/ domingo 14 de enero de 2018

El Danzante Viajero - La mirada de Fernando Reyes

Manuel Quintana, apodado “El Venado. Originario de Santa Bárbara Chihuahua, edad 55 años. Él es un danzante azteca. Baila al ritmo de un tambor que el mismo está tocando. El sol del mediodía baña la plaza principal de Hidalgo del Parral, Chihuahua y el sudor corre por la frente de Manuel; ha estado danzando por más de una hora.

Se toma un descanso. Dice que desde los 12 años vio a unos danzantes en las fiestas patronales de su pueblo natal y le llamo la atención aprender la danza azteca. Con esta inquietud, se unió a un grupo de 70 danzantes de los cuales, solo él continua con la tradición; los demás ya murieron o dejaron de bailar. “Me tomo la libertad de seguir difundiendo este arte y aprovechar que aún tengo vida para ello”.

En su juventud viajo a Ciudad de México a estudiar la danza azteca. Estudio cada día, cada semana, cada mes, cada año. Compara la danza azteca a buscar un abundante tesoro: “entre más le va escarbando uno, más va aprendiendo, es una masa de sabiduría”.

A la fecha conoce más de 35 danzas y sus diferentes variaciones. Tienen diferentes ritmos, posturas, movimientos y llevan nombres de animales como la danza del venado, conejo, águila o serpiente emplumada.

El atuendo que lleva está inspirado en la cultura azteca y maya. Plumas de aves como faisán, gallina, guacamaya y águila, además del copil y el esplendor maya, una especie de tótem que carga a su espalda y se eleva unos 2 metros por encima de su cabeza.

 

Manuel comienza a prepararse para la próxima danza, no debe de interrumpir la secuencia.

“Bailamos para el Dios Quetzalcoatl o Tlaloc, para que nos den abundancia en el alimento, abundancia de agua, de calor, así mantenemos comunicación con los dioses”.

Lamenta que las nuevas generaciones desconozcan las raíces de su propio pueblo. “yo le hago una invitación a los jóvenes para que lean y se informen de nuestras raíces y antepasados, para que se entreguen a la mexicanidad”.

Solo quedan pocos minutos antes de iniciar la próxima danza azteca. Manuel dice que seguirá haciendo esto mientras Ometeo (Dios) le diga que ya es tiempo de dejarlo. Mientras, la danza lo seguirá llevando por el país como lo ha hecho hasta ahora pues ha danzado en Querétaro, Zacatecas, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Coahuila, Guanajuato, México, Hidalgo, Veracruz, “la danza me lleva allá, la danza me lleva a donde me necesita”

Manuel Quintana, apodado “El Venado. Originario de Santa Bárbara Chihuahua, edad 55 años. Él es un danzante azteca. Baila al ritmo de un tambor que el mismo está tocando. El sol del mediodía baña la plaza principal de Hidalgo del Parral, Chihuahua y el sudor corre por la frente de Manuel; ha estado danzando por más de una hora.

Se toma un descanso. Dice que desde los 12 años vio a unos danzantes en las fiestas patronales de su pueblo natal y le llamo la atención aprender la danza azteca. Con esta inquietud, se unió a un grupo de 70 danzantes de los cuales, solo él continua con la tradición; los demás ya murieron o dejaron de bailar. “Me tomo la libertad de seguir difundiendo este arte y aprovechar que aún tengo vida para ello”.

En su juventud viajo a Ciudad de México a estudiar la danza azteca. Estudio cada día, cada semana, cada mes, cada año. Compara la danza azteca a buscar un abundante tesoro: “entre más le va escarbando uno, más va aprendiendo, es una masa de sabiduría”.

A la fecha conoce más de 35 danzas y sus diferentes variaciones. Tienen diferentes ritmos, posturas, movimientos y llevan nombres de animales como la danza del venado, conejo, águila o serpiente emplumada.

El atuendo que lleva está inspirado en la cultura azteca y maya. Plumas de aves como faisán, gallina, guacamaya y águila, además del copil y el esplendor maya, una especie de tótem que carga a su espalda y se eleva unos 2 metros por encima de su cabeza.

 

Manuel comienza a prepararse para la próxima danza, no debe de interrumpir la secuencia.

“Bailamos para el Dios Quetzalcoatl o Tlaloc, para que nos den abundancia en el alimento, abundancia de agua, de calor, así mantenemos comunicación con los dioses”.

Lamenta que las nuevas generaciones desconozcan las raíces de su propio pueblo. “yo le hago una invitación a los jóvenes para que lean y se informen de nuestras raíces y antepasados, para que se entreguen a la mexicanidad”.

Solo quedan pocos minutos antes de iniciar la próxima danza azteca. Manuel dice que seguirá haciendo esto mientras Ometeo (Dios) le diga que ya es tiempo de dejarlo. Mientras, la danza lo seguirá llevando por el país como lo ha hecho hasta ahora pues ha danzado en Querétaro, Zacatecas, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Coahuila, Guanajuato, México, Hidalgo, Veracruz, “la danza me lleva allá, la danza me lleva a donde me necesita”

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