Retomemos el repaso a una de las obras más representativas de Octavio Paz.
Capítulo 5. Conquista y colonia.
A su arribo a América, los españoles encontraron una civilización perfectamente estructurada en aquello que los peninsulares denominaron Mesoamérica. Lo que comprendía la próxima Nueva España comprendía el centro y sur del territorio mexicano actual, y parte de centroamérica; su población heterogénea se conformaba por distintas culturas peleadas entre sí pero con un enemigo común: los Aztecas, los últimos pobladores del Valle de México. Los pobladores de mesoamérica fueron grandes agricultores, su uso del maíz, el juego de pelota, y los sacrificios humanos conformaban sus principales rasgos característicos. La organización política se sustentaba mediante un sistema teocrático y militar. Su sistema politeista congregaba a los dioses Tláloc, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Mixcóatl, quienes, desde sus visiones y profecías, contemplaron la llegada inminente llegada del invasor.
La llegada de los españoles significó, no obstante, una oportunidad inaplazable de liberación para los pueblos sometidos por los Aztecas. Muchos de estos pueblos eran no oponían resistencia o llanamente era indiferentes. La excepción que confirmó la regla fueron los tlaxcaltecas, quienes se aliaron con Hernán Cortes para tomar Tenochtitlan. Sin embargo, Moctezuma II, también vislumbraba el fin de una era cósmica, para dar paso a otra más. En este marco, Mesoamérica esperaba la venida de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada que había jurado regresar. En el plano diplomático, Moctezuma II recibe a Cortés con presentes; en contraste, Cortes, con un puñado de hombres, la mayoría de ellos aventurerosy bandoleros, habría de efectura la conquista más absurda de la historia. Aún así, la profecía cumplia su designio, acaso por eso los dioses le dieron la espalda a sus creyentes. Al frente de un pueblo desamparado, Cuauhtémoc se enfrenta al invasor, pero con el sino manifiesto de la derrota.
Tras la conquista, el catolicismo se convierte en el corazón de la Nueva España y los indígenas, conscientes de su calidad de huérfnos, abrazan al Cristo ensangrentado, vilipendiado y humillado. En el Ecce Homo los conquistados encuentran un grave reflejo de su realidad. El nacimiento del catolicismo mexicano coincide con la decadencia del catolicismo europeo.
En Nueva España, que estrictamente hablando no es una colonia sino un reino, no sobresale una figura en el terreno del arte, de la cultura, de las letras ni del pensamiento. Tampoco destaca ningún político ni reformador o místico de importancia. La figura más representativa de esta época, se erige en la figura de Sor Juana Ines de la Cruz. Poeta, pensadora, monja gerónima, autora dramática y profundamente adelantada a su tiempo. Feminista antes de las feministas, lectora de Platón y Aristoteles, la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz se inserta en el mundo cerrado de la sociedad aristocrática de la Nueva España hacia finales del siglo XVII. En un periodo en que que coincide la entrema decadencia de España con el anuncio, en México, de una nueva sociedad: crepúsculo y alba. La figura de sor Juana puede verse como un emblema de esa contradicción y como un aviso de lo que sería la historia moderna de México. Los últimos años de la poetisa son los de su conflicto con los jerarcas de la iglesia: su defensa del derecho de la mujer al saber les pareció soberbia y rebelión. El fin de sor Juana le recuerda a Octavio Paz “el destino, en nuestro siglo, del intelectual libre en las sociedades dominadas por una ortodoxia y regidas por una burocracia”[i]. Sor Juana cree en Dios, pero siempre busca una explicación racional de las cosas, en un mundo donde sólo las afirmaciones y negaciones puras pueden existir, donde queda fuera la duda y el examen.
Capítulo 6. De la Independencia a la Revolución.
Tanto en su independencia como en su conquista, Nueva España encuentra dos ambiguedades. La Independencia no es propositiva en postulados, ni tampoco encontramos ideas universales. Los caudillos, es decir los sacerdotes, no tienen una idea clara de que hacer. Su única virtud, es escuchar de cerca al pueblo. La independencia sudamericana inicia con San Martín y Simón Bolívar. Inmediatamente se crean estados y se promulgan leyes. A pesar de que en el reino de la Nueva España se luchaba por liberar a los criollos de la burocracia peninsular, en ningún momento se pretendió cambiar las estructuras económicas ni sociales. Los ecos disonantes de la Revolución Francesa y la Norteamericana resuenan en todos los rincones. Los eventualmente denominados insurgentes vacilan entre la independencia total, o formas modernas de autonomía, aunque la guerra inicia por los abusos de la burocracia española contra los latifundistas. Sí, también existía el abuso de los latifundistas hacia sus campesinos, pero de ninguna manera se trataba de “una rebelión de la aristocracia contra la metrópoli, sino del pueblo contra la primera”. Hidalgo termina con la esclavitud, Morelos reparte los latifundios, pero, la iglesia y los grandes propietarios buscan ayuda en la Corona Española. Hidalgo, Morelos y Mina, sucumben ante esta alianza. Paradojicamente, en España los liberales toman el poder, destronan la monarquía mediante la promulgación de una constitución, lo que se convierte en una amenaza directa contra los intereses del clero. En México, la iglesia y los grandes propietarios, temiendo quizá una reacción en cadena, buscan a los insurgentes vivos y consuman la Independencia de la Nueva España. ¡Viva México!
@doctorsimulacro
BIBLIOGRAFÍA
[i] Octavio Paz, (1995) Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la Fe. México, D. F.: Fondo de Económica.