Cuando niños la Pascua era una fecha muy especial, pues se solía salir a buscar al jardín o por los rincones de la casa los huevos de chocolate alegremente decorados que dejaba de regalo el conejo de Pascua; esta tradición milenaria que hasta hoy en día es la ilusión de toda la familia, representa la esperanza de una nueva vida y la creencia que Jesús venció a la muerte para salvar los pecados del mundo.
La historia cuenta que esta costumbre comenzó hace varios siglos como consecuencia de la abstinencia que la Iglesia católica mandaba, ya que durante la Cuaresma los cristianos no podían consumir carnes, huevos o lácteos; a razón de estas restricciones al finalizar los cuarenta días los fieles salían jubilosos afuera de las iglesias a regalar los huevos decorados con colores y motivos festivos, para dar la buena nueva del renacimiento de Jesucristo y finalmente dejar de abstenerse a degustar estos alimentos.
Hay que tomar en cuenta que en estas fechas, los campos, las cosechas y las plantas están reverdeciendo por la entrada de la primavera y es cuando los animales comienzan a reproducirse. Por eso el huevo de Pascua representa una nueva vida llena de abundancia y fertilidad.
Un dato curioso, es que, en ningún pasaje de la Biblia existe referencia o mención de ellos o a la costumbre de regalarlos, por tanto resulta ser más una tradición pagana amalgamada posteriormente a la celebración de la Pascua cristiana.