En 23 piezas al óleo, Antonio Luquín muestra una guerra entre las máquinas y la naturaleza; una pelea que siempre pierden las enormes construcciones hechas por el hombre, ya sea porque dejan de funcionar o simplemente porque el mismo hombre las deja inconclusas.
Recientemente el artista plástico inauguró en el Museo de la Ciudad su exposición Cancellatum Est, que pone sobre la mesa un tema muy sonado en los últimos años: la cancelación del aeropuerto de Texcoco y por ende, la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
No es necesario que Luquín especifique de qué trata su obra, basta ver el nombre de su exposición (cancelado), y los múltiples aviones destartalados, viejos, casi en ruinas, que aparecen en cada uno de sus cuadros.
“Esta exposición la planteé desde hace tres años, por toda esta discusión que había sobre los aeropuertos; que sí al de Texcoco, no al de Texcoco, que la cancelación del aeropuerto original… me pareció muy interesante esa discusión porque representa el alegato de la historia de México, que es semejante a la superposición de las pirámides prehispánicas, todavía no llegaba un tlatoani nuevo cuando ya estaban haciendo una nueva construcción encima de la pirámide anterior, era lógico que el aeropuerto de Texcoco se cancelara, siempre ha sido así, cada quien quiere saludar al pueblo con algo de su autoría”.
En entrevista para Diario de Querétaro, Antonio Luquín describe una de sus pinturas. Lleva por nombre Suave patria y muestra un paisaje casi desértico en el que se ve una rampa, pero no de despegue, sino de frenado; un sutil mensaje plantado por el artista para describir la vida en México.
“En ese cuadro hay un anuncio de tránsito que se repite dos veces: ‘rampa de frenado’. Y es que vivimos en una rampa de frenado, no de despegue; cada que aceleras para despegar te frenan o te frenas, es un retrato psicológico y sociológico del mexicano.
“Son metáforas muy sencillas (…) en otros de mis cuadros hay anclas cayendo desde el cielo hacia la ciudad, eso crea una tensión terrible pero también son fuente de mucha inspiración; aquí la dificultad es un aliciente y el artista siempre va a contracorriente”.
Cancellatum Est tendrá permanencia en el Museo de la Ciudad hasta el 2 de octubre, la mayoría de los cuadros son de reciente creación, aunque otras piezas fueron elaboradas años atrás. Para conformar esta selección, Luquín seleccionó con cuidado aquellas obras que tienen en común el tema de la aviación, aunque los paisajes casi apocalípticos en el que la naturaleza se abre paso entre las ruinas, han sido una constante en su trabajo.
Luquín trabajaba en el archivo iconográfico mexicano del siglo XX, del Instituto Nacional de Bellas Artes, y fue debido a ese encuentro con obras de distintos autores, que surgió su motivación para pintar. Renunció a ese empleo en 1990 y ese mismo año comenzó a dar sus primeras pinceladas.
Desde que era niño, Antonio Luquín ha sentido una fascinación especial por los aviones. Dice que es posible que este gusto tenga raíz en un recuerdo de la infancia, en el que él y su padre vieron la enorme parte de un avión abandonada en plena vía pública: “¿Y si nos llevamos el avión y lo ponemos en el jardín de la casa?”, preguntó en aquél entonces un Antonio de apenas nueve años.
“Antes era muy fácil, ibas a ver aviones y era como una romería, no era tan controlado el ámbito perimetral de los aeropuertos; una vez, en una banqueta, estaba el fuselaje de una avión, y le dije a mi papá: ‘oye por qué no nos llevamos esto a la casa’, por supuesto que no nos lo llevamos –ríe– pero es todo un mundo estos espacios abandonados, se requiere tener a un niño vivo dentro de nosotros”.