/ miércoles 11 de septiembre de 2019

“Él es Dios”, danza y tradición conchera

Al ritmo del teponaztli, el huéhuetl, así como del sonido del caracol y los huesos de fraile, el 13 de septiembre los concheros irrumpirán las calles del Centro Histórico con sus danzas rumbo al Cerro del Sangremal, espacio que remite al mito fundacional de la ciudad, desde hace 461 años

Como cada año, cientos de concheros, apaches y matlachines provenientes de diferentes regiones del país, se alistan con su danza, flor y canto en estas fechas, para sumarse al acontecimiento conchero más importante en Querétaro: la fiesta de la Santa Cruz de los Milagros.

Durante esta conmemoración que se desarrollará en los barrios de La Cruz y San Francisquito, del 12 al 15 de septiembre, cientos de danzantes queretanos –agrupados en diferentes mesas­­­ de concheros– darán continuidad a una tradición que data de 1531, y que tiene como sustento histórico un mito antiguo sobre la fundación de Querétaro.

En este relato se ilustra cómo a la mitad de una batalla cuerpo a cuerpo, entre un ejército integrado por españoles e indígenas aliados y las tropas chichimecas que se resistían a la invasión, se oscureció el día repentinamente, apareciendo sobre la bóveda celeste la imagen de Santiago Apóstol junto a una cruz resplandeciente.

Foto: Cortesía

“El acuerdo era que se libraría una batalla a cuerpo limpio, sin armas. Si ganaban los otomíes, los chichimecas aceptarían la nueva fe y la repartición de tierras, de lo contrario, los chichimecas se mantendrían como naturales y los contingentes españoles, tlaxcaltecas y otomíes se retirarían de la demarcación”, cuenta Omar Ugalde Rodríguez, un joven conchero perteneciente a la mesa Unión de Danza Azteca de Querétaro, quien asegura que la agrupación fue fundada el 17 de agosto de 1558 por Julián Campos, sobrino nieto de Conín.

Siguiendo este mito fundacional, Ugalde explica que ante el extraño suceso, los chichimecas exclamaron: “Él es Dios” en señal de reconocimiento de la cruz, dando así por terminada la sangrienta batalla.

“Aunque el 25 de julio es cuando debería conmemorarse este hecho, la Exaltación de la Santa Cruz ocurre hasta después, el 14 de septiembre. ¿Por qué? Porque fue hasta entonces que los frailes y los artesanos hicieron la cruz, muy semejante a la que se apareció en el enfrentamiento, y frente a la cual se dio lugar a las primeras danzas”, agrega.

Debido a que desde el siglo XVI la iglesia prohibió que las danzas se efectuaran al interior del templo, el investigador José Gerardo Bohórquez documenta en “Los concheros en el siglo XXI. El espíritu y el cuerpo del barrio de San Francisquito” (2014), que los rituales comenzaron a ser realizados al exterior, en el Cerro del Sangremal, permitiendo que su organización permaneciera en manos de los propios danzantes, hasta la actualidad.

Foto: Cortesía

Todo un año de conquistas

Detrás de la fiesta, el capitán general de la mesa, Oscar Rodríguez Colchado, afirma que hay meses de mucho trabajo y conquista, refiriéndose a los viajes que han realizado a la Ciudad de México, Jalisco, Guanajuato, San Luis Potosí, Hidalgo y Estado de México, para participar en los festejos tradicionales de otras agrupaciones.

“La unión la hacemos cada que nos congregamos con los diferentes grupos, ¿para qué? Para que vengan a nuestra fiesta también y le den más realce… se adquiere ese compromiso ”, afirma Rodríguez, agregando que el alférez de la agrupación ha llevado el estandarte de hasta Texas, San Diego, Nueva York, así como Perú, Argentina y Bolivia, bajo la misma misión y con el objetivo de difundir el lema chichimeca: “Unión, conformidad y conquista”.

Tras danzar en diferentes territorios, este año esperan poco más de 200 personas, a quienes darán de comer y albergarán en sus aposentos como lo marca la costumbre, pues la danza, explica el capitán, además de fungir como una expresión ritual de su cosmovisión e identidad cultural, crea y reafirma los lazos de compadrazgo entre danzantes a lo largo y ancho de la República Mexicana, y otras demarcaciones.

Foto: Cortesía

Trabajar y ahorrar para la danza

“Somos gente normal, trabajamos como todos, pero para nosotros la fiesta es una motivación más para juntar y engordar al cochinito, esa es una de las cosas principales, porque en esa fecha lo gastamos todo”, suelta el capitán con una sonrisa, compartiendo que además de danzar, es músico y artesano, y a la par de la tradición, se dedica a confeccionar los trajes de otros concheros.

Asimismo Omar cuenta que trabaja como asesor de modas en los almacenes comerciales de Liverpool, una labor que combina perfectamente con su pasión por la danza, “ es tanto el amor que sentimos por la tradición que cuando en lo personal no me han dado permiso para acudir a mi festividad (en otros trabajos), prefiero dar las gracias, no quedar mal, y cumplir con esto porque primero está la danza para mí y después todo lo demás”.

Aunque los miembros de la mesa son quienes solventan la fiesta –un monto que asciende a los 30 mil pesos aproximadamente más gastos extras–, aseguran que algunos danzantes, por manda, cooperan con veladores, comida, e incluso ayudan a atender a los compadres –como le dicen a los otros danzantes– durante la celebración.

“Como parte de la tradición, mi abuelo[Manuel Rodríguez Campos] legó la costumbre de dar mole otomí el 14 de septiembre, el día de la Exaltación de la Santa Cruz (…) incluso los civiles pueden llegar y les damos una probadita”, asevera.

Fotos: Donna Oliveros

Cuatro días de danza, flor y canto

Al ritmo del teponaztli, el huéhuetl, así como del sonido del caracol y los huesos de fraile, el 14 de septiembre los danzantes irrumpen las calles del Centro Histórico con su danza. No obstante, los concheros aseguran que aunque esta algarabía es lo que llama más la atención, lo central de su festividad ocurre dentro de sus oratorios, donde realizan la velación de las ánimas y de sus ancestros, “les hablamos y los hacemos presentes y partícipes de estas festividades”, asevera Omar, detallando que es en la noche del 12 septiembre cuando arrancan con este ritual, durante el cual también preparan el chimal o el xúchil (ofrenda floral o de frutos).

“A partir de las 9 o 10 pm se empieza con la velación, que termina cuando el primer rayo de sol toca el techo del cuartel [u oratorio]. [Para el chimal] usamos cualquier tipo de flor, pero en especial la cucharilla, cuyo tejido va acompañado de alabanzas, toques de concha, mandolinas y sonajas (…) Así nos comunicamos con los que ya no están, se le dice también el ‘llamamiento de ánimas’; pues a nuestros antepasado se les convoca y llegan desde otros planos existenciales”, explica Omar.

“Llamamos a los generales que se nos han adelantado para que su energía nos sepa guiar también, solicitándoles un buen consejo para que nos salgan bien las cosas”, agrega el capitán de esta mesa, cuyo oratorio se encuentra ubicado en Fernando Díaz Ramírez número 12, en el barrio de la Cruz.

Fotos: Fernando Reyes

En su altar, cuenta que descansa una reliquia que data del 17 de agosto de 1558; se trata de una cruz de madera de 35 por 45 cm, protegida con otra cruz de caoba de dos metros por uno de ancho, “con la cual nuestro ancestro Julián Campos empezó a evangelizar los valles queretanos”, y ha sido conservada por las siete generaciones de concheros que han mantenido viva la tradición de la Unión.

Además del levantamiento de los chimales, el día 13 de septiembre la mesa carga con esta reliquia de 200 kilos rumbo al Templo de la Cruz, así como con las custodias y los bastones, que son colocados al interior de este recinto.

Al siguiente día, durante la Exaltación de la Cruz, los concheros ofrendan su danza, orientando sus pasos de acuerdo al movimiento de las constelaciones “nosotros nos guiamos por el sol, la luna y las estrellas… por todos los elementos naturales, también es una forma de pedir permiso a nuestros lugares sagrados”, asevera Rodríguez Colchado, quien explica que los danzantes veneran a aquél por quien se vive: “Él es Dios”, así como a las relaciones comunitarias construidas a través de esta tradición

.

Fotos: Fernando Reyes

Finalmente el día 15 de septiembre, algunos hacen penitencia recorriendo de rodillas diferentes puntos del centro hasta el Templo de la Cruz, donde se ofrece una misa de ánimas por los concheros fallecidos.

En estas fechas, dice Omar, “retornamos a nuestro cauce. Aunque pareciera que nos secamos el resto del año, cuando se acerca la fiesta, otra vez resurgimos como río”, asegura con una sonrisa.

Como cada año, cientos de concheros, apaches y matlachines provenientes de diferentes regiones del país, se alistan con su danza, flor y canto en estas fechas, para sumarse al acontecimiento conchero más importante en Querétaro: la fiesta de la Santa Cruz de los Milagros.

Durante esta conmemoración que se desarrollará en los barrios de La Cruz y San Francisquito, del 12 al 15 de septiembre, cientos de danzantes queretanos –agrupados en diferentes mesas­­­ de concheros– darán continuidad a una tradición que data de 1531, y que tiene como sustento histórico un mito antiguo sobre la fundación de Querétaro.

En este relato se ilustra cómo a la mitad de una batalla cuerpo a cuerpo, entre un ejército integrado por españoles e indígenas aliados y las tropas chichimecas que se resistían a la invasión, se oscureció el día repentinamente, apareciendo sobre la bóveda celeste la imagen de Santiago Apóstol junto a una cruz resplandeciente.

Foto: Cortesía

“El acuerdo era que se libraría una batalla a cuerpo limpio, sin armas. Si ganaban los otomíes, los chichimecas aceptarían la nueva fe y la repartición de tierras, de lo contrario, los chichimecas se mantendrían como naturales y los contingentes españoles, tlaxcaltecas y otomíes se retirarían de la demarcación”, cuenta Omar Ugalde Rodríguez, un joven conchero perteneciente a la mesa Unión de Danza Azteca de Querétaro, quien asegura que la agrupación fue fundada el 17 de agosto de 1558 por Julián Campos, sobrino nieto de Conín.

Siguiendo este mito fundacional, Ugalde explica que ante el extraño suceso, los chichimecas exclamaron: “Él es Dios” en señal de reconocimiento de la cruz, dando así por terminada la sangrienta batalla.

“Aunque el 25 de julio es cuando debería conmemorarse este hecho, la Exaltación de la Santa Cruz ocurre hasta después, el 14 de septiembre. ¿Por qué? Porque fue hasta entonces que los frailes y los artesanos hicieron la cruz, muy semejante a la que se apareció en el enfrentamiento, y frente a la cual se dio lugar a las primeras danzas”, agrega.

Debido a que desde el siglo XVI la iglesia prohibió que las danzas se efectuaran al interior del templo, el investigador José Gerardo Bohórquez documenta en “Los concheros en el siglo XXI. El espíritu y el cuerpo del barrio de San Francisquito” (2014), que los rituales comenzaron a ser realizados al exterior, en el Cerro del Sangremal, permitiendo que su organización permaneciera en manos de los propios danzantes, hasta la actualidad.

Foto: Cortesía

Todo un año de conquistas

Detrás de la fiesta, el capitán general de la mesa, Oscar Rodríguez Colchado, afirma que hay meses de mucho trabajo y conquista, refiriéndose a los viajes que han realizado a la Ciudad de México, Jalisco, Guanajuato, San Luis Potosí, Hidalgo y Estado de México, para participar en los festejos tradicionales de otras agrupaciones.

“La unión la hacemos cada que nos congregamos con los diferentes grupos, ¿para qué? Para que vengan a nuestra fiesta también y le den más realce… se adquiere ese compromiso ”, afirma Rodríguez, agregando que el alférez de la agrupación ha llevado el estandarte de hasta Texas, San Diego, Nueva York, así como Perú, Argentina y Bolivia, bajo la misma misión y con el objetivo de difundir el lema chichimeca: “Unión, conformidad y conquista”.

Tras danzar en diferentes territorios, este año esperan poco más de 200 personas, a quienes darán de comer y albergarán en sus aposentos como lo marca la costumbre, pues la danza, explica el capitán, además de fungir como una expresión ritual de su cosmovisión e identidad cultural, crea y reafirma los lazos de compadrazgo entre danzantes a lo largo y ancho de la República Mexicana, y otras demarcaciones.

Foto: Cortesía

Trabajar y ahorrar para la danza

“Somos gente normal, trabajamos como todos, pero para nosotros la fiesta es una motivación más para juntar y engordar al cochinito, esa es una de las cosas principales, porque en esa fecha lo gastamos todo”, suelta el capitán con una sonrisa, compartiendo que además de danzar, es músico y artesano, y a la par de la tradición, se dedica a confeccionar los trajes de otros concheros.

Asimismo Omar cuenta que trabaja como asesor de modas en los almacenes comerciales de Liverpool, una labor que combina perfectamente con su pasión por la danza, “ es tanto el amor que sentimos por la tradición que cuando en lo personal no me han dado permiso para acudir a mi festividad (en otros trabajos), prefiero dar las gracias, no quedar mal, y cumplir con esto porque primero está la danza para mí y después todo lo demás”.

Aunque los miembros de la mesa son quienes solventan la fiesta –un monto que asciende a los 30 mil pesos aproximadamente más gastos extras–, aseguran que algunos danzantes, por manda, cooperan con veladores, comida, e incluso ayudan a atender a los compadres –como le dicen a los otros danzantes– durante la celebración.

“Como parte de la tradición, mi abuelo[Manuel Rodríguez Campos] legó la costumbre de dar mole otomí el 14 de septiembre, el día de la Exaltación de la Santa Cruz (…) incluso los civiles pueden llegar y les damos una probadita”, asevera.

Fotos: Donna Oliveros

Cuatro días de danza, flor y canto

Al ritmo del teponaztli, el huéhuetl, así como del sonido del caracol y los huesos de fraile, el 14 de septiembre los danzantes irrumpen las calles del Centro Histórico con su danza. No obstante, los concheros aseguran que aunque esta algarabía es lo que llama más la atención, lo central de su festividad ocurre dentro de sus oratorios, donde realizan la velación de las ánimas y de sus ancestros, “les hablamos y los hacemos presentes y partícipes de estas festividades”, asevera Omar, detallando que es en la noche del 12 septiembre cuando arrancan con este ritual, durante el cual también preparan el chimal o el xúchil (ofrenda floral o de frutos).

“A partir de las 9 o 10 pm se empieza con la velación, que termina cuando el primer rayo de sol toca el techo del cuartel [u oratorio]. [Para el chimal] usamos cualquier tipo de flor, pero en especial la cucharilla, cuyo tejido va acompañado de alabanzas, toques de concha, mandolinas y sonajas (…) Así nos comunicamos con los que ya no están, se le dice también el ‘llamamiento de ánimas’; pues a nuestros antepasado se les convoca y llegan desde otros planos existenciales”, explica Omar.

“Llamamos a los generales que se nos han adelantado para que su energía nos sepa guiar también, solicitándoles un buen consejo para que nos salgan bien las cosas”, agrega el capitán de esta mesa, cuyo oratorio se encuentra ubicado en Fernando Díaz Ramírez número 12, en el barrio de la Cruz.

Fotos: Fernando Reyes

En su altar, cuenta que descansa una reliquia que data del 17 de agosto de 1558; se trata de una cruz de madera de 35 por 45 cm, protegida con otra cruz de caoba de dos metros por uno de ancho, “con la cual nuestro ancestro Julián Campos empezó a evangelizar los valles queretanos”, y ha sido conservada por las siete generaciones de concheros que han mantenido viva la tradición de la Unión.

Además del levantamiento de los chimales, el día 13 de septiembre la mesa carga con esta reliquia de 200 kilos rumbo al Templo de la Cruz, así como con las custodias y los bastones, que son colocados al interior de este recinto.

Al siguiente día, durante la Exaltación de la Cruz, los concheros ofrendan su danza, orientando sus pasos de acuerdo al movimiento de las constelaciones “nosotros nos guiamos por el sol, la luna y las estrellas… por todos los elementos naturales, también es una forma de pedir permiso a nuestros lugares sagrados”, asevera Rodríguez Colchado, quien explica que los danzantes veneran a aquél por quien se vive: “Él es Dios”, así como a las relaciones comunitarias construidas a través de esta tradición

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Fotos: Fernando Reyes

Finalmente el día 15 de septiembre, algunos hacen penitencia recorriendo de rodillas diferentes puntos del centro hasta el Templo de la Cruz, donde se ofrece una misa de ánimas por los concheros fallecidos.

En estas fechas, dice Omar, “retornamos a nuestro cauce. Aunque pareciera que nos secamos el resto del año, cuando se acerca la fiesta, otra vez resurgimos como río”, asegura con una sonrisa.

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