/ sábado 17 de febrero de 2024

Luis Ramone documenta la nostalgia del romance

La colección Kiss bang bang allude “la nostalgia de compartir la vida con alguien”; está inspirada en la estética de Shinya Tsukamoto, Ingmar Bergman y Andréi Tarkovski


A simple vista, Kiss Kiss Bang Bang puede hacer ilusión a la picardía, al erotismo y a la sensualidad; sin embargo, para el creador, Luis Ramone, la exposición fotográfica hace alusión a “la nostalgia de compartir la vida con alguien”. La estética a blanco y negro, granulada y distorsionada hace un guiño a los vestigios de un romance que se reproduce como una película ahora ante los ojos de los espectadores.

Luis Arturo Herrera -auto bautizado como Luis Ramone por su fanatismo a la banda de punk, Ramones- es la mente maestra detrás de la colección que ahora se encuentra expuesta en una de las salas del Museo de la Ciudad. Su carrera en el arte de la fotografía comenzó hace 12 años, aunque él indica que sólo reconoce los últimos seis con un enfoque más profesional, puesto que la primera mitad se desarrolló en un sentido más lúdico y de autodescubrimiento para llegar a la estética con la que hoy en día es reconocido su trabajo.

“Mi mamá trabajaba en la preparatoria en la que yo estudiaba, así que habían días en los que yo la esperaba en lo que se desocupaba de su jornada laboral. Un día me metí a la biblioteca porque me encontraba de chismoso y di con la sección de fotografía. Los libros me llamaron mucho la atención y comenzaron un interés en mí por poner en práctica los ejercicios o las técnicas que mencionaban. Por un tiempo fue un tipo de juego retador de ‘¿Y será que si sigo las instrucciones obtendré esos resultados?’”, expresó el fotógrafo en entrevista con DIARIO DE QUERÉTARO.

En ese ‘estire y afloje’ de retar a los libros, Luis terminó asumiendo un puesto de fotógrafo documentalista dentro de su círculo íntimo. “Fotografíe nuestras salidas de skate, el graffiti, las fiestas, en un sentido muy personal me sentía útil, con un propósito dentro del grupo. No fue mucho tiempo lo que le tomó a la fotografía para que me terminara de flechar y de ahí todo fue historia. Estudié Comunicación, me clavé más en el tema y poco a poco fui desarrollando un lenguaje visual más particular”, compartió.

Su fotografía se encuentra fuertemente influenciada por la cultura punk. El manejo del blanco y negro hace referencia, de forma estética, a la película del director japonés Shinya Tsukamoto, Tetsuo, el hombre de hierro, mientras que narrativamente y del proceso creativo al trabajo de los directores: Ingmar Bergman y Andréi Tarkovski.

Foto: Irais Sánchez / Diario de Querétaro

“A mí me conmueve el cómo ellos entendían la nostalgia, la memoria, que son algunas de las temáticas de mis fotos. Sé que no tiene mucho que ver mi trabajo con sus películas, pero siento que sí tiene relación en el proceso del cómo pensar la vida, las historias y la memoria”, explicó el fotógrafo.

La exposición se encuentra integrada por 20 fotografías, cada una de diferentes tamaños y distribuidas de forma estratégica en las dos salas que se le asignaron. Al entrar, el espectador se encuentra frente a frente con una imagen que tiene como foco central un ojo, algo así con la intención de dar la bienvenida a los visitantes e invitarlos a realizar el recorrido. “Hay fotografías que se encuentran en tamaño postal y ubicadas o muy arriba o abajo en las salas, esto da la sensación de que son fotos que se encuentran escondidas. Esto lo pensamos así como para incitar a los visitantes a acercarse y que así tengan un momento de intimidad con las fotos, algo así como cuando vas a dar un primer beso y no estás del todo seguro, pero aún así te acercas con el otro. En lo personal, me gustó la decisión de que no estuvieran todas las piezas saturadas, sino que estuvieran distribuidas de forma estratégica para que las buscaras por las salas”.

El recorrido cierra con una instalación de un par de pantallas que se encuentran encima de unos libros y que proyectan una secuencia de 37 imágenes de una pareja compartiendo besos.

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“La exploración del mundo de Luis Ramone empieza desde la pantalla de un teléfono, la aparición de una imagen en un feed de Instagram interrumpe cualquier contemplación autómata para ofrecernos la sorpresa de un guiño de poesía. Su cuenta de Instagram, es una suerte de resistencia a la banalización de las imágenes y de la simplificación de la intimidad. Ramone ejercita el medio con un claro sentido editorial. Nos cuenta historias contemporáneas y nos ofrece la profundidad de momentos de carne y hueso. Nos presta imágenes para situaciones de amor , de nostalgia o de pura realidad. Nos empuja sutilmente a contemplar el deseo. Formado como fotógrafo autodidacta, Ramone también nos ofrece su mirada contundente y su posición sobre el oficio de fotografiar, de imprimir y de editar fotografía para fanzines. Con sutilezas cita a sus influencias con renovada juventud. Ahí están Araki, Tilmans y hasta Tarkovsky en su bagaje amplio y discreto. Los besos son un tema recurrente en las imágenes de Luis, la insistencia con la que los aborda nos habla de comunión, de exploración propia y prestada, del entendimiento de una cultura de códigos y de secretos, y que nos arrastra a especulaciones cinematográficas”, se lee en el texto de sala.

Su trabajo se encuentra en el Museo de la Ciudad y permanecerá hasta el 12 de mayo. También se puede ver más de su trabajo a través de su cuenta de instagram: @yoramone.

Foto: Irais Sánchez / Diario de Querétaro


A simple vista, Kiss Kiss Bang Bang puede hacer ilusión a la picardía, al erotismo y a la sensualidad; sin embargo, para el creador, Luis Ramone, la exposición fotográfica hace alusión a “la nostalgia de compartir la vida con alguien”. La estética a blanco y negro, granulada y distorsionada hace un guiño a los vestigios de un romance que se reproduce como una película ahora ante los ojos de los espectadores.

Luis Arturo Herrera -auto bautizado como Luis Ramone por su fanatismo a la banda de punk, Ramones- es la mente maestra detrás de la colección que ahora se encuentra expuesta en una de las salas del Museo de la Ciudad. Su carrera en el arte de la fotografía comenzó hace 12 años, aunque él indica que sólo reconoce los últimos seis con un enfoque más profesional, puesto que la primera mitad se desarrolló en un sentido más lúdico y de autodescubrimiento para llegar a la estética con la que hoy en día es reconocido su trabajo.

“Mi mamá trabajaba en la preparatoria en la que yo estudiaba, así que habían días en los que yo la esperaba en lo que se desocupaba de su jornada laboral. Un día me metí a la biblioteca porque me encontraba de chismoso y di con la sección de fotografía. Los libros me llamaron mucho la atención y comenzaron un interés en mí por poner en práctica los ejercicios o las técnicas que mencionaban. Por un tiempo fue un tipo de juego retador de ‘¿Y será que si sigo las instrucciones obtendré esos resultados?’”, expresó el fotógrafo en entrevista con DIARIO DE QUERÉTARO.

En ese ‘estire y afloje’ de retar a los libros, Luis terminó asumiendo un puesto de fotógrafo documentalista dentro de su círculo íntimo. “Fotografíe nuestras salidas de skate, el graffiti, las fiestas, en un sentido muy personal me sentía útil, con un propósito dentro del grupo. No fue mucho tiempo lo que le tomó a la fotografía para que me terminara de flechar y de ahí todo fue historia. Estudié Comunicación, me clavé más en el tema y poco a poco fui desarrollando un lenguaje visual más particular”, compartió.

Su fotografía se encuentra fuertemente influenciada por la cultura punk. El manejo del blanco y negro hace referencia, de forma estética, a la película del director japonés Shinya Tsukamoto, Tetsuo, el hombre de hierro, mientras que narrativamente y del proceso creativo al trabajo de los directores: Ingmar Bergman y Andréi Tarkovski.

Foto: Irais Sánchez / Diario de Querétaro

“A mí me conmueve el cómo ellos entendían la nostalgia, la memoria, que son algunas de las temáticas de mis fotos. Sé que no tiene mucho que ver mi trabajo con sus películas, pero siento que sí tiene relación en el proceso del cómo pensar la vida, las historias y la memoria”, explicó el fotógrafo.

La exposición se encuentra integrada por 20 fotografías, cada una de diferentes tamaños y distribuidas de forma estratégica en las dos salas que se le asignaron. Al entrar, el espectador se encuentra frente a frente con una imagen que tiene como foco central un ojo, algo así con la intención de dar la bienvenida a los visitantes e invitarlos a realizar el recorrido. “Hay fotografías que se encuentran en tamaño postal y ubicadas o muy arriba o abajo en las salas, esto da la sensación de que son fotos que se encuentran escondidas. Esto lo pensamos así como para incitar a los visitantes a acercarse y que así tengan un momento de intimidad con las fotos, algo así como cuando vas a dar un primer beso y no estás del todo seguro, pero aún así te acercas con el otro. En lo personal, me gustó la decisión de que no estuvieran todas las piezas saturadas, sino que estuvieran distribuidas de forma estratégica para que las buscaras por las salas”.

El recorrido cierra con una instalación de un par de pantallas que se encuentran encima de unos libros y que proyectan una secuencia de 37 imágenes de una pareja compartiendo besos.

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“La exploración del mundo de Luis Ramone empieza desde la pantalla de un teléfono, la aparición de una imagen en un feed de Instagram interrumpe cualquier contemplación autómata para ofrecernos la sorpresa de un guiño de poesía. Su cuenta de Instagram, es una suerte de resistencia a la banalización de las imágenes y de la simplificación de la intimidad. Ramone ejercita el medio con un claro sentido editorial. Nos cuenta historias contemporáneas y nos ofrece la profundidad de momentos de carne y hueso. Nos presta imágenes para situaciones de amor , de nostalgia o de pura realidad. Nos empuja sutilmente a contemplar el deseo. Formado como fotógrafo autodidacta, Ramone también nos ofrece su mirada contundente y su posición sobre el oficio de fotografiar, de imprimir y de editar fotografía para fanzines. Con sutilezas cita a sus influencias con renovada juventud. Ahí están Araki, Tilmans y hasta Tarkovsky en su bagaje amplio y discreto. Los besos son un tema recurrente en las imágenes de Luis, la insistencia con la que los aborda nos habla de comunión, de exploración propia y prestada, del entendimiento de una cultura de códigos y de secretos, y que nos arrastra a especulaciones cinematográficas”, se lee en el texto de sala.

Su trabajo se encuentra en el Museo de la Ciudad y permanecerá hasta el 12 de mayo. También se puede ver más de su trabajo a través de su cuenta de instagram: @yoramone.

Foto: Irais Sánchez / Diario de Querétaro

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