¿Sabías que Querétaro fue una de las sedes de la trata comercial de esclavos durante el siglo XVIII? Al igual que en otros estados de la república, a nuestra ciudad llegó población africana durante la época colonial, fueron traídos por los españoles para someterlos al trabajo forzado.
De acuerdo con las Naciones Unidas, entre 1501 y 1830 por cada europeo que cruzaba el Atlántico, cuatro africanos eran trasladados simultáneamente. Al coincidir con el período de la conquista española en América Latina, no es descabellado considerar la presencia de este tipo de prácticas en nuestra entidad.
En el marco del Día Internacional para las Víctimas de Esclavitud y Trata de Esclavos –jornada de conmemoración anual celebrada cada 25 de marzo desde el 2007– nos dimos a la tarea de contactar a Oliva Solís Hernández, investigadora e historiadora queretana y coautora del libro Esclavos negros y mulatos en Querétaro, siglo XVIII. Antología documental, para conversar sobre la presencia de la comunidad afro en nuestra entidad.
“Cuando estaba haciendo mi tesis para la maestría me fui a meter al Archivo Histórico de Querétaro porque yo andaba buscando la presencia de los locos en Querétaro, pero lo que más me salía eran los negros”, relató Oliva Solís Hernández para BARROCO. “Se me hace que del tema que yo estaba buscando sólo encontré dos documentos que me servían, pero los negros me salían a montones. Los encontré de todas formas de las que eran descritos: negros, corchos, mulatos, gente de color quebrada, y más términos que utilizaban en la época. Recuerdo que en su momento lo comenté con la doctora Lourdes Samohano Martínez –adscrita a la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro– quien en ese entonces estaba por realizar su doctorado en la Universidad Autónoma de Zacatecas, y ella me dijo que se encontraba interesada en utilizar el material para su tesis, y yo le dije adelante, al final mi enfoque era otro tema; no obstante, como en todo proyecto de investigación, luego los temas van cambiando y la doctora Samohano terminó cambiando el objeto de estudio y esa información ahí se quedó”, añadió.
Con el tiempo, Solís Hernández, junto con la investigadora Luz Amelia Armas Briz, retomaría la temática de la negritud en Querétaro para crear la antología documental con la que buscaban visibilizar que en Querétaro no sólo hubo población afrodescendiente, sino que también se practicó la esclavitud.
“Claro que en su momento fue todo un escándalo: ¿Cómo era posible que en el Queretarito virtuoso habían negros y además eran esclavos? Se nos criticó mucho esa revelación, pero anticipando eso, nosotras compilamos demasiadas pruebas y evidencias. Revisamos a fondo documento de Notarías y realizamos la paleografía de documentos –la paleografía es la ciencia que estudia las escrituras antiguas y cuyo conocimiento permite la lectura de documentos de distintas épocas y escrituras diversas–, así que con lo que terminamos fue con un muestrario que recopilaba las distintas actividades que se podían hacer con los esclavos aquí en Querétaro”, precisó.
Entre los documentos que las investigadoras encontraron figuran cartas de donación, cartas de dote y contratos de compraventa. En el ejercicio de interpretación también identificaron quiénes eran los que compraban a los esclavos y quienes los vendían. “Estamos hablando que en Querétaro había una ruta comercial de esclavos nutrida, con suficientes documentos donde dice: `Fulanito de tal compró un esclavo en tal lugar, lo compró a tanto y ahora lo tiene en su casa ubicada en… o se lo heredó a su hija que se casó con´, etcétera. Es importante señalar que no sólo se comercializaban jóvenes y adultos, sino que había un tráfico grande de niños de entre 3 y 4 años de edad, niños que en la época se consideraban que ya era seguro que podían sobrevivir más años y que ya no dependían tanto de su madre. Esta antología nos permitió construir un escenario, un panorama y mostrarle a la gente que efectivamente aquí en Querétaro hay una población afrodescendiente y hubo esclavos”.
De acuerdo con la historiadora, los principales compradores de esclavos eran los hacendados y las corporaciones religiosas, desde los franciscanos, jesuitas y agustinos hasta las monjas del Templo de Santa Clara. “En el caso de Santa Clara, era un convento muy muy rico, y la forma en la que vivían las monjas no era que todas durmieran en un dormitorio común, para nada. Cada una tenía su propia habitación y como su dedicación fundamental era la oración, pues necesitaban de alguien que las apoyara con el quehacer. Cuando las hermanas llegaban al convento, llegaban con su dote, y entre su dote venían sus esclavas. Las más pudientes traían dos o tres esclavas, mientras las más humildes traían al menos una. Estas ‘acompañantes’ se encargaban de hacer los mandados, la comida, les lavaban la ropa y mantenían la limpieza de sus espacios para que así las hermanas pudieran dedicar su devoción a la oración. Esto fue muy común también en el caso de los sacerdotes, quienes ocupaban a los esclavos para los trabajos rudos y de mantenimiento del templo”, añadió.
Solís Hernández enfatizó que en nuestro país el tema de la abolición de la esclavitud estuvo presente desde el movimiento independista; sin embargo, llevarlo a la práctica fue mucho más complicado y tardado. “La libertad de los esclavos fue una de las medidas que adoptó Miguel Hidalgo desde que comenzó con el movimiento de Independencia, y ese mismo deseo quedó reflejado en el documento de Sentimientos de la Nación de José María Morelos y Pavón, quien además era afrodescendiente, y también quedó explícitamente pactada en la Constitución de 1824. Sin embargo, existe un período de tiempo entre todo este período en que la idea estaba escrita pero no efectuada. Para quienes habían adquirido a los esclavos significaba una pérdida de dinero, así que no se podía concebir el dejarlos libres así porque así”, explicó.
Como la trata de esclavos se desarrolló principalmente dentro de corporaciones religiosas y entre hacendados, esta población afrodescendiente habitaba en la zona de los ricos y blancos, separándolos de la población originaria porque “los podían corromper”. “Surge un tema super interesante porque las Leyes Nuevas de Indias –establecidas en 1542 y que buscaban reformar el gobierno de las Indias y proteger a los vasallos indios de la Corona– señalaban que las poblaciones indígenas debían vivir apartadas de los blancos y negros, por eso se creó la República de Indios separada de la República de españoles. En este contexto, los negros sí podían convivir con los blancos, pero no con los indígenas, por el asunto de que los españoles creían que los negros podían contamintar moralmente a la población originaria. De alguna manera, los negros se encontraban todavía más segregados e invisibilizados, porque al menos los indígenas tenían ciertos derechos”, finalizó la investigadora.
Otros trabajos sobre la negritud en Querétaro
Además del trabajo realizado por Solís Hernández y Armas Briz, otros historiadores se han dado a la tarea de escribir sobre la negritud en nuestro estado, lo que ha resultado en la creación de los libros: Querétaro al final del siglo XVIII. El Padrón de 1791 de los autores Manuel Suárez Muñoz, Juan Ricardo Jiménez Gómez y Guillermina Ramírez Montes; La negritud en Querétaro de Carlos Enrique García Martínez; Negros y castas de Querétaro, 1726-1804 de Patricia Pérez Munguía; y Negros y Mulatos en Cadereyta, Qro de Jesús Mendoza Muñoz.
El punto de coincidencia dentro de las investigaciones es la llegada de estas poblaciones a Querétaro debido a la trata transatlántica de esclavos. Sin embargo, lo que no han logrado resolver es qué ocurrió con los cautivos una vez que se ‘abolió la esclavitud’.
Dentro de la entrevista con Oliva Solís Hernández, se precisó que en nuestra entidad, la principal problemática que enfrenta la población afrodescendiente es el no reconocimiento de su presencia; puesto que aunque hay evidencia de su presencia en Querétaro, pocas personas se reconocen como afromexicanos, lo que significa que todavía falta un largo camino por recorrer en el tema de la negritud en el estado.
¿Qué es la trata trasatlántica de esclavos?
Las Naciones Unidas la define como la mayor migración forzada de la historia, y una de las más inhumanas de las que se tiene registro. Por 400 años, más de 15 millones de hombres, mujeres y niños originarios del continente africano fueron sometidos al trabajo forzado y a la comercialización intercontinental como si fueran mercancías.
Como resultado de estas prácticas, la mayoría de los africanos terminaron en las Américas, aproximadamente el 96 por ciento de los cautivos procedentes de las costas africanas llegaron hacinados en barcos de esclavos a los puertos de América del Sur y las Islas del Caribe.
En el último censo poblacional del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se registra una población de 2 millones 576 mil 213 personas que se reconocen como afromexicanas (dos de cada 100 personas); es decir, el 2 por ciento de la población total del país.
El instituto define a las personas afromexicanas o afrodescendientes como aquellas descendientes de personas provenientes del continente africano que llegaron a México durante el periodo colonial, en épocas posteriores e incluso en la actualidad, y, que además, se autorreconocen como afrodescendientes por su cultura, costumbres y tradiciones.
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En México, ¿dónde habita la población afromexicana?
El Inegi identificó que poco más del 50 por ciento de la población que se reconoce como afrodescendiente en nuestro país se concentra principalmente en seis entidades: Guerrero, con 303 mil 923 personas; Estado de México con 296 mil 263 personas; Veracruz de Ignacio de la Llave con 215 mil 435 personas; Oaxaca con 194 mil 474 personas; Ciudad de México con 186 mil 914 personas; y Jalisco con 139 mil 676 personas.
Querétaro, según lo recuperado por el instituto, se encuentra dentro de las 12 entidades federativas que presuntamente poseen menor índice de personas que se identifican como afromexicanas. Nuestro estado, el cual tiene una población de 2 millones 368 mil personas, solo tiene registro de 43 mil 436 personas afrodescendientes; es decir, apenas representan el 1.8 por ciento de la población de la entidad.