/ viernes 26 de julio de 2019

Gabriela Román, obras que recrean la realidad

Comenzó explorando el tema de la prostitución desde las sexoservidoras ancianas, pero un vuelco la llevó a abordar el comercio sexual infantil, con el que se hizo merecedora al Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia

Gabriela Román se hizo acreedora al Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia, dentro de la celebración de la Joven Dramaturgia, con su obra titulada “Playa Paraíso”, que retrata el encuentro de una mujer mayor con un niño que se prostituye, y a pesar de la crudeza del tema, la escritora asegura que uno de los mayores retos al crear esta pieza fue presentarla desde los hechos, sin plantear algún juicio.

“Partí de la premisa de no hacer juicios morales o éticos sobre las personas que consumen la prostitución, aunque evidentemente es algo en lo que estoy completamente en desacuerdo, pero me parecía un reto el no emitir un juicio de castigar a los culpables –aunque me darían ganas–, porque creo que la dramaturgia no está para castigar ni para emitir juicios, sino ver una situación”, dice y revela que los personajes de esta obra son una mujer madura de unos 60 años y un chico, casi niño de 12 años, por mucho.

El proceso que la llevó a verter esta obra comenzó de una inquietud que la autora tenía por explorar la prostitución de las mujeres ancianas, sin embargo, durante una investigación documental se topó con un artículo que hablaba de la prostitución infantil que se lleva a cabo en las playas de Acapulco, mismo que le pareció “doloroso”, pero decidió abordarlo porque gran parte de su trabajo es dirigido a jóvenes y niños.

Luego de lograr darle voz a los personajes, para no crear algún juicio de valor o encaminar al espectador a que la prostitución es mala, Román deja claras las razones de cada uno de los actores y al final de la obra, más allá de dar una conclusión, su intención es generar cuestionamientos en el público. “Me interesa que el teatro plantee preguntas sobre la prostitución, sobre estos personajes e incluso sobre sí mismo, para cuestionarse qué harían si se encontraran en la posición del personaje, o qué más sabe sobre el tema”.

Obra Quetzalli, entre otras creaciones de la escritora, han sido presentadas en Cuautla, Morelos, donde radica actualmente. / Cortesía

Por y para los jóvenes

Gabriela comparte que la primera obra que escribió data de hace unos nueve años, sin embargo, el crear puestas en escena como una labor constante se ha convertido en su labor desde hace unos seis años, en los que se ha concentrado en trabajar con niños y adolescentes. “En México se escribe poco para ellos y me parece que es un público que está muy abandonado, creo que hacía falta abordar temas que fueran actuales y les interesara, por eso algunos de mis textos hablan de redes sociales, sexo y cuestiones que les están moviendo”, explica.

Abunda además que otro de los temas que le interesa tocar con los más pequeños es el de los grupos marginados“como niños migrantes e indígenas que a veces no tienen voz; me parecía importante que en los escenarios también tuvieran presencia este tipo de personajes”.

Por otra parte, una de las temáticas que tiene aún en el tintero remite a la memoria y a la pérdida de esta, específicamente como valor relacionado con la identidad familiar, histórica y de las propias raíces. “Es algo de lo que he hablado en varias obras porque los mismos niños migrantes y los indígenas hablan de su identidad y de lo que dejan atrás con sus familias y en sus pueblos; descubrí que tenía que ver mucho con conservar y tener memoria de un país donde hay tanta violencia”, refiere y aunque sabe que busca plasmar estar ideas en la dramaturgia confiesa que también desea explorar el cuento o la crónica, géneros que podrían darle forma a un proyecto próximo.

Tiempo de recompensas

Casi a la par del anuncio sobre el Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia, Gabriela recibió también la noticia de que se hizo acreedora a una residencia en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa, que la llevará a ese destino de septiembre a noviembre de este año.

“Es un programa internacional que escoge a autores de varios géneros, principalmente poetas y narradores, pero a veces le dan espacio a dramaturgos y este año vamos dos mexicanos (...) parece ser un programa interesante porque va gente de todo el mundo y hay espacios para mostrar nuestro trabajo allá dentro de la Universidad y en otras ciudades; es un intercambio constante, tanto con la población de Estados Unidos como con los mismos autores de otros países”, refiere la autora.

Sin embargo, lejos de ver esta conjunción de éxitos como la meta a la que aspiraba, la escritora confía en que es el resultado del trabajo que ha realizado a lo largo de estos años, pero también como el preámbulo de más logros y proyectos por realizarse.

Hiladoras de sueños se trata de una puesta escrita y dirigida por Román, con la que ha visitado otros lugares, como el Estado de México. / Cortesía

¡Mujeres arriba!.. y abajo del escenario también

Además de los premios e incentivos para continuar creando obras, Román platica que ya está preparando un ciclo–laboratorio en el que colaborará con actrices y otras dramaturgas provenientes de seis países. Se presentará del 5 al 9 de septiembre en el Centro Cultural del Bosque, en la Ciudad de México.

Al respecto la creadora se dice feliz de saber que la escena está siendo dominada por las mujeres, cuando antes imperaba la participación de los hombres. “Están surgiendo muchos nombres sobre todo de mujeres que están ganando prácticamente todos los premios a nivel nacional de Dramaturgia, se los han llevado mujeres (...) Me parece que estamos creyendo en la posibilidad de escribir y hay muchos espacios que se están abriendo”.

Sin embargo, aclara que por el momento los planes de una vida familiar no están en su horizonte, ya que sabe, por casos de algunas compañeras, que es complicado vivir del teatro y a la vez hacer coincidir ese mundo con el rol de madre o pareja; “lleva a tomar recesos muy largos e interrumpen un poco el aliento de la carrera y a veces eso afecta”, lamenta.

Gabriela Román se hizo acreedora al Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia, dentro de la celebración de la Joven Dramaturgia, con su obra titulada “Playa Paraíso”, que retrata el encuentro de una mujer mayor con un niño que se prostituye, y a pesar de la crudeza del tema, la escritora asegura que uno de los mayores retos al crear esta pieza fue presentarla desde los hechos, sin plantear algún juicio.

“Partí de la premisa de no hacer juicios morales o éticos sobre las personas que consumen la prostitución, aunque evidentemente es algo en lo que estoy completamente en desacuerdo, pero me parecía un reto el no emitir un juicio de castigar a los culpables –aunque me darían ganas–, porque creo que la dramaturgia no está para castigar ni para emitir juicios, sino ver una situación”, dice y revela que los personajes de esta obra son una mujer madura de unos 60 años y un chico, casi niño de 12 años, por mucho.

El proceso que la llevó a verter esta obra comenzó de una inquietud que la autora tenía por explorar la prostitución de las mujeres ancianas, sin embargo, durante una investigación documental se topó con un artículo que hablaba de la prostitución infantil que se lleva a cabo en las playas de Acapulco, mismo que le pareció “doloroso”, pero decidió abordarlo porque gran parte de su trabajo es dirigido a jóvenes y niños.

Luego de lograr darle voz a los personajes, para no crear algún juicio de valor o encaminar al espectador a que la prostitución es mala, Román deja claras las razones de cada uno de los actores y al final de la obra, más allá de dar una conclusión, su intención es generar cuestionamientos en el público. “Me interesa que el teatro plantee preguntas sobre la prostitución, sobre estos personajes e incluso sobre sí mismo, para cuestionarse qué harían si se encontraran en la posición del personaje, o qué más sabe sobre el tema”.

Obra Quetzalli, entre otras creaciones de la escritora, han sido presentadas en Cuautla, Morelos, donde radica actualmente. / Cortesía

Por y para los jóvenes

Gabriela comparte que la primera obra que escribió data de hace unos nueve años, sin embargo, el crear puestas en escena como una labor constante se ha convertido en su labor desde hace unos seis años, en los que se ha concentrado en trabajar con niños y adolescentes. “En México se escribe poco para ellos y me parece que es un público que está muy abandonado, creo que hacía falta abordar temas que fueran actuales y les interesara, por eso algunos de mis textos hablan de redes sociales, sexo y cuestiones que les están moviendo”, explica.

Abunda además que otro de los temas que le interesa tocar con los más pequeños es el de los grupos marginados“como niños migrantes e indígenas que a veces no tienen voz; me parecía importante que en los escenarios también tuvieran presencia este tipo de personajes”.

Por otra parte, una de las temáticas que tiene aún en el tintero remite a la memoria y a la pérdida de esta, específicamente como valor relacionado con la identidad familiar, histórica y de las propias raíces. “Es algo de lo que he hablado en varias obras porque los mismos niños migrantes y los indígenas hablan de su identidad y de lo que dejan atrás con sus familias y en sus pueblos; descubrí que tenía que ver mucho con conservar y tener memoria de un país donde hay tanta violencia”, refiere y aunque sabe que busca plasmar estar ideas en la dramaturgia confiesa que también desea explorar el cuento o la crónica, géneros que podrían darle forma a un proyecto próximo.

Tiempo de recompensas

Casi a la par del anuncio sobre el Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia, Gabriela recibió también la noticia de que se hizo acreedora a una residencia en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa, que la llevará a ese destino de septiembre a noviembre de este año.

“Es un programa internacional que escoge a autores de varios géneros, principalmente poetas y narradores, pero a veces le dan espacio a dramaturgos y este año vamos dos mexicanos (...) parece ser un programa interesante porque va gente de todo el mundo y hay espacios para mostrar nuestro trabajo allá dentro de la Universidad y en otras ciudades; es un intercambio constante, tanto con la población de Estados Unidos como con los mismos autores de otros países”, refiere la autora.

Sin embargo, lejos de ver esta conjunción de éxitos como la meta a la que aspiraba, la escritora confía en que es el resultado del trabajo que ha realizado a lo largo de estos años, pero también como el preámbulo de más logros y proyectos por realizarse.

Hiladoras de sueños se trata de una puesta escrita y dirigida por Román, con la que ha visitado otros lugares, como el Estado de México. / Cortesía

¡Mujeres arriba!.. y abajo del escenario también

Además de los premios e incentivos para continuar creando obras, Román platica que ya está preparando un ciclo–laboratorio en el que colaborará con actrices y otras dramaturgas provenientes de seis países. Se presentará del 5 al 9 de septiembre en el Centro Cultural del Bosque, en la Ciudad de México.

Al respecto la creadora se dice feliz de saber que la escena está siendo dominada por las mujeres, cuando antes imperaba la participación de los hombres. “Están surgiendo muchos nombres sobre todo de mujeres que están ganando prácticamente todos los premios a nivel nacional de Dramaturgia, se los han llevado mujeres (...) Me parece que estamos creyendo en la posibilidad de escribir y hay muchos espacios que se están abriendo”.

Sin embargo, aclara que por el momento los planes de una vida familiar no están en su horizonte, ya que sabe, por casos de algunas compañeras, que es complicado vivir del teatro y a la vez hacer coincidir ese mundo con el rol de madre o pareja; “lleva a tomar recesos muy largos e interrumpen un poco el aliento de la carrera y a veces eso afecta”, lamenta.

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