/ jueves 13 de enero de 2022

Función y diferenciación del sistema artístico: El arte como representación del individuo

El libro de cabecera

En nuestra última entrega del año, anotábamos que el arte simbólico, a través de las obras, hace visible aquello que no lo es: la capacidad subjetiva del artista. A partir de entonces, el arte como signo ha de buscar administrar de manera visual, literaria y musical (no necesariamente en ese orden) los diversos segmentos del mundo perceptible de los creadores, quienes hasta entonces —hablando específicamente del Quattrocento— aún no cobraban conciencia a cabalidad de lo que representará ser un autor.

Hacia finales del siglo XV y gran parte del siglo XVI, para el arte de Jheronimus van Aken, mejor conocido como El Bosco, Arcimboldo, Van Eyck, Holbein o de Durero explotará el impacto de la reforma protestante y el espíritu de la naciente época moderna. Mientras el argumento religioso pierde relevancia como detonador central de la creación, los mandatos de los mecenas, reyes y comerciantes se consolidan como el principal impulso, a pesar, o quizás por esa razón, de que las obras tendrán como destino final la habitación de sus dueños o los espacios selectos de apreciación, lo que a la postre devendrá en lo que hoy conocemos como museos o galerías de arte.

La expansión urbana, el crecimiento económico de las élites burguesas y el debilitamiento del clero como poder político, fraguarán las condiciones para el surgimiento de una nueva etapa artística caracterizada por el florecimiento de temáticas dedicadas a paisajes simples, experiencias cotidianas fugaces y representaciones de los avances científicos en boga. Muchas de las obras producidas bajo el influjo de esta etapa consistirán en recordatorios morales o servirán llanamente para la contemplación personal. ¡Poca cosa!

Este proceso seguirá con toda su intensidad hacia los siglos XVI y XVII con la llegada del Barroco, el Rococó y el Neoclasisimo, expresiones que hoy han encontrado aspavientos absurdos emanados de la rabia woke y de la secta rampante de la corrección política. En aquellos siglos el arte logrará un impulso significativo de complejidad interna. Asimismo, se advierte ya la irrupción de un nuevo fenómeno que va a ser determinante para el derrotero creativo: el sistema de patronazgo de los príncipes y mecenas será sustituido por el mercado del arte. Como fenómeno emergente, en torno al incipiente mercado del arte se hace necesario señalar los siguientes aspectos que marcarán de manera significativa al arte como fenómeno social:

1. La comercialización de productos terminados, con lo que se pone fin a la creación de la obra de arte a capricho del cliente.

2. La generación del concepto de coleccionista de obras de arte, las obras que son comercializables (entre desconocidos) e intercambiables de manera remota (a lo largo de Europa y otros continentes).

3. A partir de lo anterior, las obras de arte pierden su exclusividad de pertenencia, por lo que comenzará la especulación de precios y el reconocimiento simbólico del artista como autor. Asimismo, comenzará la creación y circulación de obras de arte en beneficio de la ciudad y de las grandes capitales.

Un ejemplo célebre de lo anterior es Rembrandt Harmenszoon van Rijn, conocido simplemente como Rembrandt. Celebridad en el arte plástico y fiel testigo de los avances científicos y tecnológicos de su época, Rembrandt fue un auténtico revolucionario de la técnica al introducir por primera vez innovaciones en el tratamiento de la luz y el pigmento. En sus pinturas y grabados, el artista neerlandés demostrará un virtuosismo en las formas de representación de la acción-movimiento, así como también en la emoción y en el sentimiento, tal y como puede apreciarse en Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (1632), una de sus obras tempranas más celebres elaborada a la edad de 26 años. Lo interesante en esta obra, además del tratamiento de la luz, es lo que en ella se representa: una escena que corresponde con un momento ilustrado y científico. Es decir, se trata de un motivo totalmente pagano y secular.

Por cierto, tal pareciera que en su línea de la vida del propio Rembrandt representará su propia historia del arte: de sus dos periodos creativos en Ámsterdam (de 1632 a 1636 y de 1636 a 1650) a su periodo tardío (de 1650 a 1669), Rembrandt habrá de transformar su estilo en al menos tres ocasiones. Por ejemplo, hacia sus últimos años, sus pinturas de tema bíblico tenderán a una mayor personalización de las figuras y sus emociones individuales, como en Santiago Apóstol (1661).

En este nivel, reiteramos que las obras ya no son útiles para los fines del patrón ni del mecenas, ni de la iglesia, ni de la realeza. Las obras de arte se erigen como ejercicios legítimos de representación pictórica bajo la lógica de la mímesis, ese lugar en donde se funde la realidad y la naturaleza humana, en pleno cruce lúdico entre la poesía y el pensamiento racional.

La distancia que las obras de Rembrandt o las de Jan Vermeer, por citar otro ejemplo, toman respecto a los obsoletos motivos religiosos y, en contraste, su atención por las situaciones anónimas, cotidianas y aparentemente triviales del arte, van a significar un mayor margen de acción para la libertad expresiva.

Aunque podemos afirmar tácitamente que estos aspectos están impulsados por la habilidad y principios pictóricos comerciales, su estrategia fundamental está en poner en juego temáticas y contenidos hasta entonces inéditos.


@doctorsimulacro

En nuestra última entrega del año, anotábamos que el arte simbólico, a través de las obras, hace visible aquello que no lo es: la capacidad subjetiva del artista. A partir de entonces, el arte como signo ha de buscar administrar de manera visual, literaria y musical (no necesariamente en ese orden) los diversos segmentos del mundo perceptible de los creadores, quienes hasta entonces —hablando específicamente del Quattrocento— aún no cobraban conciencia a cabalidad de lo que representará ser un autor.

Hacia finales del siglo XV y gran parte del siglo XVI, para el arte de Jheronimus van Aken, mejor conocido como El Bosco, Arcimboldo, Van Eyck, Holbein o de Durero explotará el impacto de la reforma protestante y el espíritu de la naciente época moderna. Mientras el argumento religioso pierde relevancia como detonador central de la creación, los mandatos de los mecenas, reyes y comerciantes se consolidan como el principal impulso, a pesar, o quizás por esa razón, de que las obras tendrán como destino final la habitación de sus dueños o los espacios selectos de apreciación, lo que a la postre devendrá en lo que hoy conocemos como museos o galerías de arte.

La expansión urbana, el crecimiento económico de las élites burguesas y el debilitamiento del clero como poder político, fraguarán las condiciones para el surgimiento de una nueva etapa artística caracterizada por el florecimiento de temáticas dedicadas a paisajes simples, experiencias cotidianas fugaces y representaciones de los avances científicos en boga. Muchas de las obras producidas bajo el influjo de esta etapa consistirán en recordatorios morales o servirán llanamente para la contemplación personal. ¡Poca cosa!

Este proceso seguirá con toda su intensidad hacia los siglos XVI y XVII con la llegada del Barroco, el Rococó y el Neoclasisimo, expresiones que hoy han encontrado aspavientos absurdos emanados de la rabia woke y de la secta rampante de la corrección política. En aquellos siglos el arte logrará un impulso significativo de complejidad interna. Asimismo, se advierte ya la irrupción de un nuevo fenómeno que va a ser determinante para el derrotero creativo: el sistema de patronazgo de los príncipes y mecenas será sustituido por el mercado del arte. Como fenómeno emergente, en torno al incipiente mercado del arte se hace necesario señalar los siguientes aspectos que marcarán de manera significativa al arte como fenómeno social:

1. La comercialización de productos terminados, con lo que se pone fin a la creación de la obra de arte a capricho del cliente.

2. La generación del concepto de coleccionista de obras de arte, las obras que son comercializables (entre desconocidos) e intercambiables de manera remota (a lo largo de Europa y otros continentes).

3. A partir de lo anterior, las obras de arte pierden su exclusividad de pertenencia, por lo que comenzará la especulación de precios y el reconocimiento simbólico del artista como autor. Asimismo, comenzará la creación y circulación de obras de arte en beneficio de la ciudad y de las grandes capitales.

Un ejemplo célebre de lo anterior es Rembrandt Harmenszoon van Rijn, conocido simplemente como Rembrandt. Celebridad en el arte plástico y fiel testigo de los avances científicos y tecnológicos de su época, Rembrandt fue un auténtico revolucionario de la técnica al introducir por primera vez innovaciones en el tratamiento de la luz y el pigmento. En sus pinturas y grabados, el artista neerlandés demostrará un virtuosismo en las formas de representación de la acción-movimiento, así como también en la emoción y en el sentimiento, tal y como puede apreciarse en Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (1632), una de sus obras tempranas más celebres elaborada a la edad de 26 años. Lo interesante en esta obra, además del tratamiento de la luz, es lo que en ella se representa: una escena que corresponde con un momento ilustrado y científico. Es decir, se trata de un motivo totalmente pagano y secular.

Por cierto, tal pareciera que en su línea de la vida del propio Rembrandt representará su propia historia del arte: de sus dos periodos creativos en Ámsterdam (de 1632 a 1636 y de 1636 a 1650) a su periodo tardío (de 1650 a 1669), Rembrandt habrá de transformar su estilo en al menos tres ocasiones. Por ejemplo, hacia sus últimos años, sus pinturas de tema bíblico tenderán a una mayor personalización de las figuras y sus emociones individuales, como en Santiago Apóstol (1661).

En este nivel, reiteramos que las obras ya no son útiles para los fines del patrón ni del mecenas, ni de la iglesia, ni de la realeza. Las obras de arte se erigen como ejercicios legítimos de representación pictórica bajo la lógica de la mímesis, ese lugar en donde se funde la realidad y la naturaleza humana, en pleno cruce lúdico entre la poesía y el pensamiento racional.

La distancia que las obras de Rembrandt o las de Jan Vermeer, por citar otro ejemplo, toman respecto a los obsoletos motivos religiosos y, en contraste, su atención por las situaciones anónimas, cotidianas y aparentemente triviales del arte, van a significar un mayor margen de acción para la libertad expresiva.

Aunque podemos afirmar tácitamente que estos aspectos están impulsados por la habilidad y principios pictóricos comerciales, su estrategia fundamental está en poner en juego temáticas y contenidos hasta entonces inéditos.


@doctorsimulacro

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