Entre los colosales cerros que conforman al paisaje semidesértico de la Sierra Gorda de Querétaro, serán resguardados los tradicionales sonidos de su gente: desde el huapango arribeño de sus campesinos poetas, los sones y la música indígena de la región, hasta canciones de otras épocas y lugares en el mundo.
Este patrimonio musical se preservará en la Fonoteca de Querétaro, una iniciativa impulsada por el gestor cultural, investigador y locutor octogenario, Reynaldo Mota Molina, quien ha decidido legar 7 mil piezas de su propia colección, pues desde 2018 comenzó a buscar un espacio dónde conservar esta memoria.
Tras presentar la idea a diferentes instituciones, finalmente la Fonoteca Nacional de México se interesó en su proyecto, y será en el Museo Histórico de la Sierra Gorda, ubicado en el municipio de Jalpan de Serra, donde se conserve y difunda este archivo sonoro.
De acuerdo con Reynaldo, el recinto formará parte de la Red Nacional de Fonotecas, convirtiendo a Querétaro en el segundo estado en sumarse a este circuito sonoro, después de Tlaxcala.
La colección incluye discos LP y EP 7’, así como cilindros de cera para fonógrafo, discos de pasta 78 rpm, cintas magnetofónicas, sección de cartuchos, casetes, discos compactos y DVDs.
El acervo va de lo análogo a lo digital, a través de la música mexicana, barroca, medieval, indígena y tradicional latinoamericana, pasando por géneros como la ópera, el blues, jazz, bossa nova, electrónica, rock n roll, bolero y sones (huasteco, jarocho, arribeño y de tierra caliente), entre muchos otros.
Además, incluye dos fonógrafos antiguos y varias curiosidades, entre las que destacan una grabación con la voz de Hitler y otra en la que se podrá escuchar al mismísimo inventor Thomas Alba Edison hablando sobre sus innovaciones.
Siguiendo la misión de la Fonoteca Nacional, Reynaldo asevera que el espacio no solo salvaguardará este patrimonio sonoro, también buscará coadyuvar en la educación auditiva y la cultura de la escucha, a través de audiciones colectivas, charlas y cursos.
La idea, señala, es que la gente no solo se siente a oír todo el material, sino que sepa la relevancia que la música y los sonidos tienen como documentos históricos, además de ahondar en el para qué de su preservación y aprendan a distinguir las diferentes dimensiones de la sonoridad.
Finalmente, subraya el locutor, el objetivo es que la Fonoteca de Querétaro siempre esté a la disposición de investigadores, estudiantes y público en general, y siga creciendo a través de otras colecciones sonoras.
Originalmente el espacio iba a inaugurarse en 2020, pero debido a la pandemia de Covid-19 el proceso de adecuación del lugar, catalogación del material y apertura fue pospuesto para este año.
Hasta el momento, el archivo ha sido digitalizado por la Fonoteca Nacional para su preservación, y cuenta con la donación de 200 discos más, de parte del investigador, docente y músico, Armando Viesca.
De la melomanía a la difusión y preservación
Reynaldo tenía dos años cuando escuchó por primera vez “El amor de mi bohío”, y asevera que fue desde ese momento que quedó fascinado con la sensación de la música en sus oídos.
“Es el primer registro musical en mi memoria”, dice el melómano octageriano, quien con la voz entrecortada recuerda cómo su pasión por la sonoridad fue creciendo en su vida hasta convertirse en su verdadera vocación.
Aunque esta inclinación por el llamado “arte de las musas” pudo haberlo motivado a convertirse en un gran instrumentista, Reynaldo más bien se decantó por la experiencia estética de quien aprecia, ampliando su acervo musical con el tiempo y adentrándose en ese camino en las diferentes dimensiones de este arte: desde la estética y la técnica de ejecución y reproduccón, hasta la historia y la cultura que envuelven a cada pieza y género musical.
Sin quererlo también se convirtió en coleccionista, haciéndose de una importante fonoteca que abarca diferentes periodos de la música, desde el siglo XIX hasta la época actual.
Cuando cumplió 50 años, Reynaldo cuenta que decidió darle un nuevo vuelco a su vida, dejando atrás la gran metrópoli para vivir en Querétaro, el terruño de su madre; encontrando en el municipio de Jalpan de Serra su destino final.
Al llegar, lo primero que buscó fueron los sonidos de ese lugar, encontrando a su paso al huapango en su estado natural, así como a sus músicos y poetas.
“Cuando llegué a la Sierra, el huapango estaba muy decaído, lo que más proliferaba entonces era el huapango huastecto (…) Pero los músicos no tenían donde tocar, el lugar donde ellos se juntaban era una cantina que se llamaba ‘La Cobacha’, ya se podrán imaginar cómo era: un lugar muy mugrillo ahí, donde le daban cualquier cosa a los músicos; el único trío reconocido como tal era el de Fortunato y sus Cometas, un personaje ya desde siempre conocido”, relata.
Sorprendido por la poca difusión que tenía la música de la serranía, y el mucho talento que de ella brotaba, fue que decidió impulsar, en 1992, un programa radiofónico a través de “Radio Felicidad” del Grupo Acir, “con la finalidad de preservar, promover y difundir el huapango en sus dos acepciones de la sierra: arribeño y huasteco, en virtud de que uno se encontraba limitado y el otro en decaimiento”, relata.
El programa dedicaba sus emisiones a diferentes músicos de la localidad, quienes tocaban en vivo durante las transmisiones, por lo que pronto la cabina comenzó a llenarse de radioescuchas que buscaban ver a los huapangueros tocar.
De esta concurrencia fue que Reynaldo ideó organizar el primer festival de huapango “Al rescate de nuestras raíces”, título que también tomó el programa radiofónico en 1995.
Tanto la experiencia detrás de micrófonos como en el impulso de este encuentro musical –que alcanzó sus 11 ediciones en 2004–, fue que el locutor logró documentar las propuestas musicales de la región, así como de chichimecas- jonaz y grupos huatecos hablantes del tének, náhuatl y pame.
Todo esta memoria podrá encontrarse en la Fonoteca de Querétaro, además de una sección de grabaciones de campo y videos domésticos que aglutinan parte de los testimonios, festivales, topadas y actuaciones que enriquecieron el conocimiento del arte del huapango.
Además de coadyuvar en la preservación y difusión del Huapango Huasteco y el Huapango Arribeño, Reynaldo colaboró en el otorgamiento del Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, al músico y trovador de huapango Huasteco, Fortunato Ramírez en 2005, y al músico y poeta del huapango arribeño, Lupe Reyes, al año siguiente.
Acreedor en 2013 al premio Sol Poniente, otorgada por el patronato Pro-Huapango y Cultura Huasteca, A. C, Reynaldo también es autor del libro “Galería Huapanguera”, ha escrito para revistas como Tierra Adentro y es locutor del programa “Galería musical”, en Radio y Televisión Querétaro.