/ viernes 28 de junio de 2024

“Chemsex” explora el placer, el sexo y consumo de drogas

Valerio Gámez lleva al arte una reflexión en torno a la práctica del sexodopaje en la comunidad gay,  para facilitar o intensificar la actividad sexual


En los últimos años la ecuación sexo y drogas se ha popularizado a través de una palabra. Se trata de chemsex, un concepto que hace referencia al consumo de drogas para facilitar o intensificar la actividad sexual.

Esta práctica sexual ha incrementado en la comunidad LGBTIQ+, particularmente por su socialización través de aplicaciones de citas como Grindr, Wapo y Scruff, mismas que permiten planificar ‘fiestas sexuales’ y coordinar las sustancias que serán consumidas, al igual que los proveedores que las suministrarán.

Sobre este fenómeno Valerio Gámez habla en Chemsex, un proyecto de arte instalación en la que explora su propia experiencia en el también llamado sexodopaje.

Su obra se encuentra actualmente en el Museo de Arte Contemporáneo, y está dividida en tres salas que abordan el uso problemático del cristal y las relaciones sexuales complicadas por el consumo de sustancias en la población gay.

“Yo tenía 40 años cuando tuve el primer consumo y fue la primera vez en mucho tiempo que sentía la sensación de paz y tranquilidad. Se me quitó la depresión, la angustia y el miedo. Esto lo digo para contextualizar, la droga por eso se vuelve adicción, porque te hace sentir bien y, al menos en un primer momento, no sientes que te estás volviendo codependiente. Posteriormente, tratas de volver a sentir esa experiencia pero nunca llega”, relató el artista.

Su obra está dividida en tres partes. La primera consiste en un ‘móvil infantil’ del que cuelgan sobres "con cocaína", encendedores y pipas. Para crear dicha pieza, el artista buscaba crear una fantasía, una nebulosa o sistema solar con objetos que a la vista fueran atractivos al espectador, tanto por los colores, como por la forma de la sombra de las piezas.

Foto: Irais Sánchez / Diario de Querétaro

“Es esa primera etapa placentera que dura muy poco para dar inicio a una más prolongada gracias a los efectos adversos. Entre estos síntomas uno de ellos es la paranoia, y eso va muy conectado fisiológicamente con las sombras que percibe el ojo, por el tamaño a veces crees que son animalitos y hasta sientes que ahí están, o si ven más grandes sientes que hay alguien que te está observando o vigilando. Así que también en parte es representar la locura que experimenta alguien en consumo ya una vez que cae en la trampa”, agregó.

La segunda sala presenta un estudio de filmación con todo el escenario, objetos y personas que lo protagonizan cubiertos de verde, como si fuera la pantalla para insertar los efectos especiales.

“Quería que fuera un espacio artificial, que mostrar una habitación de motel donde se práctica sexo casual, pero por la misma droga todo pierde identidad y sentido. (...) Cuando uno empieza a consumir cristal, llega una sensación de vacío muy grande, que hasta los consumidores nos empezamos a creer actores porno. Así que al conectarte en las salas de chat donde esta dinámica está proliferando, se vuelve un completo peligro, porque ya no hay límite. Siempre se está en la búsqueda de llevar más placer, de asistir a más fiestas y de recurrir a estos espacios aunque te estén consumiendo a tí mismo”, comentó Gámez.

El anonimato y la incomodidad que produce la escena son los factores principales que el artista visual busca provocar en el espectador para evitar la romantización de estas prácticas. Finalmente, en la última sala, Gámez presenta muebles eróticos y emoticones que son utilizados para convocar una reunión chemsex, junto con las palabras: soledad y depresión.

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“Yo estoy agradecido con la vida y con las personas que me he topado y que me han brindado su apoyo, porque gracias a ellos he aprendido a valorarme. Conceptualmente, la exposición termina con una sala que mezcla las palabras tabú, con el consumo y la sensación de fiesta. Los anuncios luminosos presentan emojis que usualmente se utilizan en los chats de WhatsApp o en aplicaciones de citas gay para conseguir cristal o una pareja que esté dispuesta a consumir la droga dentro de nuestra sesión de sexo. Todo esto hace alusión a que será una fiesta para divertirse, pero la depresión, ansiedad, soledad, miedo y angustia eventualmente se volverán a presentar. Hoy en día tengo las herramientas para poder hacerle frente y poder seguir trabajando en este tema”, finalizó.

La exposición está dirigida al público mayor de 16 años y se puede visitar de martes a domingo en el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro de 10:00 a 18:00 horas. Entrada gratuita. Al artista lo encuentran en Instagram como @valerio_gamez.


En los últimos años la ecuación sexo y drogas se ha popularizado a través de una palabra. Se trata de chemsex, un concepto que hace referencia al consumo de drogas para facilitar o intensificar la actividad sexual.

Esta práctica sexual ha incrementado en la comunidad LGBTIQ+, particularmente por su socialización través de aplicaciones de citas como Grindr, Wapo y Scruff, mismas que permiten planificar ‘fiestas sexuales’ y coordinar las sustancias que serán consumidas, al igual que los proveedores que las suministrarán.

Sobre este fenómeno Valerio Gámez habla en Chemsex, un proyecto de arte instalación en la que explora su propia experiencia en el también llamado sexodopaje.

Su obra se encuentra actualmente en el Museo de Arte Contemporáneo, y está dividida en tres salas que abordan el uso problemático del cristal y las relaciones sexuales complicadas por el consumo de sustancias en la población gay.

“Yo tenía 40 años cuando tuve el primer consumo y fue la primera vez en mucho tiempo que sentía la sensación de paz y tranquilidad. Se me quitó la depresión, la angustia y el miedo. Esto lo digo para contextualizar, la droga por eso se vuelve adicción, porque te hace sentir bien y, al menos en un primer momento, no sientes que te estás volviendo codependiente. Posteriormente, tratas de volver a sentir esa experiencia pero nunca llega”, relató el artista.

Su obra está dividida en tres partes. La primera consiste en un ‘móvil infantil’ del que cuelgan sobres "con cocaína", encendedores y pipas. Para crear dicha pieza, el artista buscaba crear una fantasía, una nebulosa o sistema solar con objetos que a la vista fueran atractivos al espectador, tanto por los colores, como por la forma de la sombra de las piezas.

Foto: Irais Sánchez / Diario de Querétaro

“Es esa primera etapa placentera que dura muy poco para dar inicio a una más prolongada gracias a los efectos adversos. Entre estos síntomas uno de ellos es la paranoia, y eso va muy conectado fisiológicamente con las sombras que percibe el ojo, por el tamaño a veces crees que son animalitos y hasta sientes que ahí están, o si ven más grandes sientes que hay alguien que te está observando o vigilando. Así que también en parte es representar la locura que experimenta alguien en consumo ya una vez que cae en la trampa”, agregó.

La segunda sala presenta un estudio de filmación con todo el escenario, objetos y personas que lo protagonizan cubiertos de verde, como si fuera la pantalla para insertar los efectos especiales.

“Quería que fuera un espacio artificial, que mostrar una habitación de motel donde se práctica sexo casual, pero por la misma droga todo pierde identidad y sentido. (...) Cuando uno empieza a consumir cristal, llega una sensación de vacío muy grande, que hasta los consumidores nos empezamos a creer actores porno. Así que al conectarte en las salas de chat donde esta dinámica está proliferando, se vuelve un completo peligro, porque ya no hay límite. Siempre se está en la búsqueda de llevar más placer, de asistir a más fiestas y de recurrir a estos espacios aunque te estén consumiendo a tí mismo”, comentó Gámez.

El anonimato y la incomodidad que produce la escena son los factores principales que el artista visual busca provocar en el espectador para evitar la romantización de estas prácticas. Finalmente, en la última sala, Gámez presenta muebles eróticos y emoticones que son utilizados para convocar una reunión chemsex, junto con las palabras: soledad y depresión.

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“Yo estoy agradecido con la vida y con las personas que me he topado y que me han brindado su apoyo, porque gracias a ellos he aprendido a valorarme. Conceptualmente, la exposición termina con una sala que mezcla las palabras tabú, con el consumo y la sensación de fiesta. Los anuncios luminosos presentan emojis que usualmente se utilizan en los chats de WhatsApp o en aplicaciones de citas gay para conseguir cristal o una pareja que esté dispuesta a consumir la droga dentro de nuestra sesión de sexo. Todo esto hace alusión a que será una fiesta para divertirse, pero la depresión, ansiedad, soledad, miedo y angustia eventualmente se volverán a presentar. Hoy en día tengo las herramientas para poder hacerle frente y poder seguir trabajando en este tema”, finalizó.

La exposición está dirigida al público mayor de 16 años y se puede visitar de martes a domingo en el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro de 10:00 a 18:00 horas. Entrada gratuita. Al artista lo encuentran en Instagram como @valerio_gamez.

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