/ jueves 24 de junio de 2021

Hacia una ley para hacer cultura en Querétaro, un manifiesto

El libro de cabecera

La ley para la Cultura y las Artes del Estado de Querétaro, vigente desde el 2006, mantiene un enfoque multicultural, paternalista, con visión unilateral desde el Estado y con un enfoque colonizador que mantiene sometidas a las comunidades mediante el eufemismo de pueblos originarios.

Tomando como referencia el libro Ch’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores (2010) de Silvia Rivera Cusicanqui, al hablar de pueblos situados en el “origen”, como la expresión “pueblos originarios”, se niega la coetaneidad de estas poblaciones y se las excluye de la participación ciudadana, de las lides de la modernidad y de la noción de ciudadanía cultural. Se les otorga un estatus residual y, de hecho, se las convierte en minorías encasilladas en estereotipos indigenistas del buen salvaje guardián de la naturaleza.

Las comunidades indígenas de Querétaro se han convertido en objeto de consumo turístico, un adorno multicultural y exótico bajo la denominación de “Pueblos Mágicos”. Para los que habitamos en las zonas urbanas, los ciudadanos indígenas de Querétaro son antes indígenas que queretanos. Desde esta lógica etnocentrista, el estereotipo de lo indígena conjuga la idea de una continuidad de ocupación territorial con una gama de rasgos étnicos y culturales que van encasillando las conductas y construyendo escenarios para un despliegue casi teatral de la alteridad.

Bajo este enfoque vigente, no extraña por supuesto que desde el Estado se determinen a priori proyectos ‘excelentes’, que son llevados a las comunidades y que no tienen ‘éxito’, sin considerar la ausencia de significado desde la perspectiva de consumidor/creador del ciudadano, aunque sí satanizando las divergencias, sobre todo en nuestra renuente tentación a la festivalitis.

Hacia una política cultural con base comunitaria

La Ley para la Cultura y las Artes del Estado de Querétaro debería ser, antes que nada, una ley para hacer cultura pero entendiendo ésta desde la comunidad, no desde la idea de cultura que el Estado concibe e impone. Por principio, En este sentido, una ley para hacer cultura debería considerar:

  • Proyectos culturales como procesos, no como instrumentos de ejecución: Es decir, los proyectos culturales son un conjunto de relaciones e interacciones que se establecen entre ciudadanos en un tiempo y una situación concreta, convocados por la intencionalidad de lograr objetivos determinados. La gestión de proyectos culturales se concibe como un proceso constante, continuo y sistemático de planeación, ejecución, comunicación, construcción de viabilidad y evaluación de actividades del proyecto, destinadas a generar resultados que se dirigen a ampliar las oportunidades y las capacidades de los miembros de una comunidad, para transformarse en sujetos de su propio desarrollo.
  • La cultura como proyecto constituyente y constitutivo de comunidad: No hay cultura sin comunidad, ni comunidad sin cultura. No es posible la integración de una comunidad sin su proyecto cultural respectivo, ni es posible, como señala la ley vigente, “Preservar y promover las manifestaciones de la cultura local y de los grupos indígenas asentados en territorio del estado” sin una comunidad que las cree, las asuma y las ejecute como propias. Llevar «proyectos excelentes», desde el anacronismo de la “multiculturalidad”, a los grupos más necesitados para tratar de convencer a la gente de que le conviene hacer tal o cual cosa para mejorar, proveer de las ideas y los medios de ejecución, confiere a la llana promoción cultural el poder de controlar y distribuir los beneficios y créditos institucionales de manera discrecional e improvisada, y representar al mismo tiempo otras formas de ejercer y fortalecer desde el poder el paternalismo, el clientelismo y el autoritarismo. Asimismo, tampoco se espera que, como ha ocurrido, se pretenda modificar la anquilosada promoción cultural por ley o decreto. La formulación centralizada de la ley y sus respectivas políticas culturales, así como la definición normativa de sus instrumentos de implementación (más allá de la festivalitis), no son en absoluto garantía para la concreción de las acciones ni mucho menos para la consecución de los resultados. En este sentido, las resistencias de los integrantes de la comunidad artística y cultural deben considerarse como una expresión de sus intereses, expectativas, percepciones, actitudes, relaciones y experiencias que buscan coadyuvar en la vida cultural de la entidad, por lo que no pueden se consideradas como negativas a priori. Los proyectos culturales deben construir desde, con y por los ciudadanos a los que les es pertinente la transformación sociocultural desde su respectiva base comunitaria.
  • Proyectos culturales como procesos de construcción intersubjetiva e intercultural: En referencia a las interacciones de las integrantes de la comunidad artística y cultural quienes, a partir de su subjetividad, identifican, analizan e intentan transformar dinámicas sociales y culturales, buscando constituirse en ciudadanos culturales que desean desplegar la subjetividad social y animar la dinámica de creación y consumo de bienes culturales de la comunidad, en pleno ejercicio de sus derechos culturales, garantizados por su cualidad de ciudadano. En este sentido, el éxito de los proyectos culturales dependerá tanto de una gestión cultural profesional, como de las dinámicas políticas, de las relaciones de poder que están en juego (pensando, por ejemplo, en periodos electorales), la cuales deben ser explicitadas para el logro de los objetivos. Es decir, la gestión efectiva de proyectos culturales debe ser un espacio y un proceso de negociación de sentidos e imaginarios de los actores involucrados.
  • Los proyectos culturales como proceso para la construcción de la creación artística: En donde exista una intención explícita para transformar una problemática social y cultural, como una visión a largo plazo (renunciando de una vez al paradigma inercial de los procesos electorales) en donde los integrantes de la comunidad artística y cultural tengan la posibilidad de crear en el presente y con una mirada colectiva hacia el futuro. Con, desde y en los proyectos culturales se crea, se recrea, se producen dinámicas y bienes culturales nuevos y se recuperan los que por su valor sean parte de nuestro patrimonio, arribando a conclusiones y manifestaciones nuevas y transformando las problemáticas del permanente conflicto cultural desde un enfoque original y auténtico de nuestra entidad: Cultura, creación, gestión y política cultural en constante y virtuosa tensión.
  • Los proyectos culturales deben ser el eje operativo de las políticas culturales y de una Ley para la Cultura y los Derechos Culturales del Estado de Querétaro, y no a la inversa: desde un enfoque integrador, las políticas culturales deben ser un esfuerzo de vinculación de los actores que intervienen en el campo cultural y de sus acciones desde un enfoque transversal: educación, salud, ciencia, tecnología, seguridad y turismo. En la problematización que da origen a la elaboración de proyectos culturales es fundamental ubicar las prioridades de política pública que enmarcarán las líneas estratégicas de organización que lo implemente. Es decir, todo proyecto debe tener una direccionalidad necesaria hacia una política cultural del ámbito estatal y municipal.

@doctorsimualcro

La ley para la Cultura y las Artes del Estado de Querétaro, vigente desde el 2006, mantiene un enfoque multicultural, paternalista, con visión unilateral desde el Estado y con un enfoque colonizador que mantiene sometidas a las comunidades mediante el eufemismo de pueblos originarios.

Tomando como referencia el libro Ch’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores (2010) de Silvia Rivera Cusicanqui, al hablar de pueblos situados en el “origen”, como la expresión “pueblos originarios”, se niega la coetaneidad de estas poblaciones y se las excluye de la participación ciudadana, de las lides de la modernidad y de la noción de ciudadanía cultural. Se les otorga un estatus residual y, de hecho, se las convierte en minorías encasilladas en estereotipos indigenistas del buen salvaje guardián de la naturaleza.

Las comunidades indígenas de Querétaro se han convertido en objeto de consumo turístico, un adorno multicultural y exótico bajo la denominación de “Pueblos Mágicos”. Para los que habitamos en las zonas urbanas, los ciudadanos indígenas de Querétaro son antes indígenas que queretanos. Desde esta lógica etnocentrista, el estereotipo de lo indígena conjuga la idea de una continuidad de ocupación territorial con una gama de rasgos étnicos y culturales que van encasillando las conductas y construyendo escenarios para un despliegue casi teatral de la alteridad.

Bajo este enfoque vigente, no extraña por supuesto que desde el Estado se determinen a priori proyectos ‘excelentes’, que son llevados a las comunidades y que no tienen ‘éxito’, sin considerar la ausencia de significado desde la perspectiva de consumidor/creador del ciudadano, aunque sí satanizando las divergencias, sobre todo en nuestra renuente tentación a la festivalitis.

Hacia una política cultural con base comunitaria

La Ley para la Cultura y las Artes del Estado de Querétaro debería ser, antes que nada, una ley para hacer cultura pero entendiendo ésta desde la comunidad, no desde la idea de cultura que el Estado concibe e impone. Por principio, En este sentido, una ley para hacer cultura debería considerar:

  • Proyectos culturales como procesos, no como instrumentos de ejecución: Es decir, los proyectos culturales son un conjunto de relaciones e interacciones que se establecen entre ciudadanos en un tiempo y una situación concreta, convocados por la intencionalidad de lograr objetivos determinados. La gestión de proyectos culturales se concibe como un proceso constante, continuo y sistemático de planeación, ejecución, comunicación, construcción de viabilidad y evaluación de actividades del proyecto, destinadas a generar resultados que se dirigen a ampliar las oportunidades y las capacidades de los miembros de una comunidad, para transformarse en sujetos de su propio desarrollo.
  • La cultura como proyecto constituyente y constitutivo de comunidad: No hay cultura sin comunidad, ni comunidad sin cultura. No es posible la integración de una comunidad sin su proyecto cultural respectivo, ni es posible, como señala la ley vigente, “Preservar y promover las manifestaciones de la cultura local y de los grupos indígenas asentados en territorio del estado” sin una comunidad que las cree, las asuma y las ejecute como propias. Llevar «proyectos excelentes», desde el anacronismo de la “multiculturalidad”, a los grupos más necesitados para tratar de convencer a la gente de que le conviene hacer tal o cual cosa para mejorar, proveer de las ideas y los medios de ejecución, confiere a la llana promoción cultural el poder de controlar y distribuir los beneficios y créditos institucionales de manera discrecional e improvisada, y representar al mismo tiempo otras formas de ejercer y fortalecer desde el poder el paternalismo, el clientelismo y el autoritarismo. Asimismo, tampoco se espera que, como ha ocurrido, se pretenda modificar la anquilosada promoción cultural por ley o decreto. La formulación centralizada de la ley y sus respectivas políticas culturales, así como la definición normativa de sus instrumentos de implementación (más allá de la festivalitis), no son en absoluto garantía para la concreción de las acciones ni mucho menos para la consecución de los resultados. En este sentido, las resistencias de los integrantes de la comunidad artística y cultural deben considerarse como una expresión de sus intereses, expectativas, percepciones, actitudes, relaciones y experiencias que buscan coadyuvar en la vida cultural de la entidad, por lo que no pueden se consideradas como negativas a priori. Los proyectos culturales deben construir desde, con y por los ciudadanos a los que les es pertinente la transformación sociocultural desde su respectiva base comunitaria.
  • Proyectos culturales como procesos de construcción intersubjetiva e intercultural: En referencia a las interacciones de las integrantes de la comunidad artística y cultural quienes, a partir de su subjetividad, identifican, analizan e intentan transformar dinámicas sociales y culturales, buscando constituirse en ciudadanos culturales que desean desplegar la subjetividad social y animar la dinámica de creación y consumo de bienes culturales de la comunidad, en pleno ejercicio de sus derechos culturales, garantizados por su cualidad de ciudadano. En este sentido, el éxito de los proyectos culturales dependerá tanto de una gestión cultural profesional, como de las dinámicas políticas, de las relaciones de poder que están en juego (pensando, por ejemplo, en periodos electorales), la cuales deben ser explicitadas para el logro de los objetivos. Es decir, la gestión efectiva de proyectos culturales debe ser un espacio y un proceso de negociación de sentidos e imaginarios de los actores involucrados.
  • Los proyectos culturales como proceso para la construcción de la creación artística: En donde exista una intención explícita para transformar una problemática social y cultural, como una visión a largo plazo (renunciando de una vez al paradigma inercial de los procesos electorales) en donde los integrantes de la comunidad artística y cultural tengan la posibilidad de crear en el presente y con una mirada colectiva hacia el futuro. Con, desde y en los proyectos culturales se crea, se recrea, se producen dinámicas y bienes culturales nuevos y se recuperan los que por su valor sean parte de nuestro patrimonio, arribando a conclusiones y manifestaciones nuevas y transformando las problemáticas del permanente conflicto cultural desde un enfoque original y auténtico de nuestra entidad: Cultura, creación, gestión y política cultural en constante y virtuosa tensión.
  • Los proyectos culturales deben ser el eje operativo de las políticas culturales y de una Ley para la Cultura y los Derechos Culturales del Estado de Querétaro, y no a la inversa: desde un enfoque integrador, las políticas culturales deben ser un esfuerzo de vinculación de los actores que intervienen en el campo cultural y de sus acciones desde un enfoque transversal: educación, salud, ciencia, tecnología, seguridad y turismo. En la problematización que da origen a la elaboración de proyectos culturales es fundamental ubicar las prioridades de política pública que enmarcarán las líneas estratégicas de organización que lo implemente. Es decir, todo proyecto debe tener una direccionalidad necesaria hacia una política cultural del ámbito estatal y municipal.

@doctorsimualcro

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