/ sábado 6 de junio de 2020

El regreso

Tinta para un Atabal

Mucha tinta se ha gastado en escribir acerca del futuro de la humanidad cuando termine el confinamiento al que hemos estado sometidos millones de personas en el mundo. La pandemia nos ha puesto a prueba y ha mostrado claramente los muchos errores cometidos. Es inevitable reflexionar acerca de lo que nos espera.

Podemos imaginar cómo será nuestro futuro próximo y algunas de estas elucubraciones están basadas en datos puntuales y tienen la certeza de la estadística y las matemáticas; otras están revestidas de esperanza o temor y unas más son meras especulaciones, propias de la ciencia ficción. Lo cierto es que las consecuencias no pueden ser certeramente calculadas en este momento.

Tal vez las personas se vuelvan más previsoras y ahorrativas sabiendo que un hecho inesperado los puede dejar realmente en la calle; quizá las dependencias y empresas cuenten con planes de contingencia y estarán más atentas a la salud de sus empleados, ya que un trabajador enfermo les podría generar grandes problemas; posiblemente la automatización se acelere y el teletrabajo tenga mayor presencia en los diferentes ámbitos productivos, con la consecuente disminución de gastos, aglomeraciones, tráfico vehicular, contaminación, etc.; acaso las compras en línea le ganen la partida a las que se hacen en tiendas físicas con impensables consecuencias. Lo cierto es que ahora se dará mucha mayor importancia a la medicina, a la investigación científica y al desarrollo tecnológico y se harán mayores inversiones en estos ámbitos; la seguridad social deberá tener un repunte importante.

Hacia un teatro del futuro

Entrados ya en el terreno de la visión de futuro, no sabemos bien a bien lo que sucederá con aquellos sectores en los que para realizar el trabajo se necesita la reunión de medianos o grandes conglomerados: el cine, el teatro, la música, los deportes y otros. Porque el espectador no será el mismo.

Se ha dicho que en esta cuarentena ha quedado de manifiesto lo importante y necesario que es el arte en el ser humano por todo lo que le aporta a su existencia. Efectivamente, durante este confinamiento muchos artistas han dado muestra de ello al no quedarse con los brazos cruzados. Una enorme cantidad de ellos y de instituciones culturales han trabajado y ofrecido formas innovadoras de presentar su trabajo a un público encerrado en su casa. Su motivación, quizá, fue el deseo de estar presentes y vigentes entre los espectadores; tal vez el propósito de hacer más llevadera la cuarentena –para el público pero también para ellos–; posiblemente hacerse de los recursos económicos que ahora les hacen faltan, en fin, los motivos pueden ser diversos pero en esta cuarentena el ámbito artístico se ha presentado con mucha oferta, algo de saturación, algunos desaciertos pero también buenas intenciones, apoyo a iniciativas, solidaridad y entendimiento a favor de la colectividad.

Los artistas se vieron en la necesidad de explorar nuevas herramientas tecnológicas para presentar sus trabajos a un público detrás de una pantalla. Sin embargo, nunca será igual ver un concierto en una computadora o televisión que vivir la inigualable sensación de ver a un músico en vivo, ejecutando su instrumento y nunca será lo mismo ver un teleteatro que la experiencia de sentir y ver de cerca a unos actores sobre un escenario transpirando un personaje. La danza, la música, el teatro deberán volver a sus foros naturales y los artistas podrán enriquecer su trabajo e incluir innovaciones en el diseño de arte de sus disciplinas, después de haber utilizado las nuevas tecnologías.

¿Público ávido?

Sin embargo, esta facilidad con la que hemos disfrutado de grandes obras me lleva a algunos cuestionamientos: ¿la gente querrá regresar a una sala de conciertos o de teatro, cuando ya probó las mieles de ver obras de arte en la comodidad de su casa?, ¿querrá volver a pagar un boleto de teatro, de cine o de un concierto cuando durante dos o tres meses los ha consumido gratuitamente? Actualmente, las personas se conectan a un concierto u obra de teatro y si no los atrapa después de un tiempo, simplemente se salen de la plataforma sin ninguna consecuencia económica para ellas, pues no han desembolsado ni un céntimo. Las grandes empresas de entretenimiento le ofrecen al espectador una enorme variedad de productos: películas, leyendas, dramas, cuentos, etc. que el público puede ver cuando, donde y el tiempo que desee. Es posible que en el futuro cercano el arte –que durante la cuarentena ha tenido un acceso tan fácil– quede desvalorizado, desgastado y relegado al último lugar en las necesidades de una persona.

Pero pensemos de manera más esperanzadora porque, al mismo tiempo, también existe una gama de posibilidades: La gente tendrá ahora más deseos que antes de vivir lo que es ver una película en la gran pantalla o ver un concierto en vivo o una obra de teatro en compañía de otras personas y de vibrar con ellas ante lo que ven en escena, y sentir y ver de cerca a los actores.

Quien nunca se había acercado a ver una puesta en escena, al haber tenido la experiencia de ver teatro en forma virtual, querrá saber cómo será verlo en vivo.

El espectador que asistía al teatro en forma esporádica, necesitado de contacto humano y de ver la representación de la realidad en un escenario, buscará el teatro con mayor frecuencia y decidirá ocupar su tiempo libre en los espectáculos en vivo.

Y, por supuesto, el público cautivo, el espectador que frecuentemente acude al teatro y es asiduo a él, valorará aún más esta vivencia y regresará a los escenarios con mayor alegría y ganas, deseoso y necesitado de teatro.

Al futuro se le ha puesto una pausa y con ello hemos tomado distancia para observar con ojo crítico el pasado y el presente. Tal vez no haya nada que temer si nuestras reflexiones nos sirven para tomar aliento, vencer lo miedos y continuar viviendo.

Mucha tinta se ha gastado en escribir acerca del futuro de la humanidad cuando termine el confinamiento al que hemos estado sometidos millones de personas en el mundo. La pandemia nos ha puesto a prueba y ha mostrado claramente los muchos errores cometidos. Es inevitable reflexionar acerca de lo que nos espera.

Podemos imaginar cómo será nuestro futuro próximo y algunas de estas elucubraciones están basadas en datos puntuales y tienen la certeza de la estadística y las matemáticas; otras están revestidas de esperanza o temor y unas más son meras especulaciones, propias de la ciencia ficción. Lo cierto es que las consecuencias no pueden ser certeramente calculadas en este momento.

Tal vez las personas se vuelvan más previsoras y ahorrativas sabiendo que un hecho inesperado los puede dejar realmente en la calle; quizá las dependencias y empresas cuenten con planes de contingencia y estarán más atentas a la salud de sus empleados, ya que un trabajador enfermo les podría generar grandes problemas; posiblemente la automatización se acelere y el teletrabajo tenga mayor presencia en los diferentes ámbitos productivos, con la consecuente disminución de gastos, aglomeraciones, tráfico vehicular, contaminación, etc.; acaso las compras en línea le ganen la partida a las que se hacen en tiendas físicas con impensables consecuencias. Lo cierto es que ahora se dará mucha mayor importancia a la medicina, a la investigación científica y al desarrollo tecnológico y se harán mayores inversiones en estos ámbitos; la seguridad social deberá tener un repunte importante.

Hacia un teatro del futuro

Entrados ya en el terreno de la visión de futuro, no sabemos bien a bien lo que sucederá con aquellos sectores en los que para realizar el trabajo se necesita la reunión de medianos o grandes conglomerados: el cine, el teatro, la música, los deportes y otros. Porque el espectador no será el mismo.

Se ha dicho que en esta cuarentena ha quedado de manifiesto lo importante y necesario que es el arte en el ser humano por todo lo que le aporta a su existencia. Efectivamente, durante este confinamiento muchos artistas han dado muestra de ello al no quedarse con los brazos cruzados. Una enorme cantidad de ellos y de instituciones culturales han trabajado y ofrecido formas innovadoras de presentar su trabajo a un público encerrado en su casa. Su motivación, quizá, fue el deseo de estar presentes y vigentes entre los espectadores; tal vez el propósito de hacer más llevadera la cuarentena –para el público pero también para ellos–; posiblemente hacerse de los recursos económicos que ahora les hacen faltan, en fin, los motivos pueden ser diversos pero en esta cuarentena el ámbito artístico se ha presentado con mucha oferta, algo de saturación, algunos desaciertos pero también buenas intenciones, apoyo a iniciativas, solidaridad y entendimiento a favor de la colectividad.

Los artistas se vieron en la necesidad de explorar nuevas herramientas tecnológicas para presentar sus trabajos a un público detrás de una pantalla. Sin embargo, nunca será igual ver un concierto en una computadora o televisión que vivir la inigualable sensación de ver a un músico en vivo, ejecutando su instrumento y nunca será lo mismo ver un teleteatro que la experiencia de sentir y ver de cerca a unos actores sobre un escenario transpirando un personaje. La danza, la música, el teatro deberán volver a sus foros naturales y los artistas podrán enriquecer su trabajo e incluir innovaciones en el diseño de arte de sus disciplinas, después de haber utilizado las nuevas tecnologías.

¿Público ávido?

Sin embargo, esta facilidad con la que hemos disfrutado de grandes obras me lleva a algunos cuestionamientos: ¿la gente querrá regresar a una sala de conciertos o de teatro, cuando ya probó las mieles de ver obras de arte en la comodidad de su casa?, ¿querrá volver a pagar un boleto de teatro, de cine o de un concierto cuando durante dos o tres meses los ha consumido gratuitamente? Actualmente, las personas se conectan a un concierto u obra de teatro y si no los atrapa después de un tiempo, simplemente se salen de la plataforma sin ninguna consecuencia económica para ellas, pues no han desembolsado ni un céntimo. Las grandes empresas de entretenimiento le ofrecen al espectador una enorme variedad de productos: películas, leyendas, dramas, cuentos, etc. que el público puede ver cuando, donde y el tiempo que desee. Es posible que en el futuro cercano el arte –que durante la cuarentena ha tenido un acceso tan fácil– quede desvalorizado, desgastado y relegado al último lugar en las necesidades de una persona.

Pero pensemos de manera más esperanzadora porque, al mismo tiempo, también existe una gama de posibilidades: La gente tendrá ahora más deseos que antes de vivir lo que es ver una película en la gran pantalla o ver un concierto en vivo o una obra de teatro en compañía de otras personas y de vibrar con ellas ante lo que ven en escena, y sentir y ver de cerca a los actores.

Quien nunca se había acercado a ver una puesta en escena, al haber tenido la experiencia de ver teatro en forma virtual, querrá saber cómo será verlo en vivo.

El espectador que asistía al teatro en forma esporádica, necesitado de contacto humano y de ver la representación de la realidad en un escenario, buscará el teatro con mayor frecuencia y decidirá ocupar su tiempo libre en los espectáculos en vivo.

Y, por supuesto, el público cautivo, el espectador que frecuentemente acude al teatro y es asiduo a él, valorará aún más esta vivencia y regresará a los escenarios con mayor alegría y ganas, deseoso y necesitado de teatro.

Al futuro se le ha puesto una pausa y con ello hemos tomado distancia para observar con ojo crítico el pasado y el presente. Tal vez no haya nada que temer si nuestras reflexiones nos sirven para tomar aliento, vencer lo miedos y continuar viviendo.

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