Qhiph nayr uñtasaw sarnagaña
“Vivamos viendo el pasado para vivir el presente y proyectar el futuro”
(Frase del pueblo Aymara)
Tras el golpe de Estado de 1973 y el establecimiento del régimen militar que perduró 17 años, Chile se ve sumergido en los estragos de la violencia, la represión y la violación de los derechos humanos de la dictadura chilena.
30 años después la llaga continúa abierta y el pueblo no olvida. Esto se respira en el diario vivir del pueblo quien se revela o simplemente sufre por la precaria economía y pide permiso para no pagar pasaje en el autobús público, a lo que el chofer amablemente responde dándole la bienvenida a bordo.
Eventos como ENTEPOLA, Festival de Teatro Comunitario, que ofrece, sin costo, teatro de calidad nacional e internacional con temas sociales en los barrios y en el Anfiteatro de Pudahuel con capacidad para más o menos 1500 personas; o la Fiesta del Roto, evento que dura una semana y en donde los vecinos, en colaboración con el Departamento de Cultura, toman las calles del barrio Yungay para montar una especie de mercado pero con teatro, salas de lectura, venta de libros, de productos orgánicos y otros de espíritu y lucha; su mayor atractivo: los conciertos donde niños y grandes danzan cueca, baile típico de Chile.
Es ahí donde nace Jiwasa Jatiña -“nuestro saber” en el idioma Aymara, uno de los pueblos indígenas de la región de Chile- una escuela bajo una carpa de circo localizado en un terreno del estadio municipal de Quilicura. A través de la enseñanza del arte, y a casi 10 años de su fundación, su misión es subsanar el tejido social y devolver a la sociedad su dignidad cultivando el cuerpo, la mente y el espíritu a partir de la enseñanza de las artes, la danza, la música, el circo, el teatro, la pintura, etc.
La comunidad no sólo tiene acceso a la enseñanza y disciplina, también se realizan presentaciones, como resultado de los talleres, y funciones de otros grupos locales, nacionales e internacionales por autogestión y en colaboración de diferentes festivales culturales del país; además, organiza y produce el Festival de Jazz en la Pobla; todo esto de manera gratuita en busca la integración colectiva.
Bajo un árbol y en un piso de tierra, Jorge Pacheco, Rene, Bruno, Gladys -la encargada de la cafetería- Costilla y Alaska -amigos perrunos del lugar- nos recibieron en la que podría llamarse la sala, constituida por 2 sillones, algunos asientos hechos con llantas de automóvil y una mesa con el logotipo del Festival Santiago a Mil, pues ellos comparten el espacio con itinerancias en programas de otros festivales creando redes y apelando por el reciclaje y la permacultura.
La permacultura es un sistema fundado en la ética y principios que se pueden usar para establecer, diseñar, coordinar y mejorar todos los esfuerzos hechos por individuos, hogares y comunidades que trabajan para un futuro sustentable, a cargo de Darcísio, quien con años de autoinvestigación ha construido los baños y las regaderas ecológicas de la carpa, mientras que su proyecto más ambicioso es la obtención de humus de lombriz como fertilizante natural. No es un taller propiamente, sin embargo Darcísio está encantado con compartir su conocimiento con los demás.
Fátima Gómez, directora del proyecto, con una gran responsabilidad en sus manos, va dirigiendo la carpa hacia tiempos inciertos en donde la sociedad pueda coexistir sin destruir. Ella, una mujer tenaz, trabajadora y empoderada, quien a través de la autogestión logró pasar, de dar talleres en la junta de vecinos a conseguir un espacio al que con el tiempo se le han hecho las adecuaciones necesarias, como adquirir la actual carpa de circo, no mucho después de su fundación.
Los años de lucha constante le han forjado la mirada penetrante de quien cultiva la tierra de sol a sol, con la esperanza de la lluvia que nutra lo ya cosechado y la sonrisa esperanzadora por el primer brote en cada uno de los alumnos y los asistentes para que crezca no sólo el arte, sino el sentido de comunidad, la responsabilidad y la entrega.
Aunada a un equipo formidable que va reinventando la cotidianidad sin quitar la mirada del horizonte, con la convicción de que poseen una semilla capaz de lograr la transformación social que el pueblo necesita; un espacio inevitablemente propio y cercano para quien lo frecuenta como un acceso libre a un espacio de encuentro y una forma de vida autosustentable para regresar a la sociedad y a la tierra el equilibrio inminente.
“Comunidad es siempre un espíritu colectivo, es siempre un espíritu de generosidad, es siempre un espíritu de esfuerzo y de trabajo” dice Víctor González, director de extensión ESJAZZ, y eso se siente como un abrazo fraterno y cálido cuando, terminada la función, empiezan a rolar las cervezas y “los completos” -el equivalente a un hot dog pero dos veces más grande- con palta (aguacate), ensalzados con la plática y el intercambio de experiencias y culturas, entre risas y un sincero gracias.