Compartir la experiencia transformadora de hacer arte para resignificar y dignificar, es la vocación que rige a Andrés Huitrón, quien en carne propia vivió la privación de su libertad y ahora, a través de talleres en los Centros de Reinserción Social femenil y varonil, genera la oportunidad para que los internos encuentren en el arte, una inspiración que trascienda las rejas y los estigmas sociales, promoviendo a su vez, el derecho a la cultura.
Por cuatro años, Andrés estuvo interno en el Centro Penitenciario de Santa María Ixcotel, Oaxaca, lugar que, tras cuarenta años de operatividad, cerró sus puertas de manera definitiva en octubre del 2020 y fue el sitio en donde germinó una colectividad artística sin precedentes, que se convirtió en un referente nacional y latinoamericano por el impacto social de los trabajos derivados y de los cuales, Huitrón fue pionero y cocreador.
El comienzo
Su aproximación a esta disciplina fue en un momento determinante, tras varios intentos de pertenecer a un sector productivo interno, pues el artista narra que, tras las rejas, las posibilidades de realizar actividades se limitaban a diligencias que de pronto llevaban al extremo a los internos, denigrando su condición de vida.
Con el tiempo, descubrió herramientas y espacios que podrían servir para activar algunas dinámicas diferentes y se propuso como tallerista para dar cursos de computación: “Al inicio no me querían dejar dar el taller porque no concebían que yo, como preso, pudiera ayudar a otros; sin embargo, se logró”, explicó Andrés, quién rápidamente se distinguió como “el profesor” y logró entablar un diálogo con el resto de los internos.
Dentro también estudió sociología, lo que le permitió entender muchos elementos de su entorno y las realidades sociales y culturales de sus compañeros, muchos de los cuales eran de origen indígena y no hablaban español: “Se hablan muchos idiomas en Oaxaca y era para mí un tanto difícil expresarme y entender cosas de su cultura; además, hay que decir que son muchas etnias y hay una gran variedad de cosmovisiones que determinan usos y costumbres muy diferentes”, añadió Andrés, quien a partir de estos elementos, comenzó a indagar en la multiculturalidad que permeaba hasta en los lugares más inesperados y cómo esto, determina muchos factores de relación y vida.
Puerta cultural hacia la libertad
Luego de trabajar en talleres de armado de muebles, dibujo y meditación, llegó la gráfica. Fue el artista oaxaqueño César Chávez quien acercó a Huitrón al arte del grabado. Las posibilidades que esta expresión le dio, fue motivo para apropiarse rápidamente de esta técnica y crear a partir de ella un proyecto de tinta libertaria, que más tarde, se convertiría en el sello central de su vida y de una carrera artística que estaba comenzando.
“Cuando logramos crear nuestro primer taller de grabado, fue muy bien recibido por los artistas del exterior, en Oaxaca, y empezaron a apoyarlo y eso nos dio una motivación; si bien, no nos iba a ayudar a salir, nos daba la oportunidad de cambiar nuestra realidad y sentirnos libres, aún tras las rejas”, precisó Andrés, quien asegura que justamente el arte, permite transformar desde los pensamientos, hasta los planteamientos propios del ser y eso, es lo que lo hace tan importante, porque revoluciona, confronta y al final, libera.
Jerónimo López Ramírez, mejor conocido como Dr. Lakra –hijo del pintor oaxaqueño Francisco Toledo-, Jason Foll y Fernando Aceves Humana, son algunos de los maestros y precursores que dieron seguimiento a los talleres de grabado en el centro penintenciario, llevando incluso a galerías las obras que se estaban produciendo al interior, forjando una vinculación institucional y social, como una apuesta de reinserción social exitosa.
Fue así como nació el taller de Gráfica Siqueiros en 2015, nombre que surge como un guiño histórico de cuando el muralista David Alfaro Siqueiros fue encarcelado en el Palacio de Lecumberri en 1930, en cuya estadía se valió de materiales a la mano y su talento, para realizar grabados, y así, obtener recursos para subsistir.
A través del trabajo derivado del taller, comenzaron a tener proyección e incluso, lograron la atención y patrocinio de la familia de Francisco Toledo: “Al principio como que no nos vieron muy bien, pero luego les interesó lo que estábamos haciendo y finalmente, de alguna manera, ellos fueron el soporte de todo”, revela Huitrón, quien además señaló que justamente a partir de este apoyo, el trabajo tomó más fuerza y presencia, sin imaginar hasta dónde llegaría.
“Poco a poco los artistas oaxaqueños empiezan a saber de nuestro taller y comenzaron a hacer aportaciones [económicas] y fue entonces cuando detonamos con el proyecto de la `Lotería Canera´, que es un juego didáctico de lotería integrado por 40 piezas intervenidas con grabado y textos literarios”; dicha moción, explicó, se trató de un parteaguas porque fue el primer trabajo colectivo de vinculación social, a partir de un juego tradicional mexicano, pero con una finalidad de prevención del delito, puesto que los personajes de la lotería fueron construidos a partir de las personas dentro de prisión quienes en las tarjetas, plasmaron parte de su experiencia entre letras e iconografía interna, distintiva del proyecto”, detalló.
El interés y la novedad que se generó a partir de esta producción gráfica, acercó a nuevas personalidades; entre ellas, el lingüista e historiador de arte, Daniel Brena quien generó el vínculo con el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), -la primera institución creada en la ciudad de Oaxaca hace 32 años, por el artista plástico y filántropo, Francisco Toledo.
A partir de ello, se editó la lotería y se generó como producto cultural para regalar a la población escolar e incluso, a otros centros penintenciarios en el país, como una intervención social que permitió un intercambio cultural interinstitucional, así como el apoyo de materiales y docentes con los que los participantes de Gráfica Siqueiros concretaron su profesionalización artística.
Gráfica Canera
Fue una tarde con lluvia torrencial, alrededor de las seis, cuando Andrés recuperó su libertad; la experiencia transcurrida le había permitido encontrar en el arte, una firme vocación, una nueva forma de vivir, de proponer, de crear vinculación, de generar oportunidad y camino hacia su nueva vida. Ya tenía en claro lo que seguía para él: “Cuando yo salí me sentí una nueva persona y tenía la mente puesta en lo que iba a hacer y eso era ayudar a las personas que estaban en condiciones como yo: en estado de vulnerabilidad, privadas de la libertad”.
En Julio del 2019, a los pocos días de regresar a casa, en Querétaro, fue invitado a exponer la “Lotería Canera” en el recinto cultural La Ciudadela (edificio que aloja la Biblioteca de México), en el marco de una feria realizada en conmemoración del Día Internacional de Nelson Mandela. Tuvo la oportunidad de reunirse con personalidades del gremio cultural nacional, embajadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y conocer a Esther Hernández Torres, directora general de vinculación cultural de la Secretaría de Cultura: “Se me hizo increíble que, viniendo de donde venía y siendo una persona que acababa de obtener su libertad, pudiera estar en un lugar así; era emocionante pero no lo entendía y fue ahí donde me ofrecieron un trabajo como tallerista y eso, cristalizó mi proyecto”.
A partir de ese momento, Andrés Huitrón consolidó su Gráfica Canera, como el sello distintivo de su apuesta artística con la que está generando vínculos, talleres e iniciativas pionera en los Centros de Reinserción Social (Ceresos) varonil y femenil de Querétaro; con la finalidad de promover los derechos culturales de los internos, como parte de una estrategia integral de trabajo que garantiza el acceso incluyente a la cultura de grupos históricamente excluidos.
“Canero” es una palabra del argot penitenciario que hace referencia a los reclusos, su contexto, su cotidianidad y vida, por lo que es una acepción que ahora, se redefine a partir de la gráfica y la metodología aplicada desde la gráfica.
Actualmente, Huitrón trabaja de la mano con el Centro de Arte Emergente para el seguimiento y producción del material derivado de los talleres en los Ceresos; por un lado, en el Cereso varonil se está trabajando el “Tarot canero” ; un juego de cartas con el que se busca transmitir un mensaje de conciencia social. El trabajo consta de 12 cartas de tarot que describen situaciones de la penitenciaría con una intensión preventiva, al estar creadas desde la perspectiva de 40 personas en prisión.
Por otro lado, en el taller del centro femenil, se está haciendo el libro titulado: “Camino a la libertad”, que cuenta, por medio del lenguaje gráfico, las experiencias de mujeres que cumplen una doble condena: siendo migrantes y al estar privadas de la libertad. El compendio se compone de 17 gráficas complementadas con escritos que narran las experiencias de migración y pérdida de la libertad de las participantes. Esta iniciativa se concretó desde el año pasado, gracias a la obtención de recursos del Apoyarte 2020, los cuales fueron destinados al material e implementación de capital para el primer taller de Gráfica Canera Femenil en el que participan alrededor de 25 mujeres.
“El taller del penal femenil es el primero, a nivel nacional, de arte gráfico dentro de una penitenciaría, y es el primero en Latinoamérica; mientras que el varonil, es el segundo taller en México y el quinto en Latinoamérica, siendo el precedente el taller de Gráfica Siqueiros, del cual, soy cofundador”, puntualiza Andrés, quien imparte sesiones de cuatro horas, tres veces por semana en cada centro.
Nueva normalidad entre tintas
La pandemia por Covid-19 irrumpió durante algunos meses los talleres; sin embargo, desde finales del 2020, con todas las medidas sanitarias, se retomaron las sesiones. Al respecto, el artista describe que la transición más importante de este trabajo se da a partir del trabajo continuo, del compromiso y sobre todo, del despojo total de prejuicios, para dar lugar a la confianza, al respeto y a la empatía, elementos que han sido claves para lograr una vinculación trascendental con los participantes de los talleres: “Se piensa de manera muy romántica que el arte libera, pero no es tan sencillo”, comenta el tallerista, quien explica que el cambio que el arte ofrece, comienza en el momento en que uno se entrega a la experiencia. En ese momento sea a través del mecanismo que sea, comienzan a salir los pensamientos, que se vuelven, en el caso de la gráfica, líneas, puntos, trazos, colores, formas, y eso a su vez, va convirtiéndose en algo que simboliza y poco a poco va tomando una forma que propone un discurso, que manifiesta una idea, que plasma un sentido, un sentimiento y entonces si, se vuelve arte.
“Lo primero que se pierde tras las rejas es la dignidad y el valor, y el arte permite que las personas recuperen eso; hay un re significación y una revaloración personal y más aún cuando las obras tienen otro alcance y salen a galerías, de verdad, les cambia la vida, a ellos y a sus familias, porque los ven de otra manera”, describe Huitrón, y asevera que, cada vez que los internos comparten una obra con sus esposas e hijos, y les explican lo que plasmaron, llegan a trascender los límites del encarcelamiento para convertirse en artistas ante sus ojos, permitiendo que los años de ausencia disminuyan a partir de algo que les llena el alma.
“Estoy convencido que el arte y la cultura regeneran y cambian la vida. Yo ya lo viví en carne propia y lo vivo día a día cuando voy y doy clases, porque hay esperanza y es una manera de romper estigmas (…) es un motor liberador porque vuelca todas las emociones posibles y permite la expresión real de las emociones y los pensamientos, pero desde otra perspectiva, desde otra intensión y compartir y hacer un cambio en la realidad de las personas es algo que me motiva para continuar haciendo lo que hago.”, finalizó.