Musea es una colección que reúne la obra de 84 artistas mexicanas, quienes, en una especie de arqueología de la memoria, extrajeron una fotografía de su álbum familiar para hablar de las mujeres de sus vidas, aquellas que tuvieron un papel importante en su formación, y que aportaron al resto de la familia cuidados, sentidos y saberes acerca del mundo.
Impulsada por el Centro Queretano de la Imagen (CQI), donde se mantendrá en exhibición hasta el 27 de octubre, Musea reivindica en su título el papel que las musas han tenido en la creación.
“Son ellas las que donan al poeta el pasado que vale la pena recordar de manera bella, estremecedora. Como indica Hannah Arendt en La vida del espíritu, la poesía se crea por los dioses para engrandecer sus obras con ‘cantos y palabras’, mismos que las musas transmiten a la humanidad revelando, en muchos casos, el sentido de lo acontecido una vez que se ha convertido invisible a los ojos”, dice Mary Gard en el prólogo del catálogo de la colección.
En el caso de esta exposición, se subraya el papel femenino dentro de la memoria, por lo que cada autora trabajó con diferentes técnicas de intervención para rememorar visual y narrativamente la historia de sus abuelas, madres, hermanas, hijas y amigas.
Hablan de su labor en la crianza, de sus propias luchas contra las expectativas sociales y la violencia de género, además de recordar sus amores, pasiones e ilusiones.
“El resultado visual refleja fragmentos, intervención, collage, montaje; características también de la memoria y, sobre todo, del ejercicio de la misma”, se lee en el mismo texto.
Entre las piezas de la colección hay impresiones de fotografía sobre objetos y en técnicas como Van Dyke y cianotipia; también hay collage, fotografías bordadas o intervenidas con pintura y materiales orgánicos como flores y plantas.
Asimismo se hacen guiños a técnicas como el kintsugi -que consiste en reparar las piezas de cerámica rotas, en lugar de disimular las rajaduras-, para hablar de las heridas y la resiliencia.
Participan artistas pertenecientes a diferentes generaciones, con carreras consolidadas o noveles, provenientes de Coahuila, Ciudad de México, Aguascalientes, Querétaro, Tlaxcala, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, Tabasco, Estado de México, Yucatán, Hidalgo y Chiapas.
Ellas son Anaïs Abreu, Talía Barredo, Bibiana Loredo, Olivia Vivanco, Donna Oliveros, Margara De Haene, Isabel Calderón, Catalina Di Césare, Miriam Uribe, Cristina Galaz, Mónica Martínez Muñoz, Alexia Maricruz Chacón, Conejo Soñador, Myrna Lara, Brenda Flores Chantes, Claudia Maldonado, Camila Sarabia, Gabriela Gutiérrez, Paulina Zamora, Guadalupe Martínez, Azz Rodríguez, Mary Gard y Viviana Beltrán, por mencionar algunas.
“En esta emotiva obra de collage, rindo homenaje a mi madre, Graciela, fusionando cianotipos inspirados en el trabajo de Anna Atkins y cartas escritas por ella, sobrepuestas como el abrigo que siempre nos procuró, a mi hermano y a mí. Los cianotipos, en tonalidad azul, reflejan su autonomía y determinación. Extracciones de sus cartas aportan autenticidad, revelando sus pensamientos íntimos. La fotografía de su boda simboliza el inicio de su rol materno, mientras que su identificación oficial añade solemnidad. La representación simbólica de su sueño profesional destaca su pasión por la educación. Este collage encapsula la complejidad de mi madre, entrelazando elementos visuales para formar un tributo poderoso a su memoria y destacar su impacto en mi vida. La técnica de collage se convierte en la herramienta perfecta para tejer esta narrativa visual. Reflexionando sobre estas capas visuales, invito al espectador a explorar la riqueza de una relación materna, a reconocer el legado impreso en cada detalle y a apreciar la belleza que surge de la combinación de influencias, amor y resiliencia”, se lee en la pieza de Miriam Uribe Zavala.
“Esta fotografía es una muestra de amistad. Son los años cuarenta; tomarse un retrato con las amigas y entregarles la fotografía como símbolo de afecto, de amistad, es una práctica común. Bordar, en este caso, como una práctica para intervenir la memoria familiar de las mujeres, es habitar y honrar el recuerdo de ellas. Son ellas quienes han posibilitado que aquella memoria no habite en el olvido, se materialice, esté presente para las mujeres que vienen”, dice la obra de Camila Sarabia.
“Construir una relación sin la inercia de buscar conexiones, herencias o paralelismos en los relatos individuales, me permite verla como como un ser humano complejo y distinto a mí”, se lee en la pieza de Paulina Zamora.
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“Este es un homenaje en vida a la mujer que ha criado a dos generaciones en la familia. Su memoria es un hermoso jardín que nunca se marchita, sembrado con todo tipo de historias y experiencias que ahora retoñan en la mía. Nació en Zirándaro, Guerrero, hace 80 años; una tierra que no ha vuelto a ver desde que era pequeña, pero que lleva consigo desde entonces como un tejido de recuerdos ajenos que fue coleccionando con el tiempo. María es su nombre, y es una grandiosa narradora que estimula la imaginación de todo aquél que la escucha contar historias como aquella en la que asegura haber visto a una hilera ángeles cruzar el cielo muchos antes de saber cómo eran esos seres alados. Ella me enseñó mi primer poema, uno que aún recuerdo y que me conecta con ese momento de mi infancia junto a ella, memorizando versos en su jardín sembrado de jazmines: “Dadle a mi voz el huracán rugiente / El poder no domado y estruendoso, / Que así quiero cantar de gente en gente / Las inmortales glorias de un coloso”, dice la obra de Donna Oliveros.
Musea se puede visitar de martes a domingo, de 10:00 a 17:00 horas en CQI (Juárez Sur #66, Centro Histórico, Casa de los Leones). La entrada es libre.
La colección también se encuentra disponible en plataformas a través de un catálogo digital que se puede descargar sin costo en: https://drive.google.com/uc?export=download.