las castas de mestizaje” en Herencia Española en la cultura material de las regiones de México, Rafael Diego Fernández (editor), México, El Colegio de Michoacán, 1993.
Revistas
BAENA ZAPATERO, Alberto, “La mujer española y el discurso moralista en Nueva España (S. XVI-XVII)”,París, Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, 2008. https://nuevomundo.revues.org/
PUERTA ESCRIBANO, Ruth de la, “Reyes Moda y legislación jurídica en la España Moderna”, en Ars longa. Cuadernos de arte, N° 9, Universidad de Valencia, Departamento de historia del arte, España, 2000. http://www.uv.es/dep230/revista/PDF199.pdf
RUIZ ORTIZ, María, “Pecado de escándalo y cotidianidad transgresora: una reflexión sobre la moral femenina en la Andalucía moderna”, en Haíeresis. Revista de investigación histórica, núm.1, España, 2013.
Tesis
NAVASCUÉS FIUZA, María, El carro de la lujuria: el vestido femenino como elemento inductor a la transgresión moral en el Barroco americano, Trabajo de fin de master, Master de Estudios Americanos, Director José Emilio Luque Azcona, Universidad de Sevilla, España, 2014, p.10.
SOLÉ PEÑALOSA, Guillermina, Verdugados, guardainfantes, valonas y sacristanes. La indumentaria, joyería y arreglo personas en el siglo XVII novohispano, Tesis de Doctorado, Historia del Arte, Director de Tesis Gustavo Curiel, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2009, p.p.255-274.
SORIA SORIA, Sergio Fernando, Comercio y precios de la carne: Querétaro, 1712-1811, Tesis de maestría, Director de Tesis José Ignacio Urquiola Permisán, Maestría en Estudios Históricos, Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2015, p.p.149-152.
[2] Archivo Histórico de la Nobleza, Pregón sobre los copetes y risos de los hombres, Felipe IV, Fondo Osuna, C. 2269, D.26, 1639.
[3] AGN, civil, vol. 232, carta de dote por Don Ignacio Ruíz Calado a favor de Doña María Francisca Gómez, Mayo, 1790, f. 2v – 5v.
[4] AHQ, Notarias, Ignacio Serrano, Carta de dote de Lorenza de Arenas, vol. 2, 1696-1698, fs.,40-40v
[5] Sergio Fernando Soria Soria, Comercio y precios de la carne: Querétaro, 1712-1811, Tesis de maestría, Director de Tesis José Ignacio Urquiola Permisán, Maestría en Estudios Históricos, Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2015, p.p.149-152.
[6] Centro Documental del Museo Textil (CDMT), Pragmática que su majestad manda publicar sobre la reformación del exceso de trajes, lacayos y coches y prohibiendo el consumo de las mercaderías de Francia y sus dominios y otras cosas, CA 075, Núm. de registro antiguo R.3153, Carlos II, 1674.
[7] Centro Documental del Museo Textil (CDMT), Real Decreto prohibiendo la entrada de seda y tejidos de China, Felipe V, Madrid, 1734.
[8] Fray Antonio de Ezcaray, Voces del dolor nacidas de la multitud de pecados, que se cometen por los trajes profanos, afeites, escotados y culpables ornatos, Con Licencia en Sevilla por Thomas López de Haro, 1691.
[9] José Antonio Bernerb. “Escandalo, trajes o profanidad del vestido” en Libro de sermones, platicas y ejemplos sueltos de Fray José Antonio Bernerb dados en Nueva España entre 1747 y 1752, AHPFM, Fondo de la Santa de Querétaro, Letra H, leg. 7, Núm.2, P.72.
[1] Centro Documental del Museo Textil (CDMT), Declaración de su majestad prohibiendo el uso de sedas en los vestidos, Carlos I, CA 347, Núm. de registro antiguo R. 3552, Madrid, 1552.