Hacía un giro latinoamericano del estudio de la cultura | Parte 1 de 3

El libro de cabecera

Carlos Campos | Colaborador Diario de Querétaro

  · viernes 20 de diciembre de 2019

Foto: Cuartoscuro

Anteriormente, en este humilde espacio, decíamos que el término "cultura" se ha convertido en una palabra operacional, genérica e instrumental. Al ser un concepto amplio y mal definido, tiende a emplearse con cierta inquietud. Para muchos, la cultura es un concepto evocado de manera duplicada junto con algún tipo de agenda políticamente cargada, y a menudo a expensas de los valores normativos percibidos por el estado. Incluso, los países que históricamente se han enorgullecido de los valores multiculturales han demostrado escepticismo hacia la división percibida y la aplicación política de la cultura.

Después de tres décadas, las Ciencias Sociales, específicamente el estudio social de lo cultural, tiene el desafío de ejercer la investigación desde la configuración de la alteridad, es decir, desde la diversidad cultural, desde lo diferente.

Antes de dicho lapso, las Ciencias Sociales, predominantemente en Latinoamérica, se caracterizaron por entablar una relación estrecha con el compromiso militante, en un aparente beneficio con el entorno político, más que con el social.

Aún hoy es posible vislumbrar este compromiso que favorece una ideología política en específico. Un ejemplo inmediato pero elocuente es el uso indiscriminado y peyorativo de la palabra “neoliberal” que, aún sin conocer a ciencia cierta lo que dicho concepto denota, provoca de manera sistemática una aversión visceral e irracional por parte de los simpatizantes del partido en el poder.

A pesar de no ser la intención central del presente trabajo, es menester destacar en un principio la manipulación del lenguaje y sus implicaciones directas en el estudio de la cultura. A decir de Louis Althusser, el combate filosófico por las palabras es una parte del combate político. En su momento, la filosofía marxista-leninista no podía realizar su trabajo teórico, abstracto, riguroso, sistemático, sino en la condición de luchar también por las palabras muy sabias (concepto, teoría, dialéctica, alienación, etc.) y sobre palabras muy simples (hombres, masas, pueblo, lucha de clases).

Las Ciencias Sociales en Latinoamérica se afincan, no en una tradición filosófica relevante, sino más bien en un interés intelectual de la filosofía latinoamericana que, desde mediados del siglo XIX y prácticamente a lo largo del siglo XX, se centró en temas sociales, lo que contribuyó a la constitución de una notable historia de receptividad del pensamiento socialista.

Marxismo

En Latinoamérica, el marxismo se ha manifestado de una manera diversa, con adaptaciones a cada realidad regional y, lo más importante, con actualizaciones constantes. Las siguientes son algunas de las aproximaciones del marxismo latinoamericano:

Doctora Emma Godoy, filósofa, maestra, escritora y humanista. Foto: Cortesía | Carlos Jiménez E.

A. El fin del imperialismo, del neocolonialismo y de la opresión de clases a través del cambio socialista democrático y revolucionario.

B. Socialismo humanista que se sustenta en:

a. Eliminar al sistema capitalista cuya explotación se reduce a la explotación del hombre por el hombre.

b. Se considera la construcción de un modelo de dignidad basado en la igualdad económica, social y cultural.

C. El motor del cambio social es la conciencia de clase del proletariado.

D. A través de los modelos de intelectuales orgánicos de Gramsci, desde la interpretación latinoamericana, encontró gran acogida por parte del sector intelectual y cultural de izquierda, mismo que manifestó su apoyo a los movimientos revolucionarios de corte marxista en Cuba, Nicaragua y otros lugares.

Desde entonces, se infiere que la hegemonía intelectual y cultural en América Latina se ha ejercido por la izquierda de corte marxista. La popularidad de esta ideología ha conducido a su institucionalización (hoy más que nunca vigente) y a su respectivo impacto en todas las perspectivas filosóficas de América Latina. La agenda marxista sigue presente en la filosofía y en las Ciencias Sociales.

Uno de los intelectuales más recurrentes en esta agenda es Immanuel Wallerstein (Nueva York, 28 de septiembre de 1930), sociólogo y científico social histórico estadounidense. A pesar de que en sus inicios destacó como un experto en el estudio de los asuntos coloniales africanos, se decantó por la historia y la teoría macroeconómica, específicamente de la economía global capitalista. Junto a Noam Chomsky y Pierre Bourdieu, fue parte del Movimiento Antiglobalización. En sus estudios sobre la historia como ciencia social, se puede establecer una línea crítica directa que nos conduce a Karl Marx y a Fernand Braudel, incluso a Lenin; específicamente en el estudio de la historia podemos vincularlo a Marc Bloch, Ilya Prigogine, Paul Sweezy y Frantz Fanon.

Sus principales aportes teóricos están determinados por su propuesta del Sistema Mundial (World System) o Sistema-Mundo, como se le conoce mayoritariamente y con fervor en Latinoamérica. Más que una teoría, a través de su propuesta establece una explicación histórico-crítica de la Historia, el desarrollo, y los mecanismos globales y funcionales del capitalismo, desde el siglo XVI hasta nuestros días.

A partir del planteamiento anterior, Wallerstein configura tanto el análisis crítico de los hechos y realidades y su influencia en los procesos históricos, como el análisis histórico-crítico de los hechos coyunturales y el ejercicio analítico de escenarios perspectivos del sistema-mundo vigente. De acuerdo con Wallerstein, quien se basa en Kondrátiev, nos encontramos en la Fase B, la cual inició después de 1945, y que, en plena crisis estructural, comenzará su fase final hacia el 2050.

En concordancia con dicho análisis crítico, Wallerstein propone también una reflexión epistemológico-crítica, considerando la urgente necesidad de reconfigurar y replantear la estructura parcelada de las ciencias sociales actuales, las cuales, parecen estar encaminadas a una perspectiva unidisciplinar.

Quizás la importancia de su obra no sea proporcional al conocimiento que se tiene de la misma. Consentido por los movimientos de izquierda latinoamericanos, Wallerstein desarrolla desde la crítica posmarxista su propuesta de sistema-mundo, arriba mencionada, como un intento por explicar el funcionamiento de las relaciones sociales, políticas y económicas a lo largo de la historia. En esta tradición metodológica, Wallerstein se asemeja a Weber y Marx, quienes apelan a la historiografía, la geopolítica y la geoeconomía.

Lenin y Wallerstein coinciden plenamente en una idea: el desarrollo del Capitalismo configura al Imperialismo como culminación o máxima representación. La frase es de Lenin, quien utilizó los términos “periferia” y “centro” para el análisis de la economía y la política internacional. Si tomamos la idea de sistemas-mundo, una serie de mecanismos que redistribuyen los recursos desde la periferia al centro del imperio se representan, y analizamos sus conceptos de centro y periferia, podríamos definir al centro como el mundo desarrollado, industrializado o democrático; mientras que periferia representa a los países subdesarrollados, del Tercer Mundo (posteriormente, Wallerstein rechazaría esta noción, aunque se siga utilizando en las Ciencias Sociales en Latinoamérica), exportadores de materias primas, a la parte pobre del mundo, el mercado mediante el que el centro explota la periferia.


@doctorsimulacro