Hormigas de oro IV (Final)

Vitral

Alfonso Franco Tiscareño | Colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 19 de octubre de 2022

Foto: EFE


Para la tía Hormiga, Columba Saavedra


Creemos que esa es la invitación permanente del inconsciente: transformarse, despertar, abrir los ojos, descorrer el velo para llegar a nuestro ser fundamental, para despertar aquí, en vida, y llevar a sus máximas posibilidades nuestra persona. Afirma Carl Jung que “Los sueños son, por tanto, fuentes de mensajes espirituales y existenciales trascendentes. La psique inconsciente y los sueños que produce tienen una función reguladora con respecto a la vida del sujeto, facilitando su proceso de crecimiento y acercamiento a la totalidad de su ser”. (Bennet, 1983; James, 2016).

Un sueño como este de las Hormigas de oro es terapéutico, es un sueño-medicina, sanador. El consciente y el inconsciente no son compartimentos estancados y divididos, están relacionados entre sí en forma muy estrecha, aunque cada uno tenga sus características propias. Un sueño no se da en aislado, es la síntesis de muchas experiencias y situaciones. Desde cosmológicas, biológicas, genéticas, sociológicas, culturales, psicológicas, colectivas hasta individuales. Cada uno de los elementos del sueño significa. Así se presentaron estas hormigas de oro, trabajando en equipo, coordinadamente, caminando muy firmes, muy seguras, como si supieran perfectamente lo que estaban haciendo.

Foto: Cortesía | @munal

Quizá ese sueño sea un rebote muy antiguo, un asunto difícil de dilucidar a pesar de su aparente simplicidad. Confluyen muchos factores, quizá, en parte, resultado de lecturas ya muy lejanas de los fabulistas Esopo y de La Fontaine, quienes utilizaron a las hormigas como personajes de sus escritos, convirtiéndolas en prototipos de ciertos valores. A veces, fábulas un tanto acartonadas, pero siempre lecturas que dejaron huella profunda en el inconsciente y que conformaron modelos que ahora se manifiestan décadas después.

El inconsciente capta todo de manera increíble, por ejemplo, podemos soñar con una persona que hace 15 o 20 años no vemos, y si la intentáramos recordar conscientemente apenas tendríamos una sombra borrosa de ella más o menos clara. En el sueño, en cambio, producto del inconsciente, nos aparece nítidamente la imagen de la persona, los detalles, la manera de ser, de moverse, la voz, el tono, las actitudes, de manera realmente asombrosa. De esa misma forma se retratan esas hormigas en mi sueño, con todos sus atributos, significados y metáforas. Cualidades que califican a las hormigas, como señala Maurice Maeterlinck en su libro La vida de las hormigas, como “los seres más nobles, más animosos, más caritativos, más animados, más generosos, más altruistas que existen en el mundo.” Esa características son precisamente parte del mensaje del sueño.

Según han señalado los estudiosos del tema las hormigas son cooperativas. La cooperación entre los seres permite que una especie sobreviva, y así sucedió de hecho con los humanos. Las hormigas de este sueño trabajan juntas, van una detrás de otra, ellas mismas son el valor máximo, son de oro. En este sueño alquímico encuentro que nosotros mismos somos las hormigas, que somos de oro, esencialmente valiosos, como lo han señalado las filosofías más importantes que han existido. Por ejemplo, el budismo que señala que todos somos budas en potencia, todos podemos encontrar ese estado de budeidad. “Es un estado de vida amplio y elevado, donde se experimentan abundantes beneficios y buena fortuna; se cultiva a través de percibir que la Ley Mística es el origen o la raíz del propio ser. Habiendo logrado este estado de vida, un buda es capaz de poner en juego una sabiduría y un amor compasivo sin límites, con el fin de empoderar a todas las personas para que logren el mismo estado de vida iluminado que él.

“El estado de budeidad existe de manera inherente en nuestro propio ser. Sin embargo, es difícil de manifestar en el contexto de nuestra vida cotidiana, colmada de problemas y de desafíos interminables.”

Para Platón vivimos en una caverna, pero nuestra esencia es pura, y así para muchas otras filosofías que señalan que la esencia humana es divina, sagrada, noble, y más allá de cuestiones metafísicas, sin duda que todo es cuestión de querer conocernos, de reflexionar, de buscarnos, de descorrer los velos para encontrarnos.

Foto: Donna Oliveros | Diario de Querétaro

Y así, igual que las hormigas comparten y construyen comunidad, el oro es compartible. El oro filosofal, por supuesto, porque el oro metálico produce mucha ambición, egoísmo, envidia, afán de posesión y robo. En cambio, el oro filosofal entre más se comparta es mejor para todos. El oro filosofal es una luz que se enciende en la mitad de la habitación para compartir, no para convencer, no para apantallar, no para imponer un ego a los otros, sino para compartir fundamentalmente el amor, la sabiduría y la conciencia. Y por más hermosa que sea la propuesta, no es una idea para imponérsela a nadie, no es una utopía. Las utopías han llevado a la humanidad a dictaduras sanguinarias, que en aras de una supuesta igualdad matan, imponen, y obligan a creer en ellas.

Toda esa megalomanía demencial de individuos que se creen salvadores, libertadores, solo ha terminado en fracasos inconmensurables. Mucho mejor camino es el que nos posibilitan la democracia, las asambleas de hombres libres y conscientes que debaten, que deciden por consensos o por mayorías, y que respetan los derechos de las minorías, las cuales tienen voz y voto. El cambio no es solo una cuestión individual, pero debe ser el principio, para después pasar a una dialéctica entre lo individual y lo colectivo, sin imposiciones, promoviendo siempre la libertad, la democracia, la conciencia plena, la sabiduría, la solidaridad y el amor. Creemos que ese es el mensaje del sueño de las hormigas de oro. ¿Y para qué buscar la sabiduría y el amor? Pues simple y llanamente porque es urgente, basta mirar cómo está el mundo. Nos toca intentar construir otro mejor, cuando menos en los entornos en que nos movemos. Carl Jung propone trabajar para lograr el proceso de individuación, transformarse a sí mismo, y de esa manera influir en la vida. Se trata, en principio, de una transformación personal, apoyados en el autoconocimiento, pero no es solo una cuestión personal, de ahí se lleva la familia, al espacio social, en donde a través del diálogo y la negociación, se avanza y se construye. “Conócete a ti mismo”, proponía Sócrates. La profundidad de esa frase es inmensa.


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