Una mujer ataviada con un huipil rojo es rodeada por una docena de mujeres, quienes luego de adornar su cabeza con flores de tela, colocan ceremoniosamente sobre su cuello innumerables collares de colores. Se trata de una de las piezas que componen la serie fotográfica “Xna´ánj ñu´” (“La lengua que hablamos”) de Eduardo Merino, un joven triqui de 24 años, cuyo trabajo fue expuesto en el Centro de Arte Bernardo Quintana Arrioja, como parte de la quinta edición del Festival de Lengua, Arte y Cultura Otomí (FLACO).
De acuerdo con el también estudiante de Artes Visuales en la Universidad Autónoma de Querétaro, este proyecto consiste en un trabajo autobiográfico realizado en el 2017, en el que, a través de sus ojos, el público puede acercarse a conocer la cultura que le habita.
Nacido en el pueblo de Guadalupe Tilapa Juxt- lahuaca, Oaxaca, Merino arribó a Querétaro con su familia en los noventa, apenas unos meses de haber nacido, pues debido al asesinato de su abuelo paterno y de varios tíos, como resultado de los conflictos acaecidos aquellos años en la zona mixteca, su familia tuvo que migrar para mantenerse a salvo.
Al crecer, el interés por conocerse y saber más de su cultura se acrecentó. De ahí que su obra lleve por título “La lengua que hablamos”, pues él se conecta con sus raíces y habla su idioma a través de cada imagen, donde en escenas íntimas ocurridas en una boda tradicional triqui, pone especial atención en la permanencia y los cambios de una cultura que se reafirma en la ritualidad.
“Crecer fuera de la comunidad te hace cuestionar constantemente quién eres, por qué piensas diferente, la forma en que te organizas, la forma en que eres. Por lo general, un mexicano cuando migra a Estados unidos vive ese proceso, pero una persona cuya primera lengua es el triqui, y emigra a la ciudad, vive en su propio país este choque cultural”, reflexiona Eduardo, quien por el tiempo que ha pasado lejos de su tierra, confiesa que aún se encuentra aprendiendo su lengua materna, razón por la que su arte aparece como un dipositivo alterno para hablar desde su cultura.
A través de 10 fotografías, el autor narra la unión matrimonial de su prima Dominga, con otro miembro de la comunidad triqui, haciendo especial énfasis en que, más que unir a las familias, la celebración convoca a todo el pueblo de Tilapa, quienes entre mezcal, música y toda la parafernalia que caracteriza a este ritual en su cultura, honran la memoria de su pueblo.
“México es un país lleno de naciones”
Eduardo Merino pertenece al 1% de la población de estudiantes indígenas en la Universidad Autónoma de Querétaro, que la rectora de esta institución, mencionó durante la inauguración de FLACO.
Desde su experiencia, el bajo porcentaje se debe a la falta de apoyos económicos que tiene esta población para continuar con sus estudios, obligándolos a desertar en el camino para trabajar, y la falta de inclusión en los programas educativos.
“Una de las razones por la que muchos de nosotros no estudiamos la universidad, es porque la escuela a veces jala los pies. La mayoría de los originarios se dedican al comercio, entonces, si no hay comercio o no trabajas, entonces no tienes dinero. Y cuando entras a una estitución tienes que amarrarte, estudiar y ya no tienes tiempo de trabajar o vender lo que estás produciendo. La otra es porque, cuando entras a estudiar, a veces los maestros no entienden que para nosotros la segunda lengua es el español. Se les discrimina porque no pueden escribir bien, sin saber que la redacción la estructuran de acuerdo a su primer lengua. Por ejemplo, en el caso del triqui no existen las preposiciones, no existen los géneros, y la estructura gramatical es completamente diferente”, relató Merino, quien a dos semestres de culminar con su carrera, se prepara para realizar un intercambio académico a la Universidad de Valparaíso en Chile, donde, por falta de apoyo, tendrá que conseguir un trabajo, o dedicarse al comercio para sobrellevar los días.