“Todo el tiempo he tratado de ganar tiempo, y sin embargo he dejado fuera de mi tiempo lo más valioso de mi vida. Eso habla de ansiedad y de inmadurez. Ansiedad, querer ganar tiempo, aprovechar hasta el último segundo. Ansiedad, donde muchos temas se mueven fuera de la conciencia, quizá, lo más seguro, emergiendo desde el inconsciente, desde las vivencias más añejas y olvidadas. Quizá grabadas, incluso, desde cuando no contabas ni el tiempo, y por eso se quedaron prendidas con más fuerza. Es decir, donde no hay tiempo hay más entereza, así que hay que estar atento a lo que sucede en esa escala, en donde no hay tiempo, o donde no se lo toma tan en cuenta.
Inmadurez, no saber valorar el tiempo que tienes, y entonces no aprovechas tu vida. ¿No te das cuenta que vivir el instante con plena conciencia es vivir en un cierto tipo eternidad? Para todo hay tiempo, sólo es cuestión de darse cuenta. Inmadurez, porque no tienes experiencia y no sabes nada de nada, entre otras cosas, del valor del tiempo. A éste no se le aborda con angustia ni es para que lo tires por la borda. Es tu tesoro, el único que tienes, el que te fue asignado por un milagro del universo. Sí, porque llegaste desde la nada, desde la no existencia, pero ahora existes, ¿qué vas a hacer con tu tiempo? ¿malgastarlo por ahí en estupidez y media, incluidas las prisas malévolas del miedo a la muerte?”
Aprovechar conscientemente cada instante es disfrutar del tiempo. Así lo planteó perfectamente el poeta mexicano Renato Leduc en su célebre soneto titulado Tiempo, el cual vale la pena citar in extenso:
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Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.
Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.
Amar queriendo como en otro tiempo
—ignoraba yo aún que el tiempo es oro—
cuánto tiempo perdí —ay— cuánto tiempo.
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...
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Ah, ese es el poder de la poesía: revelarnos lo oculto, lo que no aparece a simple vista. Recuperar la dicha inicua de perder el tiempo. Nada que hacer, ningún lugar a dónde ir, diría el monje budista Linji …Hay quienes no tienen tiempo para nada, están copados, y hay a quienes les sobra el tiempo. Ya lo dijo Albert Einstein: el tiempo es relativo, depende en dónde estés parado. Si sufres, el tiempo se te hará largo, largo. Si disfrutas, el tiempo se te hará muy corto. A dónde va una sociedad que no reflexiona acerca del tiempo tanto en lo personal como en lo socialmente determinado. El tiempo para amar es corto, el de odiar es largo, tortuoso, enfermizo. Ahora todo es fugaz y efímero, todo va quedando atrás irremediablemente. En esta época de hipercomunicación todo es momentáneo. Artistas populares que aparecen y desaparecen como por arte de magia, no duran nada, en quince minutos serán eternamente olvidados. Tuvieron sus quince minutos de fama a los que todos tenemos derecho, como ya lo señaló Andy Warhol. Antes, los grupos musicales grababan y si tenían éxito sus discos perduraban. Ahora duran lo que una pompa de jabón, sus éxitos son efímeros. No dejarán huella, nadie los recordará en unos meses. Salvo excepciones.
Los aspirantes populistas a dictadorcetes saben muy bien que el tiempo corre, y no quieren perder un solo instante para, según eso, escribir con letras de oro sus nombres en los anales de la historia. Su obsesión les hace perder el decoro, y pasan por encima de lo que sea, sólo existe su sueño personal. Pesadilla para otros. Los demás no importan, ellos imponen su tiempo encina de otros tiempos. Quieren dejar huella rotunda.
Así que te mueves rápido, rápido, rápido, pero no tienes tiempo para nada, ni para ti ni para nadie. Y si no tienes tiempo ni para ti mismo, entonces sí estás bien perdido, porque no sabes lo que vales, no te aprecias. ¿Cómo podrías valorar a los otros si no lo haces ni contigo mismo? Es raro el sistema social actual que busque reivindicar explícitamente al ser humano consciente. Es más cómodo y manejable impulsar al hombre masa, acrítico, que no da lata, que está perdido en el tiempo. No piensa en nada, vive perdido en su marasmo. Pero, ¿quién tiene tiempo para detener el tiempo? ¿Quién para reflexionar, pensar, meditar? La gran mayoría de seres humanos son barridos por la fuerza de las prisas y la inmediatez. Todo es rápido. ¿Leer más de tres renglones? Qué horror. ¿Leer un libro completo?, qué ultra hueva. No hay tiempo para la vida contemplativa, es más ¿qué es eso?
Tendrían que darse un tiempecito para leer al respecto el libro El aroma del tiempo, de el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, en donde el autor señala que la crisis actual sólo podrá superarse cuando la vida activa, ligada exclusivamente al trabajo, se complemente, sea cuestionada y enriquecida con el aporte de la vida contemplativa.
Pero no es solamente la aceleración del tiempo vital la que nos destruye, es también la atomización y la dispersión. La masa no puede encontrar la relación entre las cosas, todo parece estar aislado y sin relación, no entiende la secreta unidad del todo, Para lograr esa comprensión hay que trabajar, estudiar, pensar, reflexionar. Aun con las súper redes de comunicación, aun teniendo en la mano el celular todo el día, con el que podrían ser más sabios que los hombres de todos los tiempos pasados, los seres humanos actuales son más ignorantes y están más masificados que nunca. Son fácilmente engañados, manipulados, y si no, véase el poder y penetración que tienen las fake news. Están atiborrados todo el día de memes bobos y tiktoks de chicas guapísimas, pero quién sabe si con algo más que ofrecer. Todo aparece disgregado, disperso, sin lazos de unión, meramente momentáneo, para pasar el rato, o peor, para matar el tiempo. El tiempo, lo único que tienen en la vida los humanos, y que es finito y corto.
“La aceleración expresa, pues, -señala el filósofo Byung-Chul Han- que se han roto los diques temporales. Ya no hay diques que regulen, articulen o den ritmo al flujo del tiempo, que puedan detenerlo y guiarlo, ofreciéndole un sostén, en su doble sentido, tan bello. Cuando el tiempo pierde el ritmo, cuando fluye a lo abierto sin detenerse sin rumbo alguno, desaparece también cualquier tiempo apropiado y bueno.”
Y eso es grave.
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Algunos autores como Byung- Chul Han señalan que la crisis social actual sólo podrá superarse cuando la vida activa, ligada exclusivamente al trabajo, se complemente, sea cuestionada y enriquecida con el aporte de la vida contemplativa