/ miércoles 17 de mayo de 2023

El cara de hombre II

Vitral

La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter; de tal manera que se puede afirmar, de seguro, que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona.

Si no hubiese perros, no me gustaría la vida. Arthur Schopenhauer.

Para Taviro, el escritor, y para Mario Medina.


Un día atropellaron al Cara de hombre, o bueno, eso parecía, en realidad nadie de los vecinos ni dueños vieron nada, solamente un día el animal apareció a rastras, apenas llegó a la puerta y ya no se movió de ahí, estaba raro, algunos decían que quizá alguien le había dado una paliza, un mal golpe o que le pegaron en un nervio, el caso es que el animal no se levantaba para nada. Con muchos trabajos lo metieron y lo dejaron junto a su perrera, lo bueno que no era tiempo de lluvias y no se mojaba. Luego le acomodaron unas tablas para que tuviera sombra. Como el animal no se levantaba ahí mismo hacía sus necesidades y había que estar limpiando a cada rato. Qué le pasó, quién sabe, cuando lo tocaban no lloraba y tampoco parecía tener alguna parte inflamada, mucho menos una herida abierta.

Como pasaron tres o cuatro días de que el animal no se levantaba una tía sugirió que de una vez lo mataran, para qué servía un perro paralítico que no pudiera caminar, iba a ser un sufrimiento para el animal, en principio, y para todos los demás. Pero la hija del dueño de la casa, que era muy animalera, le latía que el perro tenía remedio, así que se opuso fieramente a que intentarán “dormirlo” –como eufemísticamente se dice ahora para matarlos–, y se comprometió a cuidarlo, limpiarlo y sacarlo adelante. El Cara de hombre, como tenía cara de hombre, miraba fijamente y con agradecimiento a la joven y casi lloraba de alegría. La muchacha con pura intuición comenzó a tratarlo, primero le empezó a dar unos masajes muy suaves en las dos piernas traseras, y luego empezó a ejercitarlo a la manera de una fisioterapia. El perro se dejaba hacer todo, y con una mirada muy tierna parecía agradecer, las orejas para atrás y la lengua lista para lengüetear.

Desde los primeros días la muchacha animalera le daba sus terapias muy temprano antes de irse a la escuela, y a media tarde después de comer, pero el perro parecía no responder. La tía volvió a insistir, ya mejor mátenlo. Al sexto día alguien sugirió que le pusieran barro medicinal en las piernas, fue una bronca porque había que mojarle primero las patas porque si no con el pelo del perro el barro no agarraba, aunque después se dieron cuenta de que no era necesario humedecerlo. Compraron unas vendas de 10 cm de ancho y le colocaron el barro con un trapo, luego lo vendaron. La bronca fue al otro día en la mañana cuando con el excremento se hizo tremendo revoltijo con el barro y las vendas, pero como nadie metía mano nadie salía afectado. La joven sola, con mucho cariño, se encargaba de quitarle el barro y hacerle sus terapias. El animal estaba más vivaracho y parecía alegrarse cuando ella se acercaba para curarlo. Le llevaba croquetas de buena calidad y agua, mucha agua. Los primeros días el perro no quiso ni comer, pero ya a partir del tercer o cuarto día empezó a comer un poco. Al quinto o sexto ya estaba comiendo casi normalmente y empezaba como a desplazarse, pero arrastrando las dos piernas traseras. La tía volvió a insistir en que lo llevaran al veterinario para que le aplicaran una inyección. La joven dijo bruscamente que no, que él estaba mejorando. El Cara de hombre sólo volteaba a un lado y a otro sabiendo que estaba de por medio su vida.

Ya para el séptimo u octavo día el perro iba mucho mejor, todos estaban asombrados. Un animal, al que ya le auguraban hasta la muerte, iba tambaleándose, pero había logrado ponerse de pie. Cuando la joven se acercaba la alegría y agradecimiento de la bestia eran inmensos, meneaba la cola como reata a toda velocidad, echaba las orejas para atrás y embarraba su cuerpo en ella. Estaba profundamente agradecido. Increíble, sé que la comparación se hace seguido, pero no por ello se agota. Ese perro era más agradecido que muchos humanos que tienen todo y no saben agradecer la luz del sol, la lluvia, la amistad, la presencia de la luna, el platón de frutas, la comida, la mirada de su hijo, la deliciosa boca de su esposa o la presencia del ser amado. No saben agradecer nada, corren como monos locos de un lado a otro con mucha prisa, mucha prisa, y mucho trabajo, no tienen tiempo para nada. Ah, pero eso sí, para el celular sí tienen horas, contestan mensajes y comparten memes, la mayoría de ellos tontos. Este perro era un maestro con cara de humano, era agradecido hasta grados que parecían exagerados, pero él sabía bien que gracias a esa joven estaba volviendo a caminar. Gracias a esas manos y a los masajes ya daba pasos cada vez más firmes. En diez días estaba caminando casi como si nada hubiera pasado, y cada que la muchacha se iba a la escuela él la acompañaba hasta la parada a siete cuadras de distancia, y ahí esperaba sentado hasta que ella se subiera a su pesero; y en las tardes, casi como si tuviera reloj, el Cara de hombre se iba a la parada, una vez más, a esperar el regreso de la joven. Así a diario.

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Por cierto, nunca he sabido cómo se llamaba verdaderamente el Cara de hombre. Claro, los perros no tiene ningún nombre de origen, ni los humanos, pero la gente con la que viven les asigna uno. Conozco a esos vecinos porque a veces coincide que voy pasando y van saliendo o entrando a su casa, pero nunca he escuchado cómo le dicen al perro. Por lo mismo, yo le he puesto un montón de nombres, le cambio uno casi a diario. Le llamo Pulgoso, Pepino, Zotaco, Macuarro, Eleuterio, Pancho, Sinfonolo, Botija, Cachete, y todos los que se me ocurren y que creo que le sientan bien, y por supuesto Cara de hombre. Así que cada vez que paso por ahí y lo veo lo saludo diciéndole “hola”, con el nuevo nombre que se me haya ocurrido. Aunque los que le digo más son Cachete y Botija, porque ha engordado mucho, se ve que come bien, aunque como todo perro citadino se está expandiendo, le falta hacer más ejercicio. He escuchado que los perros de antes caminaban hasta 25 km por día.


https://escritosdealfonsofrancotiscareno.blogspot.com


La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter; de tal manera que se puede afirmar, de seguro, que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona.

Si no hubiese perros, no me gustaría la vida. Arthur Schopenhauer.

Para Taviro, el escritor, y para Mario Medina.


Un día atropellaron al Cara de hombre, o bueno, eso parecía, en realidad nadie de los vecinos ni dueños vieron nada, solamente un día el animal apareció a rastras, apenas llegó a la puerta y ya no se movió de ahí, estaba raro, algunos decían que quizá alguien le había dado una paliza, un mal golpe o que le pegaron en un nervio, el caso es que el animal no se levantaba para nada. Con muchos trabajos lo metieron y lo dejaron junto a su perrera, lo bueno que no era tiempo de lluvias y no se mojaba. Luego le acomodaron unas tablas para que tuviera sombra. Como el animal no se levantaba ahí mismo hacía sus necesidades y había que estar limpiando a cada rato. Qué le pasó, quién sabe, cuando lo tocaban no lloraba y tampoco parecía tener alguna parte inflamada, mucho menos una herida abierta.

Como pasaron tres o cuatro días de que el animal no se levantaba una tía sugirió que de una vez lo mataran, para qué servía un perro paralítico que no pudiera caminar, iba a ser un sufrimiento para el animal, en principio, y para todos los demás. Pero la hija del dueño de la casa, que era muy animalera, le latía que el perro tenía remedio, así que se opuso fieramente a que intentarán “dormirlo” –como eufemísticamente se dice ahora para matarlos–, y se comprometió a cuidarlo, limpiarlo y sacarlo adelante. El Cara de hombre, como tenía cara de hombre, miraba fijamente y con agradecimiento a la joven y casi lloraba de alegría. La muchacha con pura intuición comenzó a tratarlo, primero le empezó a dar unos masajes muy suaves en las dos piernas traseras, y luego empezó a ejercitarlo a la manera de una fisioterapia. El perro se dejaba hacer todo, y con una mirada muy tierna parecía agradecer, las orejas para atrás y la lengua lista para lengüetear.

Desde los primeros días la muchacha animalera le daba sus terapias muy temprano antes de irse a la escuela, y a media tarde después de comer, pero el perro parecía no responder. La tía volvió a insistir, ya mejor mátenlo. Al sexto día alguien sugirió que le pusieran barro medicinal en las piernas, fue una bronca porque había que mojarle primero las patas porque si no con el pelo del perro el barro no agarraba, aunque después se dieron cuenta de que no era necesario humedecerlo. Compraron unas vendas de 10 cm de ancho y le colocaron el barro con un trapo, luego lo vendaron. La bronca fue al otro día en la mañana cuando con el excremento se hizo tremendo revoltijo con el barro y las vendas, pero como nadie metía mano nadie salía afectado. La joven sola, con mucho cariño, se encargaba de quitarle el barro y hacerle sus terapias. El animal estaba más vivaracho y parecía alegrarse cuando ella se acercaba para curarlo. Le llevaba croquetas de buena calidad y agua, mucha agua. Los primeros días el perro no quiso ni comer, pero ya a partir del tercer o cuarto día empezó a comer un poco. Al quinto o sexto ya estaba comiendo casi normalmente y empezaba como a desplazarse, pero arrastrando las dos piernas traseras. La tía volvió a insistir en que lo llevaran al veterinario para que le aplicaran una inyección. La joven dijo bruscamente que no, que él estaba mejorando. El Cara de hombre sólo volteaba a un lado y a otro sabiendo que estaba de por medio su vida.

Ya para el séptimo u octavo día el perro iba mucho mejor, todos estaban asombrados. Un animal, al que ya le auguraban hasta la muerte, iba tambaleándose, pero había logrado ponerse de pie. Cuando la joven se acercaba la alegría y agradecimiento de la bestia eran inmensos, meneaba la cola como reata a toda velocidad, echaba las orejas para atrás y embarraba su cuerpo en ella. Estaba profundamente agradecido. Increíble, sé que la comparación se hace seguido, pero no por ello se agota. Ese perro era más agradecido que muchos humanos que tienen todo y no saben agradecer la luz del sol, la lluvia, la amistad, la presencia de la luna, el platón de frutas, la comida, la mirada de su hijo, la deliciosa boca de su esposa o la presencia del ser amado. No saben agradecer nada, corren como monos locos de un lado a otro con mucha prisa, mucha prisa, y mucho trabajo, no tienen tiempo para nada. Ah, pero eso sí, para el celular sí tienen horas, contestan mensajes y comparten memes, la mayoría de ellos tontos. Este perro era un maestro con cara de humano, era agradecido hasta grados que parecían exagerados, pero él sabía bien que gracias a esa joven estaba volviendo a caminar. Gracias a esas manos y a los masajes ya daba pasos cada vez más firmes. En diez días estaba caminando casi como si nada hubiera pasado, y cada que la muchacha se iba a la escuela él la acompañaba hasta la parada a siete cuadras de distancia, y ahí esperaba sentado hasta que ella se subiera a su pesero; y en las tardes, casi como si tuviera reloj, el Cara de hombre se iba a la parada, una vez más, a esperar el regreso de la joven. Así a diario.

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Por cierto, nunca he sabido cómo se llamaba verdaderamente el Cara de hombre. Claro, los perros no tiene ningún nombre de origen, ni los humanos, pero la gente con la que viven les asigna uno. Conozco a esos vecinos porque a veces coincide que voy pasando y van saliendo o entrando a su casa, pero nunca he escuchado cómo le dicen al perro. Por lo mismo, yo le he puesto un montón de nombres, le cambio uno casi a diario. Le llamo Pulgoso, Pepino, Zotaco, Macuarro, Eleuterio, Pancho, Sinfonolo, Botija, Cachete, y todos los que se me ocurren y que creo que le sientan bien, y por supuesto Cara de hombre. Así que cada vez que paso por ahí y lo veo lo saludo diciéndole “hola”, con el nuevo nombre que se me haya ocurrido. Aunque los que le digo más son Cachete y Botija, porque ha engordado mucho, se ve que come bien, aunque como todo perro citadino se está expandiendo, le falta hacer más ejercicio. He escuchado que los perros de antes caminaban hasta 25 km por día.


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