Juan Charrasqueado II

Vitral

Alfonso Franco Tiscareño

  · miércoles 19 de abril de 2023

Retrato de charro de perfil. Tamaulipas, 1950. Foto: Cortesía | @mediateca.inah


Juan Charrasqueado no tuvo tiempo de transformar su vida, vivió hundido en esa situación de alcohol, juego y parranda, estaba enceguecido porque el entorno influye mucho: los amigos, las circunstancias. No pudo dar un golpe de timón para transformar su vida, nunca tomó conciencia.

Y así, quién sabe cuál será el entorno de tantos juanes charrasqueados que van por ahí. Hay que preguntarse cuál es el contexto que produce a un ser violento, adicto, macho, narcisista, necio, soberbio. Nadie es así porque sí, existen causas que dan origen a estas conductas, quizá la familia, el barrio, el clima social. Pero llega un momento en que ya no puedes colgarte de nadie para justificar tu proceder, tienes que asumir la responsabilidad de tus actos, y si no lo haces la realidad misma te lo hará notar, como al personaje del corrido, que al deber tantas, la gente agraviada le cobró factura por los daños causados. A pesar de lo violento que fue el final de Juan Charrasqueado, para sus ejecutores fue un acto de justicia, y aunque no creemos que se justifique la violencia, entendemos dónde se gesta y cómo pueden terminar los sucesos producto de las acciones equivocadas.

Corrido mexicano ha sido utilizado para expresar alegrías, penas, historias, desgracias, crítica política y amor. Foto: Cortesía | @mediateca.inah

En una choza muy humilde llora un niño, en el futuro quizá irá de miseria en miseria, económica, mental, emocional. Vivirá con falta de seguridad, de autoestima. Será un ser producto de la violencia, de la violación, del robo de mujeres, de la seducción como trampa. El caso es que en esa choza llora un niño sin padre. Octavio Paz abordó el tema en el capítulo titulado Los hijos de la Malinche, de su libro El laberinto de la soledad. “¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la maternidad, como la Llorona o la `sufrida madre mexicana´ que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz … Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de lo cerrado y Io abierto se cumple así con precisión casi feroz.... Después de esta digresión sí se puede contestar a la pregunta ¿qué es la Chingada? La Chingada es la Madre abierta, violada o burlada por la fuerza. El ´hijo de la Chingada´ es el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si se compara esta expresión con la española, `hijo de puta´ se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, una prostituta; para el mexicano, es ser fruto de una violación.”

"Blumenthal" con mujer en un banquete. Ciudad de México, 1945. Foto: Cortesía | @mediateca.inah

La tristeza inunda esa choza entre el dolor de la muerte y el abandono. Los hijos sin padre son un dilema mundial, pero en México los hijos sin padre son millones, padres ausentes, padres de una vez por semana o padres hay de vez en cuando. Ya lo señaló también Juan Rulfo en Pedro Páramo: “ Todos somos hijos de Pedro Páramo” se lee en la novela, lo que implica el bastardaje simbólico, circunstancia de un cúmulo de hombres que no fueron asimilados por la figura paterna y, por eso mismo, tal figura es la gran `ánima´ que nunca acunó a los hijos. Estos últimos fueron sostenidos —como en la iconografía occidental podemos verlo— únicamente por la madre, también, abandonada. Así como en obras por demás canónicas, varios son los personajes hombres que cargan a cuestas el dolor acallado (pensemos, si deseamos ubicar a uno de estos en Ulises cuya cicatriz al final solo pudo ser reconocida por Euriclea); en Pedro Páramo, la pena que pesa sobre todo es la de Juan Preciado, quien busca, aunque sea los esqueletos, para poder armar completamente su identidad… En Pedro Páramo, sin embargo, la posibilidad de que los hijos huérfanos completen su nombre, una vez que sean conocidos, reconocidos y nombrados por el padre, se diluye, se vuelve polvo. Y es así que la ausencia es perennidad vuelta muerte dibujada, fotografiada con palabras.”

La madre tendrá que ser padre y madre a la vez, si es que puede, porque el padre no puede ser sustituido por nada ni por nadie, el padre es el padre y tiene un papel muy específico en la construcción del núcleo familiar.

Juan Charrasqueado es un hombre enfermo que contagia su enfermedad emocional y genera daño a la gente que lo rodea, y sólo puede servir como ejemplo de lo que no se debe hacer, de los dañino que son los vicios, las adicciones al alcohol, al juego, el nefasto machismo, la parranda, la falta de empatía, de solidaridad y amor sobre todo para con las mujeres y los niños.

Tenía razón el filósofo griego Empédocles cuando afirmaba respecto al origen y orden del cosmos –totalmente aplicable al microcosmos humano–: el amor une, el mal separa.

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Y al final, después de todo, aparentemente las cosas vuelven a la normalidad, la lluvia cae, la milpa crece, los toros siguen yendo al matadero, en la hacienda todo está bien y, sin embargo, las campanas del santuario tocan y el muerto debe ser enterrado aunque sea un enemigo peligroso, sería peor su putrefacción al aire libre. Las mujeres cuchichean, chismorrean, no practican la sororidad, tan sólo la madre abandonada, quizá violada, sola, consuela a su criatura con cariño. Será un hijo sin padre, y no sólo porque Juan ya no esté. Será otro de los hijos regados por donde quiera. Y, a pesar del abuso recibido, la mujer como buena cristiana, reza por su Juan. La choza humilde se ve más pequeña, más vacía y más humilde que nunca. Ahí, entre la pobreza económica, emocional y espiritual ella no encontrará reposo, y para el niño apenas comienza lo que ojalá no sea un infierno.


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