Las labores para el proyecto museográfico del Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de El Cerrito empezaron en 1995, cuando el investigador Daniel Valencia, a través de sus pesquisas, puso en el mapa a esta zona, que todavía en los años 80 no era considerada por la historiografía mexicana.
Además de no conocerse la riqueza arqueológica de Querétaro, en aquellos años aún no existía información sobre la presencia de la cultura tolteca en esta región, pues la atención se centraba fundamentalmente en el mundo mexica y maya.
“Era un cerro lleno de basura. Aquí la gente venía a hacer días de campo. Cuando Daniel llegó y vio que estaba en una situación muy precaria y de abandono por la población local, y con fuertes problemas de saqueo, con toda su capacidad de gestión e investigación, se dedicó a limpiar el espacio –en una primera instancia–, y luego buscó convertirlo en un área de protección. De hecho, tenemos una declaratoria [como Zona de Monumentos Arqueológicos] dada a conocer en el Diario Oficial (2000), donde 16 hectáreas fueron declaradas patrimonio”, señaló Claudia Dovalí, actual directora del Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de El Cerrito.
Desde el inicio, en 1999, se planteó el proyecto museográfico del área arqueológica, pero por falta de recursos se retrasó hasta 2017, cuando con una inversión tripartita del gobierno federal, estatal y del municipio de Corregidora– de más 30 millones de pesos–, se construyó este recinto dividido en cuatro áreas de exposición, vestíbulo, sala de proyección, oficinas, jardín etnobotánico y módulo de sanitarios.
Tras concluirse los trabajos, el 14 de febrero del 2019 se abrieron sus puertas, registrándose desde entonces una afluencia de 55 mil visitantes hasta la fecha, así lo confirmó la directora.
Actualmente el Museo de Sitio El Cerrito forma parte de la red de museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la cual es integrada por 162 recintos, cuya labor es reforzar los conocimientos sobre una localidad, sitio histórico o arqueológico importante.
La pirámide del Gran Cue
Considerado el centro ceremonial más grande del centro norte de Mesoamérica hasta el momento, la pirámide del Gran Cue –mejor conocida por los lugareños como la pirámide de El Pueblito–, mide 83.3 metros de cada lado y tiene un basamento piramidal de 30 metros de altura.
“La pirámide de Chichen Itzá (Kukulkán) tiene un metro más, pero su base es mucho más pequeña; es decir, el basamento piramidal que se puede ver aquí es mucho más grande”, afirma Dovalí, y explica que además de esta estructura, la zona arqueológica se encuentra conformada por el Altar de los cráneos, la Plaza de las esculturas, la Sala de los cuatro altares, la Plaza de la danza y el Altar de obsidianas.
No obstante, la directora recomienda iniciar el recorrido por el museo para poder adentrarse y conocer la historia que subyace en los yacimientos.
“Visitar primero el museo nos da la oportunidad de entender la arquitectura que se encuentra en la parte superior; de alguna manera aquí estamos viendo evidencias (...) si nos llevamos imágenes mentales sobre este espacio hacia allá arriba (dice refiriendose a los yacimientos), será más significativa la experiencia”, asegura y señala un cronograma que sitúa a la zona arqueológica en una línea de tiempo.
Recorrido a través de los siglos
Con un mapa antiguo del siglo XVI en el que se visualiza el mítico nacimiento de los siete grupos tolteca- chichimecas, inicia el recorrido por las cuatro salas que resguardan los 125 objetos antiguos de su acervo.
Sobre el mito, en el que la diosa central es Itzpapálotl (mariposa de obsidiana), la sociedad tolteca cimentó su identidad, expresándola través de estructuras arquitectónicas, rituales y objetos culturales. Con base en esta cosmovisión, el arqueólogo realizó el diseño museográfico del proyecto, dividiendo el espacio en cuatro secciones; siendo el origen mítico, el punto de partida.
“Los toltecas vivían en un espacio donde no les hacía falta nada, llamado Tollan, pero en determinado momento los dioses decidieron que vinieran a poblar la Tierra y es a través de su nacimiento, en el mítico Chicomoztoc, ‘Lugar de las siete cuevas’, que empiezan la fundación de su Tollan terrenal, a través de la diosa patrona que les es asignada, Itzpapálotl”, se lee a Valencia a través de un comunicado oficial del INAH.
El recorrido prosigue con la arquitectura desde el punto de vista de la construcción del espacio sagrado, en el que se plantea cómo fue construido, los materiales que se emplearon y la estética. Continúa con la explicación de la tradición tolteca de ofrendar a todas sus construcciones y culmina con la exhibición de las ofrendas cotidianas, en las que son incluidos objetos de otras regiones de Mesoamérica, y se presenta a la zona arqueológica como una importante ruta sagrada y de intercambio, que conservó su carácter ceremonial luego de que los toltecas la abandonaran hacia el año 1200.
Con la exhibición de ofrendas distintivas de los chichimecas y otomíes, se argumenta también la ocupación de este espacio por ambas culturas en diferentes momentos históricos.
Entre el acervo destacan las lápidas con glifos calendáricos, ofrendas antiguas, braseros sagrados, cerámica ceremonial y el hallazgo de un entierro infantil tradicional, además de una interpretación a escala de la zona arqueológica en su apogeo; misma que puede compararse a través de un enorme ventanal desde el que se aprecia la grandeza y la apariencia actual de la pirámide del Gran Cue.
Nuevas metas
Para Dovalí, un museo permanece latente siempre y cuando la gente lo visite, disfrute su estancia, lo aprecie y se lleve algo con ellos. “Los museo están vivos también en la medida en la que se promuevan actividades que ayuden a comprender mejor el espacio”, asegura.
Bajo esta visión es que el año pasado, a través de su área de comunicación educativa, organizaron talleres y cursos de verano dirigidos a niñas, niños y familias completas. Uno de ellos fue “Manos alfareras”, un taller donde a través de la técnica del modelado, las familias pudieron adentrarse más en la cerámica dimensional, y en la dimensión histórica y cultural de este arte prehispánico.
“¿Cuál era el tema de este taller? Se se les hablaba a los visitantes sobre la cerámica, únicamente de ello, y luego en un área que se adecuó como taller, se les proporcionó una bola de barro con la que pudieron realizar una pieza; ya sea desde su imaginario, de lo que vieron, o también con ayuda de unos moldes; la coordinadora del área, Martha Sánchez, pudo reproducir algunas de las piezas que aquí tenemos en exhibición”, detalla.
Debido al éxito obtenido con el taller y del curso de verano– en el que bajo el pretexto de conocer la cultura tolteca se acercó a 50 pequeños al santuario y su biodiversidad–, la directora informa que este año ampliarán su oferta de actividades culturales complementarias.
Entre ellas se encuentra “Cazando la imagen”, un curso de fotografía diseñado para 20 personas, en el que podrán aprender los principios básicos de esta técnica, y con cámara al hombro, adentrarse en la zona arqueológica y en algunos otros espacios históricos del municipio de Corregidora. El taller comenzará en marzo y culminará con una exhibición colectiva el 6 de mayo.
También se ofertará un taller sabatino de divulgación científica para niños en el que, a través de la cultura tolteca y la biodiversidad de la zona arqueológica, los participantes podrán aprender de física, química, historia y matemáticas.
Por si fuera poco, adelanta que están trabajando en un nuevo espacio que ha sido diseñado para las personas con discapacidad visual y auditiva. “Estamos en eso, porque se necesitan muchos recursos. Será un espacio para las personas con discapacidad, ya tenemos cinco reproducciones de una estela, que es un brasero y una pirámide para que la gente con discapacidad visual pueda tocarlas y no solamente se lleve el discurso, sino de alguna manera pueda experimentarla. También pensamos en un módulo para la gente con discapacidad auditiva, para que con el lenguaje de señas, puedan conocer la historia; esos módulos se van a colocar en el área de comunicación educativa”, detalla.
Entre otras cosas, la directora compartió su interés por generar un corredor cultural que interconecte al Museo de Sitio El Cerrito con el Museo Regional de Querétaro –ambos recintos del INAH–, así como un proyecto colaborativo con el jardín botánico de Cadereyta para que “puedan venir a ayudarnos a clasificar la flora y nos capaciten para cuidarla, lo mismo con la fauna (...) pues tenemos aves, zorras, ardillas, tarántulas, alacranes y víboras de diferentes tipos”.
Primer aniversario
Para celebrar este ciclo, el Museo de Sitio El Cerrito arrancará con su programa de exposiciones temporales, este 11 de febrero a las 18:30 horas, a través de la inauguración de “Raíces y sentimientos de un pueblo”; una colección de la pintora queretana Linda Sánchez, quien con sus piezas aproximará al público a las tradiciones y costumbres de El Pueblito, Corregidora.
A través de esta galería se invitará a otros creadores locales– como Rubén González–, cuya obra gire en torno a la historia y las manifestaciones culturales del municipio. Además planean promover exhibiciones sobre temas de conservación, protección e investigación, así como de arqueología, arquitectura y antropología. “Estamos planeando traer una exposición (...) con algunas reproducciones paleontológicas de diferentes estados; vamos a tratar de conseguir una pieza original de Corregidora, y hablar sobre ello".
Próximamente ofrecerán un nuevo espacio diseñado para las personas con discapacidad visual y auditiva, donde además de poder palparse la pirámide, habrá interpretación en lenguaje de señas.