Cada vez que escalo soy perseguido por un perro llamado ego
Friedrich Nietzsche
Sí, hablo de ti, de mí, de todos. Hablo de tus manías, tus miedos, tus complejos, tus mentiras, tus mañas, de lo que ya ni cuenta te das porque lo traes encarnando hasta la raíz. Por lo mismo, porque verdaderamente ya ni cuenta te das, no puedes cuestionártelo. Y ay de aquel que se atreva a hacerlo, porque lo odiarás con odio jarocho para toda la vida. La única solución, que no es imposible, sería que te apaciguaras un poco, y te cuestionaras, que te observaras con toda calma. El dilema es si seremos capaces de hacerlo, más del 98% no lo logra. Vaya, ni siquiera lo intentan. Tus cuentos se han vuelto una coraza cuasi impenetrable.
Esas ideas, sentimientos, sensaciones, sembradas en lo más profundo de tu ser dan lugar a todas tus respuestas en todos los terrenos en que te muevas, lo cual puede resultar muy catastrófico si son ideas equivocadas, y el tamaño de los desajustes provocados puede medirse a diario en las relaciones entre los seres humanos, en la escuela, en el trabajo, en la familia, en el amor, en la actitud ante la vida. Es necesario, urgente, la promoción de la educación emocional, de la inteligencia emocional. No importa la edad ni la posición social que tengas. Todo mundo debería pasar por cursos, seminarios, libros, charlas, talleres, programas de televisión, que abordarán estos temas, para que en la medida de lo posible, nadie quedara fuera de una profunda reflexión acerca de su ser y su accionar en el mundo, pero parece que eso no le importa mucho ni a los gobiernos, ni a las escuelas ni a las religiones ni a casi nadie.
La coraza del ego es tan grande, tan ciega, tan acrítica, que muchos prefieren romper con quien sea y con lo que sea, antes que revisarse, cuestionarse, corregirse. Se despiden de este mundo sin cambiar un ápice, sin ofrecer una disculpa por los errores cometidos, sin perdonar. La necedad, la soberbia, son algunas de las grandes plagas que frenan el desarrollo del humano. Sólo la educación, la reflexión y la corrección podrían lograr que diéramos el gran salto. Y éste tendría que ser de la mano de la humildad y la autocrítica.
¿De qué te las doras? Tu afán de reconocimiento es tan ridículo. Sí, sé que se gestó en épocas muy tempranas de tu vida. Sí, sé que tu padre fue medio frío contigo, que nunca te aplaudió nada, o que tu madre fue sumisa, pasiva, fría o esquiva, pero tiene -o debería llegar el momento- en que tienes que superarlo. No puedes colgarte toda tu vida de lo que tus padres te hicieron por mucho que sea cierto. Es explicable en tu infancia, adolescencia, quizá en la juventud, pero ya en la adultez ya no es aceptable, ahora tu vida es responsabilidad estrictamente tuya. Si destapas tus orejas, si las lavas muy bien, quizá pudieras escuchar la voz de los ángeles vivientes en la tierra, que te han cuestionado aspectos de tu comportamiento. Toda crítica saca ronchas, pero allá en la soledad de tu almohada, a solas contigo mismo, valórala, evalúala.
Pero en lo que el Estado, los gobiernos y las familias despiertan, lo cual parece ir para largo, empieza por ti si puedes y si te das cuenta, aunque sea de poco a poco. Todo es bueno, aunque sea paso a pasito. En el balance de lo complejo que es la vida, de sus intrínsecas contradicciones, nunca se logrará el estado ideal entre los seres humanos, pero a lo que sí puede aspirarse con rigor y realismo, es a que cada vez más gente esté más despierta, más consciente, más crítica y autocrítica. Eso sí, que tampoco nadie se pase de lanza y crea que porque te autocriticas, puede venir a sumarse a la carnicería así como así. Si no es festival ni festín, es asunto tuyo no de otros, no de buitres. Todavía vinieran en buena onda, pero no, vienen a ver en qué incomodan, en qué molestan a propósito. Vienen a desquitar sus odios personales contra ti, y eso no se vale, no puede ser permitido.
¿De qué te las doras? ¿Tienes poder en la oficina, en tu casa, en la escuela, en el gobierno? Nunca entendiste que el poder es para servir, no para aplastar, humillar, vilipendiar. Revisa cómo terminan los que abusan de su poder, haz un recuento. Algunos te soportarán un tiempo, qué les queda, pero otros, los más conscientes, van a saltar desde el principio. No podrás engañar a todos siempre, así que recapacita, bájale tres rayitas a tu actitud. ¿No entiendes que es un privilegio el que se te concedió? Estás perdiendo día a día ese chance, pero nunca es tarde cuando la dicha es mucha. No te engañes a ti mismo, porque no hay tonto más grande. Claro, todas estas palabras pueden sonar a nada, incluso hasta dar risa. Los intereses en juego son tan grandes, la ambición tan gigantesca, la inconsciencia tan ciega, que palabras como estas pueden parecer un rollito lenguaraz, pero los frutos de tus actitudes están frente a ti, ¿puedes verlos? Cierto, en la vida no todo depende sólo de uno mismo, influyen múltiples factores. La vida es compleja, pero mucho sí depende de ti, la mayor parte. Ya lo dijo el poeta Amado Nervo, somos arquitectos de nuestro propio destino.
Puedes tomarlo como quieras, pero un día anímate, un solo día anímate a probar un cambio profundo en tu actitud cerrada y autoritaria, un solo día. Las puertas siempre están abiertas, mientras haya vida habrá esperanza para construir un ambiente más sano, para ti y para los demás. Pruébalo. Que no se te haga normal la violencia física y psicológica, que no se te haga normal la mentira, la tranza y la corrupción. Que no se te haga normal el abuso y el crimen. No es ingenuo desear el bien, todos los filósofos lo han planteado. Puedes burlarte, pero tú y yo sabemos que tengo razón.