/ miércoles 6 de mayo de 2020

Guillermo Arriaga, un escritor muy real

Recientemente ganador del Premio Alfaguara, por su novela “Salvar el fuego”, el escritor revela los tintes autobiográficos que visten los detalles de esta improbable historia de amor, además habla de su narrativa –con intrincados saltos en el tiempo y la mezcla de perspectivas– que han caracterizado sus icónicos guiones de cintas como “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel”

“Has ganado el Premio Alfaguara”, recuerda Guillermo Arriaga que escuchó tras la línea aquella noche, cuando Juan Villoro le informó que su obra “Salvar el fuego”, había sido acreedora a uno de los reconocimientos más prestigiados en la lengua castellana.

“No creí que me lo fuera a ganar”, dijo el reconocido guionista de películas como “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel” a través de un tweet, confesando que no era la primera vez que enviaba su trabajo a esta convocatoria, por lo que “me siento de verdad muy contento, muy honrado de haberme ganado el premio Alfaguara, es un sueño que siempre tuve”.

Tras la cancelación de la gira promocional por España, Colombia, Chile y Uruguay a raíz de la crisis sanitaria por Covid-19, a través de las redes el autor invita a los lectores a hojear este libro, elegido entre 602 manuscritos por ser una novela polifónica que narra “con intensidad y excepcional dinamismo una historia de violencia en México contemporáneo donde el amor y la redención aún son posibles”, señaló Villoro tras dar a conocer la resolución.

En videollamada con BARROCO platica que tardó cuatro años y medio en hacerla, llegando a reescribirla hasta seis veces “y aún así se me siguen escapando cosas (…) Estoy como Flaubert, que decía que tuvo 18 versiones distintas de Madame Bovary, y que a cada una le cambiaba”, suelta entre risas.

Ritmo trepidante que el autor utiliza en sus películas, es el mismo que emplea en la narrativa de su más reciente novela, fiel a su expectativa de llevar al lector por un lenguaje similar al que se emplea para contar anécdotas. Imagen de la cinta Babel. Foto: Cortesía | Paramount Pictures

“Salvar el fuego” es una historia de amor entre Marina, una coreógrafa de alta sociedad, casada y con tres hijos, y un asesino sentenciado a 50 años de prisión. A través de esta asimetría entre los personajes, Arriaga explora la capacidad de los seres humanos para cruzar las fronteras de la locura, el deseo y la venganza, y hace un retrato contemporáneo de las paradoja de un país como México, en el que persiste el racismo hacia los indígenas, el clasismo, la impunidad y la corrupción, aunque también “el amor, la humanidad, la solidaridad, la generosidad y la esperanza”, agrega.

Sin embargo, aclara que el abordaje de estos temas no entreverá ningún objetivo en específico, “yo no escribo para hacer reflexiones, yo escribo para contar una historia… nunca lo hago pensando en transmitir ningún mensaje, yo escribo una historia, y si hay un mensaje, el mensaje se trasmina, se filtra… no es que yo tenga la intención de: mira esta es la reflexión que yo quiero que tú tomes, no soy un catequista que quiere enseñarte las verdades de nada”.

Impregnadas por algunas vivencias del pasado, en las páginas del libro Arriaga cita parajes en Coahuila, así como lugares de la colonia clasemediera Unidad Modelo en Iztapalapa en la Ciudad de México, donde creció y que ha utilizado como escenario en otras de sus novelas: “Retorno 201” y “El salvaje”.

“Me dio muchas historias, fue el mejor lugar para crecer, porque por un lado era sumamente tranquilo, sumamente familiar; pero por el otro tenía su lado oscuro, esa cosa entre luminosa y tenebrosa. Una colonia sumamente interesante que fue creada por el arquitecto Mario Pani, bajo el nombre de Unidad Modelo porque se suponía que contaría con todos los servicios para que las familias no tuvieran que salir de su hogar: ahí mismo iba a estar la iglesia, la escuela, el supermercado, la carnicería, la verdulería, la peluquería… estaba bien planeada, pero, por errores de concepción se convirtió en un barrio bravo: en lugar de calles empezaron a poner andadores de alrededor de un metro y medio de ancho donde no entraba carros, [caldo de cultivo] para el narcomenudeo y la llegada de bandas. La policía no se atrevía a entrar, pues muy fácilmente [las bandas] podían situar francotiradores en los techos de las casas y policía que quisiera ingresar, policía que se tronaban. Por los andadores estrechos eran muy fácil de ser cazados, entonces se convirtió en territorio impenetrable para algunos grupos criminales”, relata.

Retomando sus recuerdos, y el mismo ritmo trepidante que utiliza en sus películas, el autor no sólo habla en este libro en primera persona como mujer, también es fiel a la jerga y el argot de sus personajes.

“¿A que se debe esta particular forma de cruzar diferentes tiempos narrativos y perspectivas?”, pregunta su interlocutora.

“Yo siempre he buscado contar historias como narramos en la vida cotidiana, nosotros nunca contamos las historias de una forma lineal, siempre vamos de un lugar a otro, cambiando de perspectiva, y hasta cambiamos el nivel del lenguaje.

Lo que quiero decir es que busco hacer una literatura que se acerque más a la forma natural en la que contamos historias; cada historia demanda una estructura y un lenguaje distinto, y no todas pueden desarrollarse de manera lineal, no todas las historias pueden tener una uniformidad en el lenguaje”, explica.

Salvar el fuego

Con la cita de Jean Cocteau: “Si el fuego quemara mi casa, ¿qué salvaría?, salvaría el fuego”, el autor extrae el título de esta obra, en la que también retoma los pensamientos de autores como Federico García Lorca y Clarice Lispector quienes discurren sobre la misma idea: la pasión.

Y sobre esta misma línea es que Arriaga mira su propia trayectoria, desde un contexto donde la comunidad artística y cultural discute las condiciones económicas y de producción del gremio en la actualidad.

“Cuando yo empecé mi carrera se consideraba que el país estaba en crisis (…) era muy difícil publicar, muy difícil hacer una película, no había dinero para eso; sin embargo eso no impidió que muchos de mi generación creáramos y siguiéramos adelante. La vimos mucho más difícil que ahora (…) Yo me preparé toda mi vida para esto, aunque se me frustró uno de mis grandes sueños que era ser deportista profesional (…) pero en todo lo demás he trabajado mucho para ello, para ser director de cine, para ser productor, escritor de cine y escritor de novelas”, asegura.

Foto: Cortesía | Editorial Penguin Random House

No obstante, afirma que pese a que las y los artistas deben impulsar sus proyectos artísticos aún con las adversidades, eso no exime al Gobierno de la responsabilidad de diseñar políticas culturales claras, enfocadas al fomento y desarrollo de este sector.

“En lo personal creo que debe haber una política clara de Estado porque al fin y al cabo lo que ha definido a este país, ha sido su cultura. Si tú preguntas en el mundo ¿qué es México?, te van a decir: es música, es cine, es literatura; te van a hablar de Octavio Paz, de Rulfo, de Martínez Guzmán, y si el Estado no se da cuenta de la importancia de la cultura, entonces estará cometiendo un error grave de construcción nacional. Un embajador, Jesús Puente Leyva, me decía: primero va la cultura luego el negocio (…) No hay que olvidar que las industrias culturales otorgan al Producto Interno Bruto entre el 7.5 % y el 12 %, no estamos hablando de poca cosa. Tan sólo alrededor del trabajo de un escritor hay muchísimos trabajos: hay libreros, editores, diseñadores, tipógrafos, maquetistas… ¡hay un mundo alrededor del libro!, por supuesto que también [en otras disciplinas] como el cine, y las artes visuales en general”.

El libro

Salvar el fuego

ya se encuentra disponible en librerías del país, sin embargo, debido a la contingencia sanitaria por Covid-19, los interesados también podrán adquirirlo en formato ebook.

“Has ganado el Premio Alfaguara”, recuerda Guillermo Arriaga que escuchó tras la línea aquella noche, cuando Juan Villoro le informó que su obra “Salvar el fuego”, había sido acreedora a uno de los reconocimientos más prestigiados en la lengua castellana.

“No creí que me lo fuera a ganar”, dijo el reconocido guionista de películas como “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel” a través de un tweet, confesando que no era la primera vez que enviaba su trabajo a esta convocatoria, por lo que “me siento de verdad muy contento, muy honrado de haberme ganado el premio Alfaguara, es un sueño que siempre tuve”.

Tras la cancelación de la gira promocional por España, Colombia, Chile y Uruguay a raíz de la crisis sanitaria por Covid-19, a través de las redes el autor invita a los lectores a hojear este libro, elegido entre 602 manuscritos por ser una novela polifónica que narra “con intensidad y excepcional dinamismo una historia de violencia en México contemporáneo donde el amor y la redención aún son posibles”, señaló Villoro tras dar a conocer la resolución.

En videollamada con BARROCO platica que tardó cuatro años y medio en hacerla, llegando a reescribirla hasta seis veces “y aún así se me siguen escapando cosas (…) Estoy como Flaubert, que decía que tuvo 18 versiones distintas de Madame Bovary, y que a cada una le cambiaba”, suelta entre risas.

Ritmo trepidante que el autor utiliza en sus películas, es el mismo que emplea en la narrativa de su más reciente novela, fiel a su expectativa de llevar al lector por un lenguaje similar al que se emplea para contar anécdotas. Imagen de la cinta Babel. Foto: Cortesía | Paramount Pictures

“Salvar el fuego” es una historia de amor entre Marina, una coreógrafa de alta sociedad, casada y con tres hijos, y un asesino sentenciado a 50 años de prisión. A través de esta asimetría entre los personajes, Arriaga explora la capacidad de los seres humanos para cruzar las fronteras de la locura, el deseo y la venganza, y hace un retrato contemporáneo de las paradoja de un país como México, en el que persiste el racismo hacia los indígenas, el clasismo, la impunidad y la corrupción, aunque también “el amor, la humanidad, la solidaridad, la generosidad y la esperanza”, agrega.

Sin embargo, aclara que el abordaje de estos temas no entreverá ningún objetivo en específico, “yo no escribo para hacer reflexiones, yo escribo para contar una historia… nunca lo hago pensando en transmitir ningún mensaje, yo escribo una historia, y si hay un mensaje, el mensaje se trasmina, se filtra… no es que yo tenga la intención de: mira esta es la reflexión que yo quiero que tú tomes, no soy un catequista que quiere enseñarte las verdades de nada”.

Impregnadas por algunas vivencias del pasado, en las páginas del libro Arriaga cita parajes en Coahuila, así como lugares de la colonia clasemediera Unidad Modelo en Iztapalapa en la Ciudad de México, donde creció y que ha utilizado como escenario en otras de sus novelas: “Retorno 201” y “El salvaje”.

“Me dio muchas historias, fue el mejor lugar para crecer, porque por un lado era sumamente tranquilo, sumamente familiar; pero por el otro tenía su lado oscuro, esa cosa entre luminosa y tenebrosa. Una colonia sumamente interesante que fue creada por el arquitecto Mario Pani, bajo el nombre de Unidad Modelo porque se suponía que contaría con todos los servicios para que las familias no tuvieran que salir de su hogar: ahí mismo iba a estar la iglesia, la escuela, el supermercado, la carnicería, la verdulería, la peluquería… estaba bien planeada, pero, por errores de concepción se convirtió en un barrio bravo: en lugar de calles empezaron a poner andadores de alrededor de un metro y medio de ancho donde no entraba carros, [caldo de cultivo] para el narcomenudeo y la llegada de bandas. La policía no se atrevía a entrar, pues muy fácilmente [las bandas] podían situar francotiradores en los techos de las casas y policía que quisiera ingresar, policía que se tronaban. Por los andadores estrechos eran muy fácil de ser cazados, entonces se convirtió en territorio impenetrable para algunos grupos criminales”, relata.

Retomando sus recuerdos, y el mismo ritmo trepidante que utiliza en sus películas, el autor no sólo habla en este libro en primera persona como mujer, también es fiel a la jerga y el argot de sus personajes.

“¿A que se debe esta particular forma de cruzar diferentes tiempos narrativos y perspectivas?”, pregunta su interlocutora.

“Yo siempre he buscado contar historias como narramos en la vida cotidiana, nosotros nunca contamos las historias de una forma lineal, siempre vamos de un lugar a otro, cambiando de perspectiva, y hasta cambiamos el nivel del lenguaje.

Lo que quiero decir es que busco hacer una literatura que se acerque más a la forma natural en la que contamos historias; cada historia demanda una estructura y un lenguaje distinto, y no todas pueden desarrollarse de manera lineal, no todas las historias pueden tener una uniformidad en el lenguaje”, explica.

Salvar el fuego

Con la cita de Jean Cocteau: “Si el fuego quemara mi casa, ¿qué salvaría?, salvaría el fuego”, el autor extrae el título de esta obra, en la que también retoma los pensamientos de autores como Federico García Lorca y Clarice Lispector quienes discurren sobre la misma idea: la pasión.

Y sobre esta misma línea es que Arriaga mira su propia trayectoria, desde un contexto donde la comunidad artística y cultural discute las condiciones económicas y de producción del gremio en la actualidad.

“Cuando yo empecé mi carrera se consideraba que el país estaba en crisis (…) era muy difícil publicar, muy difícil hacer una película, no había dinero para eso; sin embargo eso no impidió que muchos de mi generación creáramos y siguiéramos adelante. La vimos mucho más difícil que ahora (…) Yo me preparé toda mi vida para esto, aunque se me frustró uno de mis grandes sueños que era ser deportista profesional (…) pero en todo lo demás he trabajado mucho para ello, para ser director de cine, para ser productor, escritor de cine y escritor de novelas”, asegura.

Foto: Cortesía | Editorial Penguin Random House

No obstante, afirma que pese a que las y los artistas deben impulsar sus proyectos artísticos aún con las adversidades, eso no exime al Gobierno de la responsabilidad de diseñar políticas culturales claras, enfocadas al fomento y desarrollo de este sector.

“En lo personal creo que debe haber una política clara de Estado porque al fin y al cabo lo que ha definido a este país, ha sido su cultura. Si tú preguntas en el mundo ¿qué es México?, te van a decir: es música, es cine, es literatura; te van a hablar de Octavio Paz, de Rulfo, de Martínez Guzmán, y si el Estado no se da cuenta de la importancia de la cultura, entonces estará cometiendo un error grave de construcción nacional. Un embajador, Jesús Puente Leyva, me decía: primero va la cultura luego el negocio (…) No hay que olvidar que las industrias culturales otorgan al Producto Interno Bruto entre el 7.5 % y el 12 %, no estamos hablando de poca cosa. Tan sólo alrededor del trabajo de un escritor hay muchísimos trabajos: hay libreros, editores, diseñadores, tipógrafos, maquetistas… ¡hay un mundo alrededor del libro!, por supuesto que también [en otras disciplinas] como el cine, y las artes visuales en general”.

El libro

Salvar el fuego

ya se encuentra disponible en librerías del país, sin embargo, debido a la contingencia sanitaria por Covid-19, los interesados también podrán adquirirlo en formato ebook.

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