Extender la comunidad a través del arte. La propuesta artística de Ruido y Lilus

Diario de campo

Julio César Borja Cruz / colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 17 de abril de 2024

Fotos: Cortesía / Julio Borja


Los afectos y el cuidado se sitúan al centro del quehacer artístico de Alondra Corona y Laura Barajas, conocidas, respectivamente, como Ruido y Lilus. Como ha sucedido regularmente con las mujeres a lo largo de la historia, su discurso creativo se encuentra encarnado y situado, es decir, las experiencias que las han constituido como sujetos se hacen explícitas en su propuesta artística. En este sentido, el ser mujer, el crecer y vivir en un municipio industrial como lo es San Juan del Río, la maternidad y su interés por el arte urbano -en el que predominan los hombres-, las han llevado a replantear los procesos creativos y los espacios públicos que se intervienen desde el arte, con el fin de integrar activamente a las mujeres, a las infancias y a las personas con discapacidad. La habilidad para crear y plasmar imágenes las hizo coincidir y, al poco tiempo, compartir proyectos. Desde entonces, Ruido y Lilus, con su labor, apuestan por la construcción de una comunidad más diversa y respetuosa.

Lilus es oriunda de la ciudad de Querétaro, pero desde hace varios años reside en San Juan del Río. Estudió Artes Visuales en la Facultad de Artes, Campus San Juan del Río, de la Universidad Autónoma de Querétaro. Entró a dicha licenciatura maternando a un bebe de apenas unos meses de edad, y al egresar su hijo ya asistía al preescolar. En ese momento se enfrentó a un campo laboral en el que difícilmente existen las condiciones idóneas para que las mujeres que crían infancias puedan alternar las prácticas de cuidado con sus labores asalariadas. Así que Lilus diseñó e implementó talleres de arte para niñas y niños, con el fin crear espacios en el que pudiera desarrollarse profesionalmente, obtener recursos económicos y estar cerca de su hijo para poder cuidarlo. Desde entonces, 15 años aproximadamente, Lilus ha impartido talleres a infancias y adolescencias en espacios autogestivos e institucionales. Actualmente es docente en la Escuela de Iniciación Artística del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y labora con jóvenes desde la arteterapia en Centros de Rehabilitación.

Ruido es de la comunidad de Arcila, que se localiza en San Juan del Río. Tiene formación académica en Artes y Diseño Gráfico, al igual que Lilus, por la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro. Su primer acercamiento al arte sucedió mientras cursaba la preparatoria, gracias a la amistad que entabló con un joven que realizaba pintas, o grafiti, en espacios públicos; el entusiasmo y el arrojo en el proceso creativo de este joven inspiró a Ruido. En ese periodo, ambos crearon un mural en una de las aulas del Colegio de Bachilleres donde estudiaban, en cual, por medio de frases, incitaban a sus compañeras y compañeros a seguir estudiando. La emoción y la satisfacción de haber elaborado algo así, en gran formato y con sentido social, confirmó su interés en las artes. Desde entonces este entramado entre creación y compromiso a orientado su obra gráfica y mural.

Los stickers, un proyecto para intervenir espacios desde la diversidad

De manera individual, Ruido y Lilus se han desarrollado artísticamente en distintos espacios creando desde la plástica, la gráfica, el muralismo y la fotografía. De igual forma, se han interesado en las expresiones que se derivan del llamado Arte Urbano, o Street Art, como las pintas en muros o grafiti y en la creación de stickers (esto es, imágenes impresas en distintos formatos y en un papel adhesivo). Ambas señalan que durante años los hombres han dominado los espacios en los que se desarrolla el Arte Urbano y han limitado de diversas formas la participación de las mujeres. Respecto a los eventos que se organizan para hacer pintas, Lilus comenta lo siguiente: “Todo lo que tenga que ver con arte urbano es súper masculino. Solamente van chicos y si van chicas son las novias de los chicos. Y si ellas llegan o llegaban a pintar, ellos terminaban haciendo por ellas y [diciendo] no, no, tú por allá o tú nada más quédate ahí bonita, tú dale aceptación a lo que estoy haciendo o vete por las chelas. Neta [se preguntaba] ¿ese es el único panorama que hay si quieres hacer arte urbano?”.

Lo mismo ocurre torno a los stickers. Estos últimas suelen intercambiarse en eventos con música, organizados especialmente para ello. Para estas artistas, la elaboración de dichas calcomanías se vincula, casi de manera intrínseca, con la idea de compartir y difundir algo de sí. En este sentido, los intercambios de stickers tienen como fin ampliar las posibilidades de difusión de dichas creaciones, más allá de los espacios en los que se desenvuelve la persona que los elaboró. No obstante, los intercambios también suelen ser hostiles para las mujeres: “Llegabas [a los intercambios], pero todos estaban súper pedos, si eres chica te echan el perro, te super acosan, no es un lugar seguro para chicas, ni es un lugar para infancias”, comenta Lilus.

La Bienal se celebrará del 6 al 16 de junio en Italia. Foto: Cortesía / Galería Bernardini

Ruido y Lilus relatan que la dinámica usual en dichos eventos es llevar a cabo el intercambio de uno a uno. En estos lugares los creadores suelen acercarse entre sí sólo si se dan cuenta que traen “cambio”, esto es, stickers disponibles. Estas artistas se encontraron en 2019, en uno de estos eventos en la Ciudad de Querétaro, cuando Ruido, sin quererlo, cambió dicha dinámica. Ella llegó un poco tarde y colocó sus creaciones sobre una mesa con el fin de que terminaran de secarse, ya que estaban recién impresas, no obstante, parecía que sus stickers estaban siendo expuestos y las personas que se encontraban en el lugar se acercaron para tomar algunos y dejar otros que traían consigo. Entonces el intercambio se llevó a cabo sobre la mesa y de forma colectiva. Comentan que posiblemente en otros lugares ya había ocurrido un intercambio así, pero ellas no lo habían vivido: “Ahí todo el mundo, tomaba y dejaba, en modo de trueque. Que en realidad esa es la esencia de los intercambios de sticker. Ahí todo fue muy amable. Al final terminamos con una cajita llena, ya habíamos dejado y tomado [stickers], y todavía había ahí. Al final dijimos, que teníamos que hacer algo con estos stickers y con la dinámica que se generó” agrega Lilus.

Está dinámica emergente sirvió de insumo para la reflexión sobre la pertinencia de transformar el proceso creativo y de difusión dentro del Street Art. De igual forma, pensaron en la riqueza de integrar y visibilizar el trabajo de más personas, al encontrar el trabajo de algunas compañeras que sobresalían por la calidad en el diseño y la impresión, y en las propuestas creativas que iba más allá de la vieja firma -o tag- y la “bomba” del grafiti. Esto las llevó a participar en un evento solo para infancias y mujeres, en el marco de las conmemoraciones relativas al 8 de marzo, y organizar un taller en el que instruyeron a las asistentes en el cómo hacer sus propias piezas de Street Art.

En esa época Lilus trabajaba con adolescentes con discapacidad y neurodivergentes, impartiéndoles talleres de arte. Con esta labor notó que estas juventudes constantemente hablan sobre relaciones de noviazgo, sobre emociones, sobre enamoramiento, y a la par, se dio cuenta que no había algún tipo de orientación para abordar estos temas de acuerdo con las necesidades de dicha población. Así que habló con la persona que coordinaba el proyecto y le propuso elaborar un taller sobre el tema de vínculos afectivos con estos jóvenes, el cual aceptó. Lilus y Ruido, junto con una amiga especializada en educación especial, organizaron un taller con estos jóvenes para reflexionar sobre las maneras adecuadas y respetuosas de aproximarse a alguien y expresar emociones, también profundizaron en prácticas de cuidado asociadas a la autonomía corporal. El resultado final de estas reflexiones se plasmaría en stickers.

Estas artistas convocaron a un intercambio de calcomanías por medio de un cartel, tal y como suele hacerse para estos eventos solo colocaron el día, la hora y el lugar, sin mucho detalle: “El cartel que lanzamos es el gancho para que este gremio de la cultura de sticker sepa que hay un intercambio. Sólo se lanza un cartel que dice intercambio de stickers con la fecha y el lugar. Es la clave para que los chicos y las chicas se muevan, pero no se dice más, pero no se sabe que más [hay]”, señala Ruido. En la fecha y hora planeada -en el Parque de Las Garzas, ubicado en la zona oriente de San Juan del Río- se dieron cita varios artistas urbanos y diseñadores con sus materiales impresos para intercambiar, incluso, con material para hacer grafiti. Ruido y Lilus los esperaban con una mesa llena de material y con las juventudes que integraron su taller - personas con autismo, con ceguera y con Síndrome de Down- trabajando algunos diseños sobre el papel adhesivo y con algunas calcomanías ya listas.

Para los artistas que llegaron al parque esta dinámica los descolocó, ya que no entendían como sería el intercambio. Ellas les invitaron a integrarse al grupo y, -replicando la dinámica de aquel evento en Querétaro- en torno a una mesa, de manera colectiva, comenzaron a intercambiar sus calcas con los jóvenes del taller: “No era lo que esperaban. Se quedaron pensado si era una clase. Veían que [lo que hacían los jóvenes] no era una bomba, no era el nombre de crew [grupo o banda]. A los que llegaron temprano les decíamos que si podían apoyar a una compañera, por ejemplo, con síndrome de Down, a que hiciera un dibujo. Nos gustó que se cruzara la línea entre artista y espectador”, explica Ruido. Y así sucedió, los artistas se integraron a la nueva dinámica y en se momento intercambiaron conocimientos, técnicas y obras con las y los jóvenes con discapacidad.

Días después, quienes integraron el taller, junto con Ruido y Lilus, pegaron en la vía pública sus creaciones con las reflexiones que se generaron conjunto. Su intención fue ampliar las potencialidades del Arte Urbano y utilizarlo como un medio para expandir mensajes sobre la diversidad y cuestionarnos sobre el capacitismo imperante. Con ello, también buscan cambiar la interacción y percepción que hay sobre las pintas y calcomanías que se encuentran en las calles.

Este crecimiento se vio evidenciado luego de la pandemia por Covid-19. Foto: Hugo Arciniega / Diario de Querétaro

El éxito de este ejercicio las motivó a seguir organizando este tipo de eventos en el que se priorizara el proceso creativo colectivo y el intercambio abierto en espacios públicos, integrando a más personas. En cada actividad Ruido y Lilus llevan los insumos necesarios, -material adhesivo, plumones, aerosoles, tijeras- y los comparten con las personas que asisten, a la par de que las van instruyendo en algunas técnicas. Se trata de una actividad autogestiva, así que solo piden una cooperación solidaria para comprar material para futuros encuentros.

Comúnmente hay un tema central que sirve de punto de partida para dialogar, debatir y crear. Por ejemplo, en un encuentro que organizaron tomaron la temática de vehículos no motorizados, es decir, bicicletas, patines, patinetas, carriolas, y hablaron sobre la falta de infraestructura y de hábitos que permita la movilidad con estos dispositivos de forma segura; también han participado de manera activa en las actividades que se han organizado para visibilizar la crisis hídrica a la que nos enfrentamos en Querétaro y, en general, en el país.

Ampliar la comunidad. La potente apuesta de Ruido y Lilus

San Juan del Río es un municipio que quedó atrapado en un corredor industrial que se proyectó a finales desde la década de 1970. Desde la última veintena del siglo XX, la élite empresarial determinó e impulsó, en gran medida, la infraestructura urbana, los servicios, e incluso, el perfil educativo profesional -vinculado a la industria y a la rama de servicios- que domina en la zona. La mancha urbana creció de la mano de las políticas neoliberales, que impregnan su lógica de rentabilidad -en la que todo es susceptible a ser vendido- a varios ámbitos de la vida. En este contexto, las propuestas de construir formas de encontrarnos más allá del consumo y que nos exhorten a cuestionar la forma en que nos relacionamos, tienen un potencial político loable, como sucede con el quehacer de Ruido y Lilus.

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A lo largo de varias décadas, las obras y las formas derivadas del Street Art han tenido como objetivo la toma del espacio público para disentir de ciertos ordenes sociales clasistas. Sin embargo, la escena artística se ha limitado en gran medida a hombres que, en algunas circunstancias, reproducían relaciones desiguales de género. Ruido y Lilus, por su parte, proponen “tomar” los espacios públicos desde lo colectivo y lo común; ellas, al organizar el intercambio de stickers lanzan una pregunta, de manera implícita o explicita, que es despejada a partir del diálogo, a través del arte. A la par, amplían la comunidad, es decir, el agrupamiento en torno a algo en común, atravesado de afectos y arraigos: las infancias, las mujeres, las disidencias y las personas con discapacidad también caben en el Street Art y cuentan con un discurso, con inquietudes y malestares que de igual forma pueden y deben saltar a la vista cuando “se toman la calles”.

En el 2023 redactaron un documento en el que exponen algunas recomendaciones para que cualquier persona interesada pueda organizar un intercambio de stickers y este texto lo distribuyen de manera libre (https://docs.google.com/document/d/1gcfXVoTxVsBnJkRunDg5pL81tiKJkA8NSn6Wzdb_CxA/edit). Estas artistas apuestan por la creación desde y para el colectivo, con un sentido social que coadyuve a la justicia social. Desde la inclusión y desde el trabajo amoroso plantean que otras formas de crear son posibles.