México.- En la inspiradora tranquilidad de su hogar en la delegación Magdalena Contreras, rodeado de libros, obras de arte y un cuadro que evoca al novelista Juan García Ponce (1932-2003), su preceptor junto con Juan José Arreola (1918-2001), el escritor Hernán Lara Zavala centra su charla en este último, en ocasión de su centenario.
Novelista, cuentista, ensayista y editor, Hernán Lara Zavala (Ciudad de México, 1946) se revela como lector consumado y escritor que ha sobresalido de entre los de su generación. “Mi primer acercamiento a ese personaje fue a través de los libros. Yo sabía que él era gran conferencista, con los dones mágicos de la palabra y la improvisación”.
Con su frondoso jardín a sus espaldas, Lara Zavala habló sobre los años en que conoció, ya físicamente, al maestro. “Alrededor de 1966, Juan José Arreola impartía una serie de conferencias por todo el campus universitario, iba de facultad en facultad. Yo estudiaba en la Facultad de Ingeniería, y al escucharlo, quedé verdaderamente deslumbrado”, dijo.
En 1968 cambió el rumbo de vida estudiantil del entonces joven Lara Zavala. Sin dejar la Facultad de Ingeniería, estudió simultáneamente Letras con la finalidad de tomar clases con Arreola, quien ya tenía bien ganada una fama de gran maestro de redacción; en esos años no existían en México las clases de ‘creación literaria’, como en Estados Unidos.
“Juan José Arreola fue pionero en esa materia”, sentenció el entrevistado, al recordar que entró al Centro Mexicano de Escritores, cuya directora notó su capacidad y lo puso a dar talleres a quienes ingresaban a esa institución. “Ahí, él mismo descubrió que además de ser un gran actor, escritor, declamador, improvisados y conferencista, era un gran editor”.
Publicó varias plaquetas hechas artesanalmente, pero con todo el rigor profesional que la labor del editor exige.
“Los Presentes" y “Los Cuadernos del Unicornio” son algunas de sus publicaciones en las que incluyó textos de Rubén Bonifaz Nuño, Tomás Segovia, Alí Chumacero, Vicente Leñero y José Agustín, quienes deben a Arreola esas deferencias.
Lara Zavala se hizo alumno de Arreola, lo cual era un deleite, a pesar de la bipolaridad de su carácter. “A veces llegaba al salón de clase emocionado, contento y bromeando; otras, taciturno y callado, lo que no afectó su condición de corrector y lector extraordinario que no dejaba que los alumnos leyeran sus textos, él los pedía para leerlos adecuadamente”.
En esos días Hernán era un joven aspirante a escritor, nada más. Con muchísimas dudas e inseguridades, pero también con una gran confianza en sí mismo, en cierta clase entregó al profesor un texto escrito por él. “Leyó uno de mis primeros cuentos, titulado 'Lejos, en invierno y de madrugada’ y de pronto, muy sorprendido, con su preclara voz me dijo así:
‘Hernán, permítame felicitarlo de escritor a escritor’, yo me sentí como pavorreal, porque ese día Juan José Arreola me consagró”. Sin embargo, esos reconocimientos fueron dados igualmente a otros autores hoy famosos, como José Agustín, a quien en su cumpleaños 19 dedicó palabras de alabanza, lo mismo que a Vicente Leñero y a muchos escritores más.
Incluso corrigió a Juan Rulfo cuando inició su célebre “Pedro Páramo” con la frase “Vine a Tuxcacuesco porque me dijeron que aquí vive mi padre, un tal Pedro Páramo…”. “Juan José Arreola le dijo que cambiara Tuxcacuesco por un nombre más sonoro como Comala; eso no significa que le hiciera el trabajo a Rulfo, quien ya tenía su carrera bien hecha”.
Tuxcacuesco es un pueblo y municipio de la Sierra de Amula, en el estado de Jalisco, su nombre viene del náhuatl Tascahuescomatl (“granero empozado”), absolutamente nada qué ver con Comala, población del norte del estado de Colima, en donde Juan Rulfo sitúa su novela corta “Pedro Páramo”, cuya primera edición en español data del año 1955.
No fueron demasiados años de convivencia porque Arreola ya estaba a punto de retirarse tras una larga temporada impartiendo clases en la UNAM. Hernán Lara Zavala cursó algunos semestres de las clases de Creación Literaria y de Literatura Española Medieval, lo que le proporcionó grandes enseñanzas, como saber leer y comprender lo que se lee.
“A Arreola todo mundo lo respetaba y admiraba, por ser un juglar alegre. Influyó en mí tanto como García Ponce, con quien tenía yo un paralelismo: Su familia y la mía son de Yucatán; él era el primero de ocho hermanos y yo de nueve, y cuando leí su autobiografía, pasó por mi mente la idea de ser escritor, a lo que mi papá dijo que moriría de hambre”.
Leer a Arreola es siempre una gran enseñanza por como maneja el lenguaje, gran prosista a pesar de tener algo de lírico. Después de tantos años, Lara Zavala sigue admirándolo. “De todos los escritores que he conocido, nunca conocí a alguien que tuviera los destellos de genialidad que tuvo él, desde niño, cuando recitaba ‘El Cristo de Temaca’, del Padre Placencia”.
Hernán Lara Zavala está por publicar un libro con especial dedicatoria a ese inolvidable preceptor suyo, en conmemoración por los 100 años de su vida. “Es un ensayo de unas 50 cuartillas, titulado irreverentemente ‘Arreola pecador’, porque muy dentro de sí, todo el tiempo se sentía culpable de todo, hasta de tener dos fobias: agorafobia y claustrofobia”.
Desde la perspectiva del entrevistado, Arreola es reconocido mundialmente como un enorme prosista, y aunque no solía escribir poesía, muchos de sus textos son sumamente poéticos. “Acaban de traducir ‘Confabulario’, libro que publicó en 1952 y tal vez el más representativo de toda la obra, al idioma chino”, subrayó contento Lara Zavala.
Al hacer un ejercicio de síntesis, el entrevistado definió a Juan José Arreola como un gran escritor, ilustre maestro, glorioso editor, excepcional declamador y dueño de un refinado gusto literario; como persona, lo recuerda como un ser totalmente conflictuado: “Se casó varias veces, y luego se volvió a casar con su primera mujer. Así era Juan José Arreola”.
El escritor nació en Zapotlán el Grande (hoy Ciudad Guzmán), Jalisco, en las primeras horas del 21 de septiembre de 1918 y murió en Guadalajara el 3 de diciembre de 2001 por un paro respiratorio, tenía hidrocefalia.
“Muerte horrenda, la peor enfermedad para un hombre del talante que tuvo mi gran maestro; el 21 de septiembre de 2015 sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres”, subrayó Lara Zavala.