En el Diccionario de los Símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant se puede leer en la entrada correspondiente: “… el propio nombre del laberinto, palacio del Hacha, recuerda que en Knossos la morada mítica del Minotauro era sobre todo el santuario del hacha bipene (emblema de la realeza) es decir del rayo arcaico de Zeus-Minos”, el hacha de doble filo que con uno da vida y con otro muerte. El laberinto es el intrincado camino que cada uno de nosotros debe seguir hasta alcanzar el centro de sí mismo, que está vacío.
En estos sentidos, nada más acertado para el proyecto de Franco Vega que llamar Laberinto al centro cultural que está construyendo en Cadereyta de Montes, con la finalidad de albergar a los actores viejos que terminan en el desamparo, antesala del olvido que, a final de cuentas, es la verdadera muerte.
Resulta curioso ver como las autoridades prescinden de procurar el amparo social para todos aquellos que dejaron las comodidades por dedicarse al arte. En ciertas ocasiones algunos funcionarios tuvieron que echar mano de la solidaridad, casi compasión y caridad, para ayudar a los viejos que aún caminaban por las calles de Querétaro y persistían en recorrer los caminos del arte. Manuel Naredo ayudó a uno alojándolo en un asilo de ancianos, Laura Corvera a otro encargándole un video documental que le dio entusiasmo como para sobrellevar sus últimos días, pero la seguridad social, lo que se llama seguridad social, brilla por su ausencia.
Es entonces que desde su estudio, ubicado en un tapanco que se levanta en el exiguo patio de La Cartelera, Franco Vega, actor, director e ingeniero, ha planificado un refugio en el terreno propicio que le heredó su padre, ha buscado el apoyo de las autoridades municipales, estatales y universitarias para echar a andar un centro cultural que habrá de contar con talleres, biblioteca, un teatro (obviamente) que se pondrán al servicio de los habitantes de Cadereyta de Montes, y un refugio para los viejos actores que hayan llegado desamparados a la senectud.
En ocho días los actores y las autoridades invitadas irán a plantar un árbol a la vera de los caminos del laberinto. Simbólicamente sembrarán los hitos que plantaron en la vida al caminar por los laberintos personales y por los del arte. El árbol mismo será un laberinto de ramas y raíces sin un centro establecido, tal como fue la búsqueda de la forma teatral siempre esquiva, como esquivo y misterioso es el ser. En este sentido, el Laberinto de Franco Vega tampoco tiene centro porque a nadie le está permitido llegar a su propio centro, o si lo hace pierde la conciencia en el arribo.
El último domingo de abril, entonces, iremos a Cadereyta de Montes, frente a la calle 20 de Noviembre, al otro lado de la carretera que va a Jalpan de Serra, a unos cuantos metros de la gasolinera, por el camino a La Florida, muy cerca del Planetario, iremos y cumpliremos con la tarea de la siembra, que es otro de los trabajos míticos que con el devenir de la tecnología y la industria ha perdido los eslabones que la unían al cosmos, a los dioses.
Franco Vega se inspiró en el Laberinto de Remedios Varo, en la pintura y en las utopías de esa misteriosa mujer a quien el propio Vega dedicó una obra, tal como dedicó otras a Pablo Picasso, Frida Khalo, Vicent Van Gogh, como si buscara en los trazos de esos pintores geniales las huellas de un camino que lo llevaría a los senderos de su propio laberinto y al centro cultural del mismo nombre.
No hace falta decir más porque las intenciones del actor – director son evidentes en el nombre de la institución que ha organizado: Fundación Franco Vega, Salud, Educación y Arte para el Bienestar Social A. C. Nombre que lleva implícitas las intenciones que sacan a la luz del día los objetivos que ni soñando las autoridades culturales imaginan.