La Villa de Cadereyta, fundada en 1640, cuenta con un característico sistema hidráulico que ha tenido diversas etapas constructivas en diferentes periodos: la fundación de la villa, el esplendor minero y el estado nación. Este sistema de captación, almacenamiento y distribución de agua para la ciudad se construyó a partir de los manantiales conocidos como Las Fuentes, ubicados al sur de la Villa en el camino a Huichapan y es tan relevante, que definió la morfología del asentamiento a lo largo de las etapas mencionadas, mismas que se presentan a continuación, así como los elementos del sistema hidráulico habilitados en cada una.
Fundación de la villa, primera etapa constructiva
En 1640, la Villa de Cadereyta nació enfrentando un gran desafío: la escasez del agua. Catorce años después, el Alcalde Mayor de la Villa de Cadereyta nombra al sargento Francisco de Ledesma y Meza como sobrestante y obrero mayor para que construyese un “brocal de calicanto en la fuente principal de la villa para su aseo y limpieza”. Los manantiales, una vez intervenidos, construyendo cajas de agua o albercas y brocales, se conocerían como fuentes. Los fondos para la obra habrían de ser recolectados por el encargado de la tarea a fin de que las estancias de la jurisdicción y las personas de la villa contribuyesen con un “peso de oro común”. Esta primera fuente pudo haber sido la de El Pinito, que en conjunto con la de San Antonio, eran manantiales. La primera se ubica en la esquina suroriente de la Fuente Grande, mientras que la segunda se encuentra al norponiente de la misma; esta fuente es la de mayores dimensiones y la más conocida en la ciudad, ya que suministraba agua al afamado Pilancón.
Con el paso del tiempo, el conjunto de fuentes quedaría integrado, además de las ya citadas, por las de El Carrizal o de San Juan Buenaventura, la de En Medio o San Francisco de Paula y la de El Arroyo.
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El esplendor minero, segunda etapa constructiva
El siglo XVIII trajo consigo un período de prosperidad y transformación, impulsado en gran medida por la creciente actividad minera en la región y es muy probable que en este periodo morfológico los jagüeyes de El Llano y San Gaspar se hayan integrado al sistema hidráulico. Estos reservorios de agua, estratégicamente ubicados al norte y surponiente de la villa, se convirtieron en pilares fundamentales para el suministro de agua.
Para la captación del líquido vital, el almacenamiento y la provisión tanto para el consumo humano como para la irrigación agrícola, los jagüeyes, son elementos centrales que se utilizaban desde la época prehispánica en Mesoamérica. También se les conoce popularmente como “bordos”. Los jagüeyes se alimentaban a través de acequias, zanjas que conducen agua y que se utilizan también como canales de irrigación agrícola.
En el caso del jagüey de El Llano, éste se nutría por dos acequias. La primera, de la que no se conservan vestigios, se origina en el arroyo que reúne el agua del Cerro Grande y corre por la calle Revolución, en el sur de la ciudad. Esta acequia estableció, a manera de línea fijas en el centro y hacia el norte, la morfología de predios y las calles de Francisco I. Madero, Media Luna y Aquiles Serdán. En la primera de ellas, entre las calles José María Morelos y Vicente Guerrero, ésta es más ancha que las demás, dando lugar a un espacio abierto en donde, a juzgar por el nombre con el que se conocía, Plazuela del Baratillo, se llevaron a cabo actividades comerciales al aire libre.
La segunda acequia, aún visible, alimentaba el jagüey de El Llano y corría en el poniente de la villa en la calle Canal. Se trata de una zanja de aproximadamente 80 cm de ancho con una altura variable, sin recubrimientos, lo que hace suponer que ha seguido funcionando. Hoy día, este bordo o jagüey mantiene agua a lo largo del año. Es probable que en el nororiente se encontrara la salida del agua hacia los campos de cultivo.
Por su parte, el jagüey o bordo San Gaspar, al poniente del asentamiento español, debió dar servicio al pueblo de San Gaspar de Los Reyes, constituido en 1690 en República de Indios. Este canal es referido en 1943 como un “acueducto” que necesita reparaciones, en la solicitud al Cabildo que hace el subdelegado municipal de San Gaspar al presidente municipal. Por una solicitud similar que en 1946 realiza una comisión de vecinos, se infiere que el jagüey San Gaspar estaba destinado al consumo humano. En 1965 se aprueba la reconstrucción de las alcantarillas y en 1970 continuaban las obras de desazolve y reparación con la colaboración de los habitantes y la autoridad municipal, lo que indica que siguió en funciones hasta la segunda mitad del siglo XX.
La alimentación del jagüey se ha obstruido deliberadamente, si bien se conserva como testigo un camino peatonal entre éste y la calle Aquiles Serdán. Se aprecian también muros de tabique reforzados con contrafuertes de estilo barroco en los linderos sur y poniente. El lindero suroriente presenta un muro forjado en piedra. En el predio se construyó el auditorio municipal, probablemente en la década de los noventa. El trazo de la acequia mostrado en la reconstrucción anexa a este texto, es hipotético. Es probable que el jagüey se alimentara también de los escurrimientos del Cerro de San Gaspar.
El sistema hidráulico de este segundo periodo morfológico determina el tejido urbano de la villa en la parte central y establece, en la calle Canal, el límite hacia el poniente de la ciudad.
El estado nación, tercera etapa constructiva
El arroyo que proviene de los escurrimientos de La Magdalena, también conocido como Cerro Grande, transita por la calle Revolución, alimenta la Fuente de El Arroyo, ubicada en esa calle en esquina con Álvaro Obregón, y continúa su trayectoria por la misma calle Revolución. En el tramo entre las calles 20 de Noviembre e Ignacio Zaragoza se encuentra parcialmente urbanizado y, a partir de este último cruce, se encuentra urbanizado por completo desde 1984.
Por cuanto a la Fuente de El Arroyo, se trata de una caja de agua que se alimenta de la crecida del arroyo citado arriba, al tiempo de captar y almacenar las aguas de lluvia. La construcción de esta caja de agua es de muros de piedra que estuvieron aplanados y se ha fechado en el año de 1853. Su planta arquitectónica es rectangular, con unas dimensiones aproximadas de 30 por 10 metros.
Durante el trabajo de campo para la investigación de donde surge este texto, se identificaron dos aljibes domésticos que presentan características similares a la caja de agua de El Arroyo. Uno de ellos, ubicado en las inmediaciones de la Presa de En Medio y el otro cercano al templo de San Gaspar de Los Reyes.
La Fuente de El Arroyo se conecta con la presa de En Medio a través del arroyo proveniente del Cerro Grande, parcial y totalmente urbanizado. Esta presa, construida en 1882, derivaba el agua hacia Las Fuentes por medio de compuertas y seguía su cauce a través de la acequia que se dirige al jagüey de El Llano.
Las Fuentes, un conjunto de depósitos o almacenamiento de agua con una función meramente ornamental en nuestros días, se encontraban conectadas así por acueductos o “túneles subterráneos” desde la presa de En Medio, llenándose, además, con el agua que escurría de los cerros circunvecinos. Su tecnología hidráulica tenía como objetivo purificar el agua por el método de sedimentación.
Para facilitar la conducción del agua desde la fuente Grande hasta el centro de la ciudad, autoridades y vecinos construyeron, en 1888, El Pilancón, una “pila sobre pilares” en la parte superior a la que el agua se subía por medios mecánicos y, por gravedad, llegaba, a través de un acueducto subterráneo que corría por la calle de Aguadores (hoy Heroico Colegio Militar) hasta una fuente pública en el Jardín Principal, en donde hoy se levanta el monumento al maestro.
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El sistema hidráulico implementado en el siglo XIX tanto como el oficio de los aguadores dejaron de funcionar con la introducción del agua potable a la ciudad en 1956 y la red de drenaje en 1969.
Con este recorrido se aprecia que el sistema hidráulico de Cadereyta de Montes definió la morfología de la ciudad y permitió que ésta se desarrollara desde el siglo XVII, al fundarse la ciudad y hasta mediados del siglo XX. Es, además, único en su género por la diversidad de elementos que lo integran, habilitados a lo largo de esos siglos y resalta por sus valores históricos y estéticos. Invitamos a nuestros lectores a conocer esta joya del patrimonio cultural. Nos compete a todos, autoridades y ciudadanos, protegerlo y conservarlo en tanto un legado para las generaciones por venir.