/ miércoles 27 de septiembre de 2023

El traje color cobre I

Vitral


La gusana se arrastra vestida de organdí. Un pañuelo flota en el aire, es una capa de las que conforman el capullo que se bambolea suavemente al caer por el aire, con su poco peso y transparencia, mientras fluye desde la rama del árbol, de donde está a punto de nacer una mariposa. En el piso, con orgullo, las orugas se preparan para pasar a ser crisálidas, capullos. Por ejemplo, ahí va una oruga macho, se desplaza casi erguida, como si caminara. Va vestida con un bellísimo traje color cobre, y junto a él se pasea una gusana gorda, que también va vestida elegantemente de seda roja y grandes zapatillas que le prestó una araña amiga de ella. La gusana recién salida de un huevo eclosiona y por fin cae al suelo y abre su historia en esta tierra. Escucha con claridad la cadenciosa música del mundo, de la naturaleza, y no sabe por dónde empezar a desplazarse. Allá, lejos, pero con buen volumen, se escucha la buena música que un tal Julio –amante del jazz– está gozando, la pieza se llama Four O’clock Drag, y marca los cadenciosos pasos de la oruguita. Alguien le presta un chaquetín azul que ella luce impecable con su pequeña melena, recién nacida, al viento, con sus dos antenas más paradas que nunca. ¡Ah, qué bello paisaje los rodea! Toda esa maleza es en la que vivirán durante su tiempo terrestre. El gusano del traje color cobre lo luce espléndidamente, parece un corte de Ermenegildo Zegna. Se ve esbelto, el traje brilla como un auto nuevo pintado con un color metálico, corte perfecto, de diseñador profesional. Trae una camisa color pastel anaranjada, y una corbata delgada color café nogal. Y ahí van los tres caminando, la gusana gorda, la que acaba de salir del huevo y el elegante gusano vestido de color cobre. ¿A dónde van? Seguro se dirigen a comer algún platillo vegetariano, ellas comen mucho. Esa es la vida en otro tamaño y dimensión en la que pocas veces se detiene uno a pensar, más allá están las vías de comunicación humanas con sus prisas, sus angustias, sus objetivos, sus químicos, sus fracasos, pero aquí sólo hay tierra, hojas verdes, secas, y cohabitan con otra bola de insectos aún más pequeños junto a los cuales los gusanos se ven como gigantes.

El gusano camina en medio, erguido, delgado, pero musculoso, mirando siempre al frente. La gusana gorda también luce elegante, guapa, y carga un bolso color carmín apastelado elaborado con pétalos de rosas del jardín. El aire huele a tierra mojada, es posible que se acerque una tormenta, pero ellos caminan sin ninguna prisa y sin preocupación. Se nota que disfrutan simplemente del hecho de estar paseando en el jardín en medio de algunos maceteros hechos con tabique rojo que, para el tamaño de ellos, parecen construcciones atlánticas o babilónicas, pero que les dan un marco estupendo. Entre las jardineras de piedra destacan los malvones, los lirios y hasta las plantas silvestres que crecieron apuntando al cielo y a Dios. También hay flores del romero y flores de los tréboles.

Esos gusanitos regresan el aire que respiran convertido en música. Entra por sus fosas nasales y se convierte en notas musicales, al ritmo de las cuales se desplazan sobre el suelo. Son como una antigua banda de jazz llenos de belleza, elegancia y pulcritud. Están ahí simplemente para improvisar, para vivir al día sin esperar nada, sin sufrir, gozando el momento. Existen por existir, sin esperanzas ni truculencias mentales, son el Tao viviente, la encarnación del sol, de la luna, y de todas las fuerzas cósmicas, vienen de las primeras moléculas surgidas del big bang, son el viaje expansivo del universo luminoso y viviente latiendo en ellos mismos aquí y ahora.

Igual son producto de un gran amor ¿amor entre gusanos? Sí, amor entre gusanos, que es el amor de la vida misma, ellos también tienen relaciones y no sólo por supervivencia o por la mera reproducción mecánica de la vida, sino por la vida en sí manifestándose en su naturaleza, en su esencia. Brotando igual que miles de otras formas, todas bellas, complejas, cada una un verdadero universo en sí mismo. Basta con averiguar cómo es el universo de las orugas, por ejemplo, para darse cuenta de cuán complejo y rico es. Por eso hablamos de amor, ellos tres caminando con tanto garbo y elegancia son la vida, son el amor expresándose. Y también son como la improvisación de una pieza de jazz que dará origen a las más variadas mariposas. Su desplazamiento como larvas es swing puro. Su aliento produce música, son metales y alientos de madera tocando, basta con verlos con suficiente atención. Igual podrían manifestar para otros, otros tipos de música, otras circunstancias, otro cosmos. Todo depende de con qué los quieras asociar, lo que sea que valide tu idea. Los veo ahora transportándose con sus trajes tan elegantes, sus outfits, su indumentaria, de verdad dan ganas hasta de pintarlos para unas acuarelas, óleos, o para unos dibujos a lápiz de color que puedan inmortalizar la escena.

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Ahora ha comenzado a llover. La sacrosanta lluvia comienza a mojar por todas partes, cada gota es como una cubetada para ellos y comienzan a danzar de alegría al sentir el agua fría en sus cuerpos. Todas sus ropas elegantes se están mojando, pero no les importa, eso es secundario, que se encojan, que se despinten, aunque es ropa muy fina, lo importante es que está lloviendo y que habrá comida, habrá insectitos y huevos que den origen a nuevos gusanitos, habrá herencia y la vida seguirá, habrá hojas, flores, pétalos nuevos, y después volverá a salir el sol y los calentará, los secará y los colores de sus vestuarios volverán a refulgir con todo su vigor, fuerza y belleza.


https://escritosdealfonsofrancotiscareno.blogspot.com



La gusana se arrastra vestida de organdí. Un pañuelo flota en el aire, es una capa de las que conforman el capullo que se bambolea suavemente al caer por el aire, con su poco peso y transparencia, mientras fluye desde la rama del árbol, de donde está a punto de nacer una mariposa. En el piso, con orgullo, las orugas se preparan para pasar a ser crisálidas, capullos. Por ejemplo, ahí va una oruga macho, se desplaza casi erguida, como si caminara. Va vestida con un bellísimo traje color cobre, y junto a él se pasea una gusana gorda, que también va vestida elegantemente de seda roja y grandes zapatillas que le prestó una araña amiga de ella. La gusana recién salida de un huevo eclosiona y por fin cae al suelo y abre su historia en esta tierra. Escucha con claridad la cadenciosa música del mundo, de la naturaleza, y no sabe por dónde empezar a desplazarse. Allá, lejos, pero con buen volumen, se escucha la buena música que un tal Julio –amante del jazz– está gozando, la pieza se llama Four O’clock Drag, y marca los cadenciosos pasos de la oruguita. Alguien le presta un chaquetín azul que ella luce impecable con su pequeña melena, recién nacida, al viento, con sus dos antenas más paradas que nunca. ¡Ah, qué bello paisaje los rodea! Toda esa maleza es en la que vivirán durante su tiempo terrestre. El gusano del traje color cobre lo luce espléndidamente, parece un corte de Ermenegildo Zegna. Se ve esbelto, el traje brilla como un auto nuevo pintado con un color metálico, corte perfecto, de diseñador profesional. Trae una camisa color pastel anaranjada, y una corbata delgada color café nogal. Y ahí van los tres caminando, la gusana gorda, la que acaba de salir del huevo y el elegante gusano vestido de color cobre. ¿A dónde van? Seguro se dirigen a comer algún platillo vegetariano, ellas comen mucho. Esa es la vida en otro tamaño y dimensión en la que pocas veces se detiene uno a pensar, más allá están las vías de comunicación humanas con sus prisas, sus angustias, sus objetivos, sus químicos, sus fracasos, pero aquí sólo hay tierra, hojas verdes, secas, y cohabitan con otra bola de insectos aún más pequeños junto a los cuales los gusanos se ven como gigantes.

El gusano camina en medio, erguido, delgado, pero musculoso, mirando siempre al frente. La gusana gorda también luce elegante, guapa, y carga un bolso color carmín apastelado elaborado con pétalos de rosas del jardín. El aire huele a tierra mojada, es posible que se acerque una tormenta, pero ellos caminan sin ninguna prisa y sin preocupación. Se nota que disfrutan simplemente del hecho de estar paseando en el jardín en medio de algunos maceteros hechos con tabique rojo que, para el tamaño de ellos, parecen construcciones atlánticas o babilónicas, pero que les dan un marco estupendo. Entre las jardineras de piedra destacan los malvones, los lirios y hasta las plantas silvestres que crecieron apuntando al cielo y a Dios. También hay flores del romero y flores de los tréboles.

Esos gusanitos regresan el aire que respiran convertido en música. Entra por sus fosas nasales y se convierte en notas musicales, al ritmo de las cuales se desplazan sobre el suelo. Son como una antigua banda de jazz llenos de belleza, elegancia y pulcritud. Están ahí simplemente para improvisar, para vivir al día sin esperar nada, sin sufrir, gozando el momento. Existen por existir, sin esperanzas ni truculencias mentales, son el Tao viviente, la encarnación del sol, de la luna, y de todas las fuerzas cósmicas, vienen de las primeras moléculas surgidas del big bang, son el viaje expansivo del universo luminoso y viviente latiendo en ellos mismos aquí y ahora.

Igual son producto de un gran amor ¿amor entre gusanos? Sí, amor entre gusanos, que es el amor de la vida misma, ellos también tienen relaciones y no sólo por supervivencia o por la mera reproducción mecánica de la vida, sino por la vida en sí manifestándose en su naturaleza, en su esencia. Brotando igual que miles de otras formas, todas bellas, complejas, cada una un verdadero universo en sí mismo. Basta con averiguar cómo es el universo de las orugas, por ejemplo, para darse cuenta de cuán complejo y rico es. Por eso hablamos de amor, ellos tres caminando con tanto garbo y elegancia son la vida, son el amor expresándose. Y también son como la improvisación de una pieza de jazz que dará origen a las más variadas mariposas. Su desplazamiento como larvas es swing puro. Su aliento produce música, son metales y alientos de madera tocando, basta con verlos con suficiente atención. Igual podrían manifestar para otros, otros tipos de música, otras circunstancias, otro cosmos. Todo depende de con qué los quieras asociar, lo que sea que valide tu idea. Los veo ahora transportándose con sus trajes tan elegantes, sus outfits, su indumentaria, de verdad dan ganas hasta de pintarlos para unas acuarelas, óleos, o para unos dibujos a lápiz de color que puedan inmortalizar la escena.

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