/ lunes 25 de febrero de 2019

El Chapo, un hombre bueno

El libro de cabecera

El 19 de enero del 2017, la DEA grabó un video en donde aparecía el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera con los ojos llorosos. Se trataba del momento en que recién llegaba a una prisión de Nueva York, justo después de su extradición. La DEA se encargó de difundir el material apenas el pasado 13 de febrero. Jeffrey Lichtman, abogado de “El Chapo”, lamentó que la DEA hubiera difundido el material “demasiado tarde”, ya que, de acuerdo al defensor del narcotraficante, el video pudo haber sido útil para humanizar a El Chapo.

A principios del 2019, en redes sociales circuló un mensaje calificado como “desgarradora carta de amor” por algunos medios. La remitente era Emma Coronel, esposa de El Chapo. La carta dice así: "Hablo de años de convivir con él. No me pueden vender otra versión de Joaquín y aunque hace mucho tiempo que no tenemos contacto, mi esposo sabe lo mucho que lo quiero y siempre contó, cuenta y contará conmigo. […] Por encima de nuestra relación y amor, siempre estuvo nuestra gran amistad, la cual siempre fortalece nuestro amor porque sé que es mutuo. Todo lo que se habló de Joaquín (sic), bueno y malo, para mí no cambia de ninguna manera la forma que tengo de pensar de él ya que tengo años de conocerlo, de compartir, y esos años me dejan más que claro la persona que es, y eso nadie lo cambia", escribió Coronel en su cuenta de Instagram.

El mismo miércoles, tras un juicio que estuvo aderezado de señalamientos de corrupción, injurias, declaraciones aberrantes (como aquella que refiere que el narcotraficante abusó de niñas de 13 años de edad), finalmente El Chapo fue condenado a cadena perpetua. Pero ahí no termina el asunto, aún le faltan 10 acusasiones más. Cuando estuvo recluido en México, fue sentenciado solamente 20 años y nueve meses de prisión. Tras fugarse, quedó pendiente de cumplir ocho años.

Los contrastes en el discurso sobre El Chapo son apabullantes. Mientras en Estados Unidos y el resto del mundo el narcotraficante era señalado unanimemente como el enemigo público (de ahí que a su proceso le hayan endilgado el mote de El Juicio del Siglo), en el imaginario cultural mexicano se le considera un Robin Hood, un hombre bueno que, por ejemplo, en Badiraguato, Sinaloa, ciudad natal de Guzmán, “ ayudó a mucha gente, construyó caminos, escuelas, iglesias; pues sí, van a sufrir, porque falta apoyo, porque el gobierno no da el apoyo que se requiere”, de acuerdo a las declaraciones de un hombre que se negó a dar su nombre[1].

Al jefe de jefes, al niño pródigo de Sinaloa, al señor del narco, en su tierra natal se le dedican corridos, fotografías, estatuas, calles, frases célebres y demás memorabilia. “Si El Chapo volviera, sería un alivio”. “Cuando él estaba no había pobreza ni violencia”. “Eramos un pueblo con un autogobierno no reconocido, con un mandatario dadivoso”, dicen los pobladores. "Desde que ya no está el señor 'Chapo' hay más pobreza, y la gente se tiene que bajar (de la sierra), porque está más canija… más dura la cosa", dice Jorge Valenzuela, poblador de Potrero de Bejarano, comunidad que colinda con el estado de Chihuahua. "Él repartía dinero a la gente, le daba para sembrar, para que comprara cosas, ya no hay nadie que haga eso", agrega mientras camina en territorios del Triángulo Dorado, localizado en las montañas del noroeste de México[2].

Algo raro ocurre en México desde hace tiempo. Tenemos un grave problema de confusión en todos los niveles de la vida social. En el ámbito político se prefiere contratar al amigo por sobre el profesionista, en plena reproducción perenne del modelo clientelar, del compadrazgo y del amiguismo. En el plano académico y profesional la meritocracia es vista con recelo, mientras que la mediocridad es el modus vivendi; las contadas excepciones disimulan a la sombra de la maquinaria institucional nepotista.

Mientras admiramos a El Chapo, a los policías los señalamos como corruptos a la primera provocación. La narcocultura y la folclorización de la muerte refuerzan el impulso aspiracional de las generaciones de niños y jóvenes quienes, al compás de la música de banda (¡Fierro, pariente!), imitan los estereotipos del narco.

De acuerdo al exhaustivo perfil criminal de Joaquín Guzmán Loera que elaboró la PGR en 1993, éste resultó ser un hombre “egocéntrico, narcisista, astuto, perseverante, tenaz, meticuloso, selectivo y hermético”. Manifiesta una “capacidad criminal alta y una adaptabilidad social media alta que le ha permitido crear redes de lealtad y complicidad”. Son tres rasgos de su personalidad que lo destacan del resto de los narcotraficantes: ingenioso, manipulador y encantador: un maestro en el arte de la seducción.

Pero detrás de aquél rostro deferente, amable, y muy lejano a las supuestas obras de caridad, existe y pervive un hombre cruel.

Sigue siendo pertinente la lectura de Los señores del narco (Grijalbo, 2010) de Anabel Hernández, una lectura imprescindible que debería tener el carácter de libro de texto gratuito.

@doctorsimulacro

[1] Disponible en https://elcomercio.pe/mundo/eeuu/chapo-guzman-cartel-sinaloa-mexico-dolio-lamentan-caida-capo-droga-narcotrafico-mexicano-nueva-york-eeuu-culiacan-nnda-nnrt-noticia-607221

[2] Disponible en https://vanguardia.com.mx/articulo/badiraguato-el-pueblo-natal-de-el-chapo-guzman-al-que-ya-no-regresara-mientras-viva

El 19 de enero del 2017, la DEA grabó un video en donde aparecía el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera con los ojos llorosos. Se trataba del momento en que recién llegaba a una prisión de Nueva York, justo después de su extradición. La DEA se encargó de difundir el material apenas el pasado 13 de febrero. Jeffrey Lichtman, abogado de “El Chapo”, lamentó que la DEA hubiera difundido el material “demasiado tarde”, ya que, de acuerdo al defensor del narcotraficante, el video pudo haber sido útil para humanizar a El Chapo.

A principios del 2019, en redes sociales circuló un mensaje calificado como “desgarradora carta de amor” por algunos medios. La remitente era Emma Coronel, esposa de El Chapo. La carta dice así: "Hablo de años de convivir con él. No me pueden vender otra versión de Joaquín y aunque hace mucho tiempo que no tenemos contacto, mi esposo sabe lo mucho que lo quiero y siempre contó, cuenta y contará conmigo. […] Por encima de nuestra relación y amor, siempre estuvo nuestra gran amistad, la cual siempre fortalece nuestro amor porque sé que es mutuo. Todo lo que se habló de Joaquín (sic), bueno y malo, para mí no cambia de ninguna manera la forma que tengo de pensar de él ya que tengo años de conocerlo, de compartir, y esos años me dejan más que claro la persona que es, y eso nadie lo cambia", escribió Coronel en su cuenta de Instagram.

El mismo miércoles, tras un juicio que estuvo aderezado de señalamientos de corrupción, injurias, declaraciones aberrantes (como aquella que refiere que el narcotraficante abusó de niñas de 13 años de edad), finalmente El Chapo fue condenado a cadena perpetua. Pero ahí no termina el asunto, aún le faltan 10 acusasiones más. Cuando estuvo recluido en México, fue sentenciado solamente 20 años y nueve meses de prisión. Tras fugarse, quedó pendiente de cumplir ocho años.

Los contrastes en el discurso sobre El Chapo son apabullantes. Mientras en Estados Unidos y el resto del mundo el narcotraficante era señalado unanimemente como el enemigo público (de ahí que a su proceso le hayan endilgado el mote de El Juicio del Siglo), en el imaginario cultural mexicano se le considera un Robin Hood, un hombre bueno que, por ejemplo, en Badiraguato, Sinaloa, ciudad natal de Guzmán, “ ayudó a mucha gente, construyó caminos, escuelas, iglesias; pues sí, van a sufrir, porque falta apoyo, porque el gobierno no da el apoyo que se requiere”, de acuerdo a las declaraciones de un hombre que se negó a dar su nombre[1].

Al jefe de jefes, al niño pródigo de Sinaloa, al señor del narco, en su tierra natal se le dedican corridos, fotografías, estatuas, calles, frases célebres y demás memorabilia. “Si El Chapo volviera, sería un alivio”. “Cuando él estaba no había pobreza ni violencia”. “Eramos un pueblo con un autogobierno no reconocido, con un mandatario dadivoso”, dicen los pobladores. "Desde que ya no está el señor 'Chapo' hay más pobreza, y la gente se tiene que bajar (de la sierra), porque está más canija… más dura la cosa", dice Jorge Valenzuela, poblador de Potrero de Bejarano, comunidad que colinda con el estado de Chihuahua. "Él repartía dinero a la gente, le daba para sembrar, para que comprara cosas, ya no hay nadie que haga eso", agrega mientras camina en territorios del Triángulo Dorado, localizado en las montañas del noroeste de México[2].

Algo raro ocurre en México desde hace tiempo. Tenemos un grave problema de confusión en todos los niveles de la vida social. En el ámbito político se prefiere contratar al amigo por sobre el profesionista, en plena reproducción perenne del modelo clientelar, del compadrazgo y del amiguismo. En el plano académico y profesional la meritocracia es vista con recelo, mientras que la mediocridad es el modus vivendi; las contadas excepciones disimulan a la sombra de la maquinaria institucional nepotista.

Mientras admiramos a El Chapo, a los policías los señalamos como corruptos a la primera provocación. La narcocultura y la folclorización de la muerte refuerzan el impulso aspiracional de las generaciones de niños y jóvenes quienes, al compás de la música de banda (¡Fierro, pariente!), imitan los estereotipos del narco.

De acuerdo al exhaustivo perfil criminal de Joaquín Guzmán Loera que elaboró la PGR en 1993, éste resultó ser un hombre “egocéntrico, narcisista, astuto, perseverante, tenaz, meticuloso, selectivo y hermético”. Manifiesta una “capacidad criminal alta y una adaptabilidad social media alta que le ha permitido crear redes de lealtad y complicidad”. Son tres rasgos de su personalidad que lo destacan del resto de los narcotraficantes: ingenioso, manipulador y encantador: un maestro en el arte de la seducción.

Pero detrás de aquél rostro deferente, amable, y muy lejano a las supuestas obras de caridad, existe y pervive un hombre cruel.

Sigue siendo pertinente la lectura de Los señores del narco (Grijalbo, 2010) de Anabel Hernández, una lectura imprescindible que debería tener el carácter de libro de texto gratuito.

@doctorsimulacro

[1] Disponible en https://elcomercio.pe/mundo/eeuu/chapo-guzman-cartel-sinaloa-mexico-dolio-lamentan-caida-capo-droga-narcotrafico-mexicano-nueva-york-eeuu-culiacan-nnda-nnrt-noticia-607221

[2] Disponible en https://vanguardia.com.mx/articulo/badiraguato-el-pueblo-natal-de-el-chapo-guzman-al-que-ya-no-regresara-mientras-viva

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