Cita un artículo publicado en la web que “Ha tardado un tiempo en manifestarse, pero está comenzando a surgir algo parecido a una doctrina del shock pandémico. Llamémoslo «Screen New Deal» (el New Deal de la pantalla). Con mucho más de alta tecnología que cualquier otra cosa que hayamos visto en desastres anteriores, el futuro que se está forjando a medida que los cuerpos aún acumulan las últimas semanas de aislamiento físico no como una necesidad dolorosa para salvar vidas, sino como un laboratorio vivo para un futuro permanente y altamente rentable sin contacto”.
La investigadora Naomi Klein es la que ha definido este concepto del Screen New Deal. Hay quien señala a esta autora como muy cercana a las teorías conspiracionistas, pero aún así conviene revisar las ideas que expone por más descabelladas parezcan. Ella habla de una probable vida futura, a partir de la pandemia por Covid-19, sin contacto humano. Definitivamente no creemos que el contacto pudiera desaparecer o disminuirse porque es fundamental para la vida, es inherente al ser. Sin contacto, sin tocarse, abrazarse, besarse, verse, no sería posible la vida humana.
Sin embargo, Klein plantea que lo que se busca desde el poder establecido, es acabar con el contacto humano. Si es que de verdad la cercanía entre humanos se viera amenazada por algún peligro, disposiciones políticas, o por un virus, bacterias, o cualquier otro factor, entonces el ser humano tendría dos opciones: 1. A pesar del riesgo, seguir acercándose, porque esto es fundamental, inherente, inevitable; y 2. Buscar en forma radical la salud para poder acercarse sin temores de contagio, y ahí tendría mucho espacio la vuelta a la naturaleza, las ideas hipocráticas y las de todos los grandes naturópatas que han existido. Esto sería bueno para todos: comer y vivir sano, limpiar aire y agua, hacer ejercicio, relajarse, buscar el aire fresco, el sol, fortalecer el sistema inmunológico. Todo ello permitirá enfrentar, soportar y superar cualquier amenaza contra la vida.
Ésta requiere contacto, presencia. Y no sólo por cuestiones de afecto, sino también para el trabajo, la distribución de mercancías, el consumo, la educación, la movilidad. Si se llegaran a imponer por la fuerza medidas prohibitivas de acercamiento habría miseria y desolación por todo el mundo, y brotarían por aquí y por allá la inconformidad, la oposición, sino es que la lucha.
Las ideas conspiracionistas tampoco surgen de la nada, como dice el refrán “la burra no era arisca, la hicieron a palos”. Abran ustedes un buen libro de historia y encontrarán un catálogo de todas las maquinaciones que el poder establecido utiliza para la manipulación y control de las masas. El tema está suficientemente estudiado y documentado. (Ver p.e. Masa y poder, de Elías Canetti). A los conspiracionistas hay que cuestionarlos, dudar de ellos, documentarse en fuentes serias por cuenta propia, pero nadie debería tener el derecho de censurarlos y menos prohibirlos, ni los gobiernos ni las redes sociales son nadie para tutelarnos y decirnos qué podemos ver y que no. Esa es decisión de cada quien, dentro de los marcos legales. Porque quizá dentro de los planteamientos conspiracionistas, con una visión crítica, pudiéramos encontrar algún concepto valioso o que diera pie a una búsqueda seria. Por ejemplo, ahora, a propósito del Covid-19, algunos manejan que se trata de un arma para infundir miedo entre la población. Hay que revisar quién lo dice y qué pruebas tiene de ello, pero es un hecho que a través de la historia el miedo ha sido utilizado como un elemento de dominación de las masas, está documentado. En los momentos de crisis, la gente poderosa, los gobiernos, se aprovechan para imponer leyes, o decisiones que en tiempos digamos “normales” no podrían o no serían aceptados tan fácilmente. Naomi Klein ha investigado acerca de estos momentos de shock, de crisis, que se aprovechan para renegar de la democracia amparados en que no hay forma de ejercerla por el shock que se enfrenta, llámese guerra, epidemia, pandemia u otras situaciones. También es cierto que a través de los siglos, el establishment, el poder establecido, siempre ha tratado de ocultar y manejar la información que se proporciona a las masas porque esto abre la posibilidad de controlar las reacciones que se presentan en la sociedad. Desde este punto de vista, es lógico pensar que en la actual situación no se entrega toda la información ya que hay muchos intereses en juego económicos y geopolíticos. Y lo estamos atestiguando, basta con abrir los periódicos. Va un solo ejemplo: el conflicto entre China y Estados Unidos, con acusaciones y recriminaciones de uno y otro bando respecto al origen del Covid-19 y respecto a ocultar información de los datos que se ofrecen al público con relación a fallecidos, infectados o al control de la pandemia. Información es poder. Hay que preguntarse, reflexionar, ese es el principio de todo conocimiento verdadero.
Entonces, ¿de veras habrá algo de cierto respecto a que no se sabe desde qué poder se está intentando separar a la gente para que no haya más contacto entre los humanos? Si acaso fuera verdad, ese intento está destinado al fracaso más rotundo. Pero queremos citar un ejemplo donde se palpa lo siniestro de esa idea. Cuánta gente puede estar muriendo no sólo por el Covid-19, sino por ese fenómeno llamado “hospitalismo” que según la psicóloga María Jesús Alva Reyes «puede hacer que, aunque los niños estén bien atendidos desde el punto de vista de la salud, al faltarles el cariño diario de sus seres queridos, presenten cierto retraso psicomotor y sean inmaduros, inseguros, apáticos...». En el caso de los hospitalizados por Covid-19 se junta todo un síndrome: soledad, enfermedad, aislamiento, miedo, angustia, tristeza, ira, tratamientos sumamente agresivos, que vienen a acelerar la gravedad del padecimiento. Eso debe terminar, los enfermos tienen derecho a estar acompañados. Así que, de la manera más profesional y segura posible, los hospitalizados deben recibir la visita, el aliento y el cariño de sus seres queridos. Tomando todas las precauciones posibles esto debe realizarse ya, de inmediato, en todos los centros hospitalarios de México y del mundo, porque el amor también es medicina. Como señala la psicóloga arriba citada “A los adultos les pasa lo mismo, prosigue Álava Reyes: «El ser humano necesita el contacto físico para desarrollarse con normalidad y sentirse bien, porque esto significa que tiene cariño, amor y aceptación de los demás. Pero el cariño de la gente que le importa. No confundir con el beso social, que damos cuando nos presentan a alguien que ni apenas conocemos. Eso no tiene nada que ver con el beso que necesitamos para vivir. Hablamos de los besos, abrazos y caricias de las personas que para nosotros son más importantes». Las personas, asegura la psicóloga Ciara Molina, «no pueden sobrevivir y desarrollarse sin ese contacto físico. Todas las personas lo necesitamos”. Los hospitalizados deber ser amados con presencia.