En un mundo plagado de guerras y desastres como ha ocurrido en la corta historia de la humanidad, siempre valdrá la pena hablar del amor. A pesar de los errores, de los sinsabores, de las traiciones, de lo que sea, siempre será pertinente invocar su nombre. La vía del amor como la única salida real, pertinente, viable y concreta para enfrentar el caudal de problemas a los que se enfrentan las relaciones humanas. Ya hemos señalado que Platón plantea en su libro Diálogos, que aún para construir un Estado poderoso es necesario contar con el recurso del amor, aunque siempre es necesario colocar a éste en un contexto histórico determinado.
A nivel de las relaciones personales se vuelve todavía mas cercano y palpable el poder que el amor tiene para que los seres humanos estén contentos y puedan disfrutar sus vidas. Dice Aristófanes en el Diálogo Banquete: “Que nadie se ponga en guerra con Eros, por que ponerse en guerra con él es atraerse el odio de los dioses. Tratemos, pues, de merecer la benevolencia y el favor de este dios, y nos proporcionará la otra mitad de nosotros mismos, felicidad que alcanzan muy pocos ”. (Platón. Diálogos. Ed. Porrúa. 2005. México. p. 511)
La sentencia de Aristófanes es tremenda. El que no se ponga del lado del amor, pagará las consecuencias. Y la verdad de este dicho la podemos atestiguar desde nuestro entorno más cercano, hasta el más amplio. El amor es más que una entelequia fresita de cursilerías y ñoñadas. El amor es un recurso concreto que construye formas de vida concretas. Cuando se lleva a la práctica como una forma de vivir proporciona un tipo de felicidad “que alcanzan muy pocos”.
Dice Aristófanes: “…estoy seguro de que todos seremos dichosos, hombres y mujeres, si, gracias al amor, encontramos cada uno nuestra mitad...” (p.511) Es decir, a nivel de las relaciones interpersonales, el amor marca un derrotero definitivo, y, dichoso será, de los pocos, el que encuentre a su otra mitad.
Siguiendo el camino socrático, el de la mayéutica, el de la poiesis, es que podemos acercarnos para comprender cada vez lo que pueden ser el amor y la amistad. Hay que hablar con nuestro seres queridos y preguntar, preguntar, hablar, conversar, intercambiar puntos de vista, no quedarnos callados, no vivir en soledad los pensamientos que nos alegran o nos atormentan. Mirarnos a los ojos, abrazarnos, escucharnos, son acciones que permiten un acercamiento más sincero, actividades que nos permiten comprender cada vez más lo que pueden ser la amistad y el amor. Lysis o de la amistad, es otro diálogo que forma parte del libro de Platón que ya hemos citado. Ahí Sócrates dice: “Hay una cosa que yo deseo desde mi infancia…uno quiere tener caballos; otro, perros; otro, oro; otro, honores. Para mí todo esto es indiferente, y no conozco cosa más envidiable en el mundo que tener amigos, y querría más tener un buen amigo que la mejor codorniz…preferiría un amigo a todo el oro de Darío, y a Darío mismo; ¡tan apetecible y tan digna me parece la amistad!”.
A pesar de esto, para Sócrates es muy difícil descubrir lo que es el amigo, la amistad. Después de una larga disquisición con Lysis y con Menexenes, no logra definir bien a bien qué es la amistad. A lo más que llega es a comprender que lo conveniente, lo que nos conviene, es lo que define que exista o no la amistad entre los seres humanos, pero diversas contradicciones entre lo conveniente y lo semejante, lo llevan a cuestionar el concepto encontrado con tantos trabajos.
Todo el que ha querido tener un amigo, y el o la que los ha tenido, sabe muy bien lo difícil que es sostener una amistad. Siempre está en riesgo, siempre está amenazada por los malos entendidos. De hecho, en la Biblia se señala que la fuente de todas las discordias son los mal entendidos, las intrigas (Proverbios 16:28). Jesús en los Evangelios (Juan 15: 12-15) señala que no hay mejor amigo que el que da la vida por sus amigos. Esto puede tomarse literalmente, como en el caso de él mismo, o metafóricamente. “Dar la vida” puede significar amar, ayudar, cooperar, solidarizarse, no abandonar nunca a un amigo, ni en las buenas ni en las malas. Este concepto de Jesús nos acerca otro poco a un más acabado de lo que puede ser la amistad.
Pero decirlo es muy fácil, ¿Quién lo puede probar en el terreno de las acciones, de los hechos? Pienso en el triste caso entre Octavio Paz y Carlos Fuentes. Una amistad tan solida, fecunda, admirable, que por un diferendo crítico terminó en tan lamentable forma, y nunca se resolvió. Murieron sin haberse reconciliado.
Hay quien de plano relega a una instancia menor la amistad entre seres humanos. La gente menciona un dicho popular tremendo, brutal, frío, pero certero -según señalan muchos-: “no hay mejor amigo que un peso en la bolsa”. Es una frase gélida, pero que ha muchos se les ha revelado como una verdad objetiva por las circunstancias que han vivido. Aún así, es una frase que implica una profunda soledad y una gran desesperanza respecto al género humano. Guarda también un grado de verdad: es el propio poder el que puede salvarte de un apuro, el que te puede dar la ayuda. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que ese poder propio, por más frío e independiente que parezca, viene de una relación con los otros. Una relación de trabajo, de negocios, de conveniencia, de lo que sea, pero en relación con otros, y por tanto siempre la otredad, el otro, puede ser fuente de aprecio, de ayuda, de solidaridad, de amistad.
No confundir amistad con complicidad, la amistad verdadera es crítica, por eso es tan difícil conseguirla, cultivarla. Prácticamente a nadie le gusta que le digan sus verdades, pero quién si no un verdadero amigo puede señalarte los errores. Y sin embargo, es tan urgente la presencia de amistad en el mundo. Es la única, porque es amor, que puede aportar comprensión y buena voluntad en los diversos problemas que se presentan a diario. Señala el filósofo Arthur Schopenhauer al respecto que nada es mejor a “la ignorancia del mundo como alegar, cual prueba de los méritos y valía de un hombre, que tiene muchos amigos. ¡Como si los hombres otorgasen su amistad con arreglo a la valía y al mérito! ¡Como si, por el contrario, no fueran semejantes a los perros, que aman a quien les acaricia o solamente les hecha huesos que roer, sin mas halago! Quien mejor sabe acariciar a los hombres - aun cuando sean asquerosas alimañas -, ese tiene muchos amigos."
Epicteto (55-135 d.C) señala en su libro Manual y máximas: " ¿Ves esos perros que están jugando? Diríase que son los mejores amigos del mundo, a juzgar por sus fiestas,
sus caricias, su bullicio y sus lametones, ¿verdad? Pues echa en medio de ellos un hueso y verás lo que ocurre. Esta suele ser la amistad entre padres, hijos y hermanos. En cuanto se ofrece un motivo de disputa: dinero, tierras, una querida, bienes de cualquier clase, ya no hay padre, ni hijo, ni hermano".
Son muchos los pensadores que han abordado el tema de la amistad. Quien esté interesado en profundizar indague en Sócrates, Platón, Aristóteles, Schopenhauer, Nietzsche. Estudie lo que dicen estos filósofos y compárelo con sus propias experiencias. Es un tema inagotable que estará siempre sobre la mesa de debates mientras el ser humano exista. Y, aunque a veces no lo parezca, vale la pena nutrirse de la sabiduría, vale la pena regar el campo florido de la amistad, pasearse por sus campos y respirar su aroma. No importa si alguna vez nos equivocamos, si no hemos valorado la amistad, incluso si hemos traicionado a algún amigo. En todo caso, como dijo Cristo, vete y no lo hagas más. Siempre habrá la oportunidad de sembrar la flor de la amistad.