/ miércoles 18 de marzo de 2020

Joker I

Vitral

Un actor que ha ganado el Oscar, dos Globo de Oro, un Grammy, un SAG, dos Critics Choice Awards, la Copa Volpi en el Festival Internacional de Cine de Venecia y el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes, debe tener algo especial que hace tan relevante su trabajo, ese es Joaquin Phoenix, el estadounidense nacido en Puerto Rico en 1974. En su carrera actoral ha trabajado con importantes directores como Ron Howard, Gus Van Sant, Oliver Stone, Ridley Scott, Woody Allen y Todd Phillips, entre otros, y ha interpretado los más diversos papeles que van desde jóvenes en búsqueda (Parenthood), emperadores (Gladiator), un joven camarógrafo (Hotel Rwanda), un profesor de filosofía (Irrational man), un fanático religioso (The master), el músico Johnny Cash (Walk the line), y en la que para muchos es su mejor película Her, en donde interpreta a un hombre seducido por una mujer creada por medio de la inteligencia artificial. De ahí, hasta llegar al papel que le ha dado su primer Oscar al mejor actor por su representación de un cómico fracasado en la película Joker, de Todd Phillips. Joaquin Phoenix llega a uno de los máximos galardones que se otorgan en la industria fílmica mundial sin haber tenido formación académica para ser actor. Él se hizo sobre la marcha trabajando en los medios, participando en comerciales y en diversos programas de televisión, hasta que recibió su primera oportunidad importante en la película Space camp en 1986, a los 12 años de edad. El actor ha pasado su vida, desde niño, en los escenarios.

El papel de Joker representaba un reto muy especial y difícil, si no pregúntenle a Jared Leto quien fue severamente criticado en las redes sociales y por especialistas en el tema por su interpretación del Guasón (como se le llama en México al Joker). A cualquier actor le quedaba un peso muy grande sobre todo después de la actuación de Heath Ledger, pero, ¿cómo se preparó Phoenix para semejante reto? ¿Qué exige la carrera actoral? ¿Qué define a un gran actor? Lo primero es que para encarnar al personaje hay que sentirlo desde adentro, en los huesos, en el alma y en la piel. Literal, Phoenix bajo 23 kilos para representar al Joker. Después, una preparación intensa en ensayos coreográficos para ejecutar en el baño, luego de su primer crimen, esos pasos de baile impresionantes. Y no se diga la danza en la ya célebre escena en la escalera. Para ello estudió y se influenció del bailarín Ray Bolger, agregándole un toque de altivez. Phoenix pasó ocho meses diseñando su personaje, facción por facción, músculo por músculo, posición por posición. La risa de Joker la ensayó hasta el hartazgo, hasta enfermarse.

Gracias a ese profesional e intenso trabajo no sólo de Phoenix, sino de toda la producción, la película ha sido multipremiada en todo el mundo. Algunos de estos reconocimientos bien merecidos son el Oscar, el BAFTA, el León de Oro y el Globo de Oro al mejor actor; Oscar, BAFTA y Globo de Oro a la mejor banda sonora y mejor película en el Festival de Venecia.

Un personaje tan complejo como el Joker requiere mucho estudio y entrega en su diseño y construcción. Hay que ponerse a pensar un buen rato en todo lo que implica vivir, como lo hizo Phoenix, más de 8 meses, de día y de noche, pensando en ello, creando una mentalidad, sintiéndola en el cuerpo, pero sobre todo, abriendo un lugar en la mente para concebir y representar un personaje así. Con todo lo que implica tocar esas zonas tan oscuras, los abismos más siniestros de la mente humana. Lo que implica someterse a una durísima dieta, tener hambre todo el día, padecer ansiedad, y todo ello reflejarlo en la actuación frente a una cámara que captará hasta el más mínimo parpadeo del actor. Se dice que Phoenix casi no cruzó palabras con Robert de Niro –que interpreta a Murray Franklin, el presentador televisivo–, para que la situación fuera más tensa.

La locura no es asunto mágico por el que de pronto alguien pierde el juicio y comienza a actuar de manera extraña. Todo tiene un origen, una razón, y en el caso de las enfermedades mentales muchas veces podemos encontrar su génesis en lo social, es decir, no es un asunto sólo personal, individualizado. Este es el caso del Joker, en donde el director Todd Phillips ha querido manifestarse claramente en la línea del origen social del padecimiento psicótico que desemboca en los crímenes de un asesino serial.

El cine tiene que ver con tus valores, con tus parámetros de vida. Una acción efectiva del cine sería que lograra romper nuestras zonas de confort, nuestras creencias arraigadas, y que a partir de las situaciones vistas en la pantalla lográramos abrir más nuestros pensamientos, enriquecer nuestros conceptos, ser capaces de cuestionarnos y cambiar nuestros prejuicios, en este caso, respecto a la locura. Dejar de ver al enfermo mental como un paria, darle la atención debida con mecanismos que empiecen por las políticas públicas de los gobiernos en turno, es decir, con una política de Estado.

Las enfermedades más graves comienzan con los desajustes más pequeños, con los que nadie atiende, con los que pasan desapercibidos, y que cuando manifiestan algún síntoma no se encuentra ni se sabe a quién o a dónde recurrir. Las consultas a un psiquiatra cuestan caras, y los hospitales públicos no se dan abasto. Los psicólogos tampoco son muy accesibles para el grueso de la población, y en los hospitales públicos con atención psicológica tampoco hay suficientes consultorios que atiendan estos problemas. Entonces, la gente queda, si bien le va, a la buena de Dios, del amigo, de la comadre, del cura, del libro de autoayuda, del brujo.

Una obra como Joker debiera hacernos reflexionar acerca de todo esto. Y, aunque es muy difícil que una película cambie las relaciones sociales existentes, ojalá moviera a las instituciones implicadas en esta problemática, a los gobiernos y a los ciudadanos, a tomar en serio, de una vez por todas, los problemas mentales de la población como un problema de salud pública que requiere soluciones concretas y no olvido y desprecio.


https://escritosdealfonsofrancotiscareno.blogspot.com

Un actor que ha ganado el Oscar, dos Globo de Oro, un Grammy, un SAG, dos Critics Choice Awards, la Copa Volpi en el Festival Internacional de Cine de Venecia y el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes, debe tener algo especial que hace tan relevante su trabajo, ese es Joaquin Phoenix, el estadounidense nacido en Puerto Rico en 1974. En su carrera actoral ha trabajado con importantes directores como Ron Howard, Gus Van Sant, Oliver Stone, Ridley Scott, Woody Allen y Todd Phillips, entre otros, y ha interpretado los más diversos papeles que van desde jóvenes en búsqueda (Parenthood), emperadores (Gladiator), un joven camarógrafo (Hotel Rwanda), un profesor de filosofía (Irrational man), un fanático religioso (The master), el músico Johnny Cash (Walk the line), y en la que para muchos es su mejor película Her, en donde interpreta a un hombre seducido por una mujer creada por medio de la inteligencia artificial. De ahí, hasta llegar al papel que le ha dado su primer Oscar al mejor actor por su representación de un cómico fracasado en la película Joker, de Todd Phillips. Joaquin Phoenix llega a uno de los máximos galardones que se otorgan en la industria fílmica mundial sin haber tenido formación académica para ser actor. Él se hizo sobre la marcha trabajando en los medios, participando en comerciales y en diversos programas de televisión, hasta que recibió su primera oportunidad importante en la película Space camp en 1986, a los 12 años de edad. El actor ha pasado su vida, desde niño, en los escenarios.

El papel de Joker representaba un reto muy especial y difícil, si no pregúntenle a Jared Leto quien fue severamente criticado en las redes sociales y por especialistas en el tema por su interpretación del Guasón (como se le llama en México al Joker). A cualquier actor le quedaba un peso muy grande sobre todo después de la actuación de Heath Ledger, pero, ¿cómo se preparó Phoenix para semejante reto? ¿Qué exige la carrera actoral? ¿Qué define a un gran actor? Lo primero es que para encarnar al personaje hay que sentirlo desde adentro, en los huesos, en el alma y en la piel. Literal, Phoenix bajo 23 kilos para representar al Joker. Después, una preparación intensa en ensayos coreográficos para ejecutar en el baño, luego de su primer crimen, esos pasos de baile impresionantes. Y no se diga la danza en la ya célebre escena en la escalera. Para ello estudió y se influenció del bailarín Ray Bolger, agregándole un toque de altivez. Phoenix pasó ocho meses diseñando su personaje, facción por facción, músculo por músculo, posición por posición. La risa de Joker la ensayó hasta el hartazgo, hasta enfermarse.

Gracias a ese profesional e intenso trabajo no sólo de Phoenix, sino de toda la producción, la película ha sido multipremiada en todo el mundo. Algunos de estos reconocimientos bien merecidos son el Oscar, el BAFTA, el León de Oro y el Globo de Oro al mejor actor; Oscar, BAFTA y Globo de Oro a la mejor banda sonora y mejor película en el Festival de Venecia.

Un personaje tan complejo como el Joker requiere mucho estudio y entrega en su diseño y construcción. Hay que ponerse a pensar un buen rato en todo lo que implica vivir, como lo hizo Phoenix, más de 8 meses, de día y de noche, pensando en ello, creando una mentalidad, sintiéndola en el cuerpo, pero sobre todo, abriendo un lugar en la mente para concebir y representar un personaje así. Con todo lo que implica tocar esas zonas tan oscuras, los abismos más siniestros de la mente humana. Lo que implica someterse a una durísima dieta, tener hambre todo el día, padecer ansiedad, y todo ello reflejarlo en la actuación frente a una cámara que captará hasta el más mínimo parpadeo del actor. Se dice que Phoenix casi no cruzó palabras con Robert de Niro –que interpreta a Murray Franklin, el presentador televisivo–, para que la situación fuera más tensa.

La locura no es asunto mágico por el que de pronto alguien pierde el juicio y comienza a actuar de manera extraña. Todo tiene un origen, una razón, y en el caso de las enfermedades mentales muchas veces podemos encontrar su génesis en lo social, es decir, no es un asunto sólo personal, individualizado. Este es el caso del Joker, en donde el director Todd Phillips ha querido manifestarse claramente en la línea del origen social del padecimiento psicótico que desemboca en los crímenes de un asesino serial.

El cine tiene que ver con tus valores, con tus parámetros de vida. Una acción efectiva del cine sería que lograra romper nuestras zonas de confort, nuestras creencias arraigadas, y que a partir de las situaciones vistas en la pantalla lográramos abrir más nuestros pensamientos, enriquecer nuestros conceptos, ser capaces de cuestionarnos y cambiar nuestros prejuicios, en este caso, respecto a la locura. Dejar de ver al enfermo mental como un paria, darle la atención debida con mecanismos que empiecen por las políticas públicas de los gobiernos en turno, es decir, con una política de Estado.

Las enfermedades más graves comienzan con los desajustes más pequeños, con los que nadie atiende, con los que pasan desapercibidos, y que cuando manifiestan algún síntoma no se encuentra ni se sabe a quién o a dónde recurrir. Las consultas a un psiquiatra cuestan caras, y los hospitales públicos no se dan abasto. Los psicólogos tampoco son muy accesibles para el grueso de la población, y en los hospitales públicos con atención psicológica tampoco hay suficientes consultorios que atiendan estos problemas. Entonces, la gente queda, si bien le va, a la buena de Dios, del amigo, de la comadre, del cura, del libro de autoayuda, del brujo.

Una obra como Joker debiera hacernos reflexionar acerca de todo esto. Y, aunque es muy difícil que una película cambie las relaciones sociales existentes, ojalá moviera a las instituciones implicadas en esta problemática, a los gobiernos y a los ciudadanos, a tomar en serio, de una vez por todas, los problemas mentales de la población como un problema de salud pública que requiere soluciones concretas y no olvido y desprecio.


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