El término «femenino» proviene del latín fēmina –ae, y está relacionada con fecundus. Esta raíz latina produjo la misma idea en las lenguas romances: en gallego, femia; portugués, fêmea; catalán, fembra (antes femna); italiano, fémmina; provenzal, fẹmna; francés, femme (ʻmujerʼ) -melette. Y en euskera, eme (ʻhembraʼ). Es importante decir que el término fémina tiene la misma raíz que fēcundus, -a, -um, que significa fecundo, fértil, feraz; y se asocia con ʻmamarʼ y ʻordeñarʼ. La razón es que el término da sentido tanto a su sustancia (lo que es) como a su esencia (el modo en que es). Así, fēcundĭtās, ātis, significa fecundidad, fertilidad; abundancia, riqueza. Nótese que también significa ʻriquezaʼ.
Cabe resaltar que posteriormente derivó en fēmella, -ae que es el diminutivo de fēmĭna, significa mujer joven o muchacha. Esto en la antigua Roma. Posteriormente, a finales del siglo XII (plena Edad Media), en España se empezó a utilizar el sustantivo hembrilla, por comparación con el acto sexual. Y en 1438 surgieron los términos: feminidad, feminismo y feminista.
Otro término (también en latín) que está relacionado con «femenino» es el de mulier, eris, que significa mujer, casada o no. Sin embargo —nótese— este término parte de la idea prístina de fémina. Es decir, una mulier es tal porque es fémina, es decir, porque su naturaleza le permite ser fecunda, dar vida.
Hasta aquí se puede observar que la idea —insisto— de que el término «femenino» tiene origen en la idea de ser fecunda, es decir de dar a luz; en suma: tiene que ver con la capacidad intrínseca, sustancial, y no con la apariencia. De ello se colige que la sola apariencia da la calidad de femenino se da sólo en sentido de imitación, mas no de sustancialidad. Esto permite comprender el sentido de las palabras que surgieron después: effēmĭnātus, -a, -um, afeminado, afeminadamente; effēmĭnō, -āre, āvĭ, ātum, afeminar, de aquí deriva afeminación; fēmĭněus, -a, -um, relativo a mujer, afeminado, delicado; fēmĭnīlis, feminil, femenino; fēmĭnīnus, -a, -um, femenino, de mujer, de hembra.
Y es que el término «madre», en latín māter, matris (en griego métēr; dorio, mắter; sánscrito, mātar; armenio, mair; antiguo irlandés, māthir; antiguo alemán, mouter; inglés, mother) proviene del hecho de que se tenga matriz, con lo cual se puede dar vida en dos sentidos: 1) de manera biológica, así cobra sentido la expresión pietas in matrem, amor filial hacia la madre; y 2) de manera simbólica: mater terra, terrae, la madre tierra; mater florum, la diosa Flora; metrópoli, ciudad madre, madre patria.
Hay expresiones que refieren de suyo la idea de maternidad, un ejemplo de ello es turba matrum, muchedumbre de mujeres. Esta expresión indica —nótese— que si son féminas son matrum; es decir refieren el sentido de maternidad. También hay otras expresiones que indican lo mismo, es decir capacidad de dar a luz: materfamilias o mater familias, madre de familia.
Otras, sin embargo, refieren a la mujer en diferentes eventos o actividades: mātrōna, ae, madre de familia; mātrōnālis, -e, mujer casada; commāter, comadre; comātrōna, -ae, comadrona, partera. Y no faltan las expresiones de cariño a quien da la vida: mātercŭla, madrecita; maternus, -a, -um, materno, maternal; sin embargo, también existen algunas en sentido contrario, incluso nefandas como: mātrĭcīda, -ae, el que ha matado a su madre; mātrĭcīdĭum, -ī, asesinato de su propia madre. Estas dos últimas expresiones son contrarias a mātrĭmus, -a, -um: que aún tiene madre.
Volviendo a la idea principal de este artículo, cabe señalar que el poder dar a luz dio origen al término mātrĭmōnĭum, ī, casarse. El motivo es que esta palabra proviene de mātrix, -īcis, madre: la que da a luz. Al respecto llama la atención que también signifique ʻtronco de árbolʼ, es decir la parte que sostiene al árbol, nombre que refiere la totalidad de las partes (raíz, tronco, ramas, hojas); lo cual —nótese— es una comparación literaria (tropo) de la madre, que es la que sostiene (aunque no necesariamente en sentido económico) y da origen la familia. Ella da a luz a los hijos.
Y lo mismo sucede en griego: μήτρα, mḗtra significa ʻmatrizʼ, ʻvientreʼ. De este término surge μητρ-αλῷας ου ὁ, (meetralooas) matricida; pero también μητρις, ίδος ἡ (meetris), tierra materna, natal. Otras palabras que derivan son: μητρό-θεν (metróthen), por parte de madre; μητρο-μάτωρ ορος ὁ (meetromátor), abuelo materno; μητρυιή ῆς ἡ (meetrein), madrasta; μητρᾡς α ον (meetroós), materno, por parte de madre, de la diosa madre Cibeles; μήτρως ωος ὁ (meétroos), tío materno y en general pariente por parte de madre. Y por antonomasia surge μητρό-πολις εως ἡ (meetrópolis), ciudad madre, metrópoli, patria, tierra patria, ciudad principal, capital.
Nótese que en griego, al igual que en latín, se da la misma idea. Así, thelus (θῆλυς, εια, υ), que significa femenino, hembra, tiene la misma raíz que theláso (Θηλάζω), que significa amamantar, lactar. Por otra parte, llama la atención que comparta la misma raíz que diosa, theéleia (θήλεια, θεός); lo cual figurativamente significaba delicada, tierna, fresca.
En suma: lo femenino refiere (denota) la idea de fecundidad, y sólo figurativamente connota el aspecto o apariencia.