La Cañada aún duerme, y duerme porque durante 11 días previos hubo festejos en honor a la Virgen de Guadalupe. El 12 de diciembre es el último y debe aprovecharse lo más posible.
Son apenas las 4:30 de la madrugada y una serie de hombres, mujeres y niños emprenden camino al cerro donde se encuentra una imagen de la virgen de Guadalupe. El camino no es largo pero sí pesado. Veinte minutos son suficientes para llegar a la cima. Ya arriba, acalorados por la subida, la gente empieza a congregarse a las faldas de la imagen, mientras un grupo de hombres se colocan en línea, con vista al pueblo, para comenzar con lo que le llaman “El Alba”.
Sale uno y otro y otro cohete disparado al cielo. Da comienzo “El Alba”. Por la oscuridad, su luz es visible, amarillenta y en diagonal, algunas otras forman un pequeño espiral que toma diferentes direcciones.
El estallido impacta fuerte y con un eco que recorre otros cerros. Se proyectan con suficiente intensidad que el silencio que prevalece a esa hora se rompe para presentar ese estallido durante 30 minutos consecutivos.
Los cohetes siguen sonado, uno tras otro que son lanzados por la línea de hombres de siluetas oscuras. Para que la constancia sea rápida, fuman cigarrillos con la intención de mantener el fuego encendido. Son muchos voluntarios los que procuran mantener cubierta las provisiones de cohetes y cigarrillos mientras los hombres de siluetas oscuras continúan despegando la pólvora.
En México, los fuegos artificiales, en especial los grandes cohetes llamados “cohetones” son un símbolo de las festivales de los santos patrones. Son parte importante para la fiesta pues es un llamado popular para que el pueblo se entere del festejo. La Cañada es un pueblo con años de historia, lleno de costumbres, tradiciones y fe. A lo largo del año tienen distintos festejos, dos de ellos son los más grandes, celebrados junio y diciembre. “El Alba” es parte importante del programa, es la invitación popular al pueblo para acudir al festejo.