Si quieres cambiar tu cuerpo, cambia primero tu conciencia.
Todo lo que te ocurre es resultado de cómo te ves a ti mismo,
hasta un punto que podría parecerte muy extraño.
Deepak Chopra
Imagina la siguiente escena: estás sentado en la comodidad de tu butaca, frente a ti un escenario en penumbra que está vacío, se da la tercera llamada, se apagan las luces de la sala, el teatro queda en completa oscuridad y 10 segundos después se encienden las luces. Vemos ahora que la escena está habitada por 20 actores, 20 cuerpos completamente inmóviles, estatuas distribuidas ocupando un lugar en el espacio y relacionándose entre sí. Comienzan a caminar hacia todas direcciones, trayectorias que dibujan círculos, líneas, varían sus velocidades, dan brincos o ruedan por el suelo, una danza de cuerpos que se entrecruzan unos con otros sin colisionar o dudar.
Lo anterior, ni descrito de manera técnica, parece tarea sencilla. Para lograr que 20 individuos puedan transitar la oscuridad en dirección a un punto específico, sin chocar u obstruir el trayecto de los demás compañeros en menos de 10 segundos, requiere de toda la atención y disposición del cuerpo y los sentidos, lográndolo únicamente a través de las repeticiones y los ensayos.
En clase de teatro, desde el primer día, se aborda el autoconocimiento y el espacio que ocupa nuestro cuerpo porque la conciencia también va hacia fuera de nosotros, hacia el entorno, el espacio que mi cuerpo habita aquí y ahora. Se realizan ejercicios que estimulan la introspección como la relajación, la meditación o el enfoque o atención especial a la forma de caminar, a la colocación del cuerpo o el proceso mental y físico que se requiere para hacer un movimiento en específico, desde el más corto y sencillo, hasta el más complejo y elaborado. Otras actividades y juegos abren la percepción al ambiente, agudizan los sentidos, para reconocer que somos parte de un todo que compartimos con otros entes, tomando en cuenta que la mínima distracción puede entorpecer el ejercicio e incluso causar un accidente.
A partir de esto, puedo definir a la conciencia como un estado mental de alerta que le permite al individuo percibirse, con pleno conocimiento de sí mismo y de su entorno, a través de los estímulos externos captados por sus sentidos. Se trata de una herramienta múltiple que, sabiéndose cultivar mediante la práctica, trae diversos beneficios que pueden ser empleados en cada aspecto de nuestra vida. Por ejemplo, si la física básica nos dice que la distancia más cercana entre un punto y otro es la línea recta, la conciencia sería el camino más cercano al conocimiento y al aprendizaje.
Para probar mi punto de vista, hagamos un ejercicio ahora, al mismo tiempo que estás LEYENDO este artículo. Espera… aguarda un segundo… ahora te preguntas por qué la palabra leyendo está en mayúscula y regresas a leer nuevamente a ver si no fue un error, mientras comienzas a repetir la palabra “leyendo” una y otra vez. De pronto comienza a perder sentido, te intriga su origen, quién la inventó y porqué eligió el orden de letras para designar cierto concepto. Todo esto, tan sólo con poner un poco de atención a una palabra. El ser conscientes es en sí fuente de reconocimiento pero también de conocimiento, porque alimenta nuestra curiosidad y necesidad de saber más.
A nivel físico, por ejemplo, he podido comprobar que se obtienen mejores resultados cuando estoy realizando alguna rutina de gimnasia, es decir, centrar la atención en la parte del cuerpo que está realizando el trabajo, ya sea con aparato o pesas, no sólo me permite realizar una rutina efectiva en trabajo físico sino también puedo evitar lesiones, teniendo pleno conocimiento de los límites de fuerza y resistencia del músculo pero, sobre todo, encontrando la postura correcta con la contracción de los músculos abdominales, es decir, el centro de nuestro cuerpo, que es donde se originan todos los movimientos y así también poder identificar y aliviar tensiones innecesarias, pasando por el reconocimiento de la importancia de una respiración adecuada, del calentamiento previo y el estiramiento posterior.
Actividades como la gimnasia, el yoga o la meditación nos permiten fortalecer el control del cuerpo a través de la conciencia de la respiración, la cual, apoyada en el diafragma, lleva una mayor cantidad de oxígeno a los pulmones aportando más energía y estimulando de manera más efectiva la comprensión de los procesos por los que pasan el cuerpo y la mente para realizar una acción. Todo esto contribuye a mi desarrollo actoral, potencia y sobre todo mantiene mi presencia dentro de la escena durante toda la representación de una obra gracias a un cuerpo dispuesto, fuerte y preparado para cualquier tipo de propuesta teatral, desde el teatro físico hasta el realismo, pasando por el teatro de sala, al aire libre y de calle.
A veces alguna afectación emocional puede ser la causante de un padecimiento físico o de un dolor muscular. Para resolver estas cuestiones, primero se requiere de una minuciosa atención para detectar qué y por qué algo anda mal con nosotros mismos y poder determinar si es necesario acudir a un profesional con cierta especialidad. Cada cuerpo es diferente y no todos tenemos las mismas condiciones físicas, sin embargo, ese cuerpo es la herramienta más preciada que tiene el ser humano. En ocasiones participamos en algún taller o nos sometemos a entrenamientos que demandan gran cantidad de energía y trabajo físico, de ahí la importancia de mantenerse en buen estado y conocer las capacidades y necesidades de nuestro cuerpo, así como sus alcances, como la percepción del espacio.
Un ejercicio de reconocimiento espacial que también se usa en clase de teatro y es un principio básico sencillo de realizar es el siguiente: de pie, en una posición neutra, lleva los brazos por encima de la cabeza completamente estirados con los dedos índice apuntando al cielo, aguarda unos segundos, verifica que los hombros no estén elevados o tensos, ubica tu mirada periférica y cuando estés listo, al mismo tiempo lleva los brazos hacia los lados, siempre con los dedos bien apuntados, imagina que van dibujando una línea hasta que tus manos encuentren las piernas. A esta circunferencia imaginaria dibujada por la extensión al máximo de las extremidades representando los límites físicos, se le conoce como kinesfera. Este reconocimiento puede ser llevado a otros niveles con posibilidades infinitas de espacio personal, con tan sólo trasladarnos de un lugar a otro. Un sólo paso representa una kinesfera completamente diferente a la anterior.
El cuerpo es teoría y movimiento. Cuando sus extremidades inferiores y superiores trabajan en un movimiento armónico y consciente, capaz de expandir nuestro lugar en el espacio, es entonces que nos proporciona material de creación ya que brinda posibilidades para el acercamiento a los personajes a representar con distintas calidades de movimiento y, a su vez, también es fuente para determinar y dimensionar la propuesta artística y de dirección. Así es como a través de la conciencia podemos encontrar un enfoque para explorar, más que una perspectiva para la deconstrucción y construcción de la realidad, para llevarla a ficción.