Lo primero que recuerdo fue preguntarle a papá: ¿porqué?, pues había muchas cosas que desconocía. Y papá siempre sonrió, tomándome de la mano, diciéndome: “algún día lo entenderás”. Bien, aquí estoy para decirles a cada uno de ustedes que será mejor que lo aprendan rápido, que lo aprendan jóvenes, porque ese “algún día”, nunca llegará.
Esta historia no es una crítica ni un desquite, intenta realizar una reflexión esperando que sirva a alguien, aunque sabemos que nadie, o casi nadie, experimenta en cabeza ajena. Sólo los muy atentos, los que de verdad desean una transformación profunda de su persona, pueden aprender de esta manera.
Aquel hombre alzó el brazo y lo colocó en el hombro de aquella mujer. Aquel, aquella. Ellos tenían nombres, pero aún estoy pensando si nombrarlos. Minutos antes habían estado contando el dinero para la construcción de la casa, pero eran pleitos permanentes porque no ajustaban las cuentas. La verdad no sé si había sospecha de abuso de confianza o simplemente errores, lo que sí, que las cuentas no salían claras. Discutían, peleaban, y ella terminaba llorando en algún rincón de la estancia. El sufrimiento existe, a veces, en mayor grado, otras, en menor, pero ahí estaba, la cosa era saber cómo lo enfrentaban, si lo agrandaban, lo reconocían o lo arropaban para poder ir sanando.
Después de la tensión generada el hombre no demostraba ninguna empatía, no iba a consolar a su amada, no la levantaba ni la abrazaba, no iba a decirle no te preocupes, no pasa nada, quizá sea un error, no iba y le abrigaba con palabras cálidas, frente a frente, mirándola a los ojos. Nada de eso. Él seguía en la mesa con la mirada clavada. Cada quien se ahogaba en su soledad, pero parecía que quien más se torturaba era aquella mujer, porque él no parecía sufrir mucho. Era domingo por la tarde, la señora televisión estaba apagada, y los hijos desde algún cuarto escuchaban la discusión sin participar, por miedo al padre.
Él y las lágrimas pasaron, y he recogido el polvo, pues había muchas cosas que desconocía. Cuando papá se fue dijo: intenta ser un hombre, y dijo: “algún día lo entenderás”. Bien, aquí estoy para decirles a cada uno de ustedes que será mejor que lo aprendan rápido, que lo aprendan jóvenes, porque ese “algún día”, nunca llegará.
Esa familia estaba dañada desde el principio porque todo se había construido a base de mentiras. Increíble que a estas alturas de la vida y del mundo todavía pasaran esas cosas, sin embargo, así era. Uno cree que por estar en el año 2023 ya se está en la cumbre de la historia, pero para nada, las evidencias, a veces, parecen mostrar que al contrario, hay una regresión muy profunda en las sociedades, a todos los niveles. El caso es que en la pretendida fecha de la historia donde se supone deberían estar muy evolucionados, seguían dándose estas discusiones estúpidas entre víctimas y victimarios, sufridos y abusivos, sádicos y mártires, sumidos en codependencias tóxicas, que sólo reproducían para la sociedad seres enfermos, que ni siquiera se daban cuenta de su limitada y triste condición.
Después de un rato de llorar sin que nadie la pelara, la mujer se levantó de aquel rincón, seco sus lágrimas con una servilleta y se dispuso a seguir haciendo las cuentas. El ambiente ya estaba muy tenso y cargado. Un refresco casi vacío sobre la mesa y platos con restos de comida que, por supuesto, ella iba a tener que levantar y lavar.
Y entonces, un día de abril, que yo ni siquiera estaba ahí, pues había muchas cosas que desconocía, nació mi hijo. Su madre tomó su mano diciéndole: “algún día lo entenderás”. Bien, aquí estoy para decirles a cada uno de ustedes que será mejor que lo aprendan rápido, que lo aprendan jóvenes, porque ese “algún día”, nunca llegará. Oh, ese “algún día” nunca llegará.
Casualmente, una vieja canción, de cuando ellos habían sido adolescentes, sonaba en la radio. Someday never comes, de los Creedence Clearwater Revival. La letra se parecía un poco a la historia de los hijos de esta mal avenida pareja. Nunca estuvieron casados, y ni siquiera habían vivido juntos más que una breve etapa cuando ella estuvo embarazada de su primer hijo. Después, él decidió dejarlos aunque no del todo, porque los seguía visitando y apoyando económicamente. Pasaron a ser lo que antes se denominaba la “casa chica”, el “segundo frente”, el “quelite”. Ella siempre tuvo la esperanza de que él reflexionara y aceptará casarse. ¡Háganme el favor, era ella la que lo pedía! Está bien que las situaciones se hayan invertido, y que ahora exista mucha liberalidad, sin embargo, no dejaba de ser sorprendente y triste esa petición de matrimonio. Incluso cuando los niños eran chicos ella trataba de presionarlo diciendo: hazlo por ellos, vamos a casarnos para que que los niños tengan padre, pero el no aflojaba con nada, sólo le daba largas y mentiras. Ella decía: los niños están creciendo, se van a dar cuenta y qué les vamos a decir. Él contestaba: “algún día lo entenderán, sabrán que no es necesario que un padre esté en la casa, que basta con que les dedique un tiempo de calidad de vez en cuando y eso cubrirá todas sus necesidades afectivas”. La madre preguntaba: ¿de verdad crees eso, o es un cuento que te cuentas y tú mismo te lo crees?
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Pero no contestaba nada, y así fueron pasando los años. Hijos e hijas crecieron. Las visitas de papá se hicieron más espaciadas, prácticamente sin comunicación entre padres e hijos, entre padre y madre, y entre hijos. La aridez, la lejanía y el silencio era lo que caracterizaba a esta familia. Los hijos vaciaban su afecto en la calle con los amigos y amigas, con quienes eran un pan de Dios, mientras que entre ellos apenas se hablaban. Así, hasta ahora en que los hijos ya se dieron cuenta de que ese día en el que iban a entender lo que pasaba, nunca llegó.
Creo que era septiembre el año que me fui, pues había muchas cosas que desconocía, y lo sigo viendo ahí parado intentando ser un hombre, le dije: “algún día lo entenderás”. Bien, aquí estoy para decirles a cada uno de ustedes que será mejor que lo aprendan rápido, que lo aprendan jóvenes, porque ese “algún día” nunca llegará. Oh, ese “algún día”, nunca llegará. (Someday never comes, Creedence Clearwater Revival)