/ miércoles 27 de marzo de 2019

La forma del agua

Vitral

Incapaz de percibir tu forma, / te encuentro a mi alrededor. / Tu presencia llena mis ojos con tu amor, / sosiega mi corazón, / porque estás en todas partes

Rumi

Vengo de un sueño lúcido, viví entre el agua. Soy hijo del pantano y de la lluvia. Vengo del deseo infinito de recibir amor, de los deseos más anhelados. Vengo de la región de lo desconocido que para muchos representa las peores pesadillas. Habito en ti y en todos, soy tu monstruo personal. Vengo del Olimpo de la poesía, de la cuna de las musas, de los brazos de Polimnia y del arrullo de Terpsícore. Mary B. Shelley me intuyó, y Jack Arnold dio forma a uno de mis parientes más cercanos. Pero mis orígenes se remontan a tiempos mucho más atrás, incluso, a cuando todavía no se contaba el tiempo, de cuando imperaba el caos y el terror, de antes del diluvio. Estoy hecho del mismo barro que Adán, e igual que él seré polvo algún día.

La lluvia es mi elemento, aunque también me gusta el sol. Sobre todo cuando su luz se cuela por entre la superficie del pantano y da unos paisajes subacuáticos majestuosos llenos de luminicencias pardas y verduzcas. Ese era mi entorno natural, ahí era feliz. Ignoro porqué o para qué me sacaron de ahí, porqué no respetaron, porqué impusieron su ley sobre de mí y sobre los demás en aras de disque los más altos intereses políticos o científicos. No era para ellos un ser sonriente, sino un monstruo sobre el cual podían intervenir quién sabe con qué derecho y justificación. Siempre lo han hecho, a las tribus que me honraban en la selva las han destruido varias veces en nombre de la civilización y del progreso.

Es clara la enseñanza, vale la pena en verdad reflexionar y concluir quién es el verdadero monstruo. Porque yo no les había hecho ningún daño, ninguno. Y ahora, mira qué paradojas del destino soy prisionero de estos monstruos, y está buena mujer y yo nos hemos venido a enamorar. La Princesa del silencio y el Rey Lagarto. Nos amamos. Y lo nuestro demuestra la pureza del amor sin fronteras ni prejuicios. Como dijo el gran poeta Gerard de Nerval, también “he soñado en la gruta que habita la sirena”. La mujer que desde la ocupación laboral de hacer limpieza, me ha rescatado de los montruos que me habían secuestrado, porque no tiene otro nombre el privar a un ser de su libertad, encerrarlo, encadenarlo, torturarlo y someterlo contra su voluntad a las más desquiciadas pruebas de laboratorio. Además, acompañado siempre de mi cruel torturador, un tipo enloquecido, acosador y violador de mujeres.

Cierto, el pantano puede ser un lugar insalubre y lúgubre, pero también es el manantial de la flor de los mil pétalos, el loto. ¿No sabes tú que todo es necesario? Dichosa tú, presencia femenina, supiste ver más allá de la cárcel de agua salada en que me hallaba, dichosa tú que curaste mi herida y tus señales fueron un bálsamo en mi soledad. Dichoso yo porque con tus caricias sobre mi piel curtida encontre paz, dichoso porque con tus abrazos encontré cobijo entre las sombras de una ciudad extraña y desdichada. Nadaba en el fango de Aqueronte, no era ni rey ni un dios ni nada, tan sólo un ser venido de quién sabe dónde que nadaba y cazaba entre lianas, sapos y lagartijas. De pronto me encontré enjaulado, azotado, encadenado a una tinaja y comiendo muy mal, pero tus huevos duros y el buen tino de poner esos sonidos que llaman música rescataron mi alma. Sí, porque aunque me vean con branquias tengo alma, puesto que puedo comprender. No sé muy bien de dónde vengo, pero intuyo a un creador del cual soy incapaz de percibir la forma. El hombre que me trajo del terreno de la imaginación al de la ilusion encontró la clave jugando bibliomancia, y mi humilde corazón, presencia indescriptible, se llenó de amor porque gracias a ella, a mi salvadora, supe que estás en todas partes.

La desnudez es la entrega amorosa, total, la confianza absoluta. Es el final de las fronteras, la igualdad completa. Me entregaste privilegiadamente tu desnudez entera. Me ves, te veo, nos vemos, nos confiamos, nos admiramos. Toda la dimensión del universo está ahí, es absolutamente cierto. Eres polvo de estrellas, todos los elementos del cosmos están en ti y ahora han tomado esa forma humana inteligente, amorosa. Una forma capaz de sentir, de ver, de amar, de asombrarse. ¡Ah, el asombro es el principio de la filosofía!, y me asombro ante tu cuerpo desnudo, y me ofreces tu desnudez en flor, bajo el agua, entre el aire, en el éter.

Sin voz, sin voz los dos, pero con un lenguaje. ¿Cómo es posible eso, que tengamos lenguaje propio cada uno! Y los podemos integrar, conjugar, como verbos vitales. Tú y yo, yo y tú, juntos. ¿Quién lo puede evitar? Ni todas las fuerzas del mal, porque somos dos seres que se aman, sin barreras, sin prejuicios, sin pre-jui-cios. No somos ni un monstruo ni una muda, sino dos seres que se gustaron, se cayeron bien y defendieron su derecho a amarse. Así de simple y de complejo. Mas allá de fronteras, incluso de especie y de género, solamente de acuerdo a las leyes del tú femenina, yo masculino.

Un poema de amor encontrado al azar en el camino nos dio sustancia y vida. Un poema vital parido de la bibliomancia nos hizo transparentes y descubrimos nuestro origen común. Sólo el agua, la bendita agua nos explica. Venimos del infinito, venimos de eso que en estas tierras llaman Dios. Antes de encontrarnos eras la forma del agua, antes de encontrarnos éramos dos solitarios, pero el amor nos dio sentido. Nadie sabe dónde, nadie sabe cómo puede encontrar al amor de su vida, puede ocurrir de la manera mas insólita, casi sin querer. Y después de ese encuentro azaroso, o definido por la mano de Dios, o del destino, ya todo cambia para siempre. Ahora tu presencia está en todo lo que me rodea, y me eres tan vital como el agua de donde vengo, y en donde se me adoraba como a un dios. Ahora, no soy una divinidad para nadie, nunca lo creí, ahora sólo soy uno para amarte, y estoy aquí para ti.

Es el poder establecido quien define lo monstruoso, es el poder monstruoso quien señala y grita: “al monstruo, al monstruo”, mientras se burlan de las masas. Es la lucha por el poder, por la hegemonía. El poder dictatorial contra el poder avasallador. El dinero es el ring, es la Guerra Fría, y en medio de todo un ser señalado como monstruo. Clases de ética recitadas por dictadores en la escuela de la vida. Soy un ser señalado como monstruo, que salva del acoso sexual, laboral y de la violación a la poetisa del silencio. Un ser señalado como monstruo desenmascara a los corruptos del poder trasnacional, a los amos de la tiranía, la mentira y el armamentismo. No es mi misión ser un actor en la duela política de dictadores ni sistemas. No es lo mío pelearme por aparecer a diario en la vitrina para ser mirado. Tan sólo soy un monstruo capaz de danzar en los sueños de ella, un monstruo capaz de amar reconociendo la esencia más pura de los otros.

Recibí el soplo de la poesía, y la poesía era ella. Su actitud, su silencio, su sensualidad fuera de los registros canónicos, su piel, su figura. Ella no necesitó más el favor de sus manos, porque ahora me tenía a mí para amarla. Por eso me la llevé debajo de las aguas. Y nadamos un vals, y nuestros pies pisaron en la nada, y sus lágrimas se convirtieron en oceano, y su cuerpo inerte cobró vida para vivir muy lejos de la infamia, la voracidad del capital y los psicópatas. Yo, el monstruo, me la robé con su permiso, en un atardecer lánguido y triste, pero hermosamente lluvioso. Ya no tendrá que acariciarse sola ni vestirse de gris. Le pasé energía y la cubrí de besos, y ella, desde los valles tenebrosos de la muerte, regresó y ahora podrá vestir alegremente a diario. Logré lo que ni Orfeo. Ella volvió a la vida para danzar entre las olas una esperanza nueva.

La forma del agua. Película dirigida por Guillermo del Toro. USA 2017

Incapaz de percibir tu forma, / te encuentro a mi alrededor. / Tu presencia llena mis ojos con tu amor, / sosiega mi corazón, / porque estás en todas partes

Rumi

Vengo de un sueño lúcido, viví entre el agua. Soy hijo del pantano y de la lluvia. Vengo del deseo infinito de recibir amor, de los deseos más anhelados. Vengo de la región de lo desconocido que para muchos representa las peores pesadillas. Habito en ti y en todos, soy tu monstruo personal. Vengo del Olimpo de la poesía, de la cuna de las musas, de los brazos de Polimnia y del arrullo de Terpsícore. Mary B. Shelley me intuyó, y Jack Arnold dio forma a uno de mis parientes más cercanos. Pero mis orígenes se remontan a tiempos mucho más atrás, incluso, a cuando todavía no se contaba el tiempo, de cuando imperaba el caos y el terror, de antes del diluvio. Estoy hecho del mismo barro que Adán, e igual que él seré polvo algún día.

La lluvia es mi elemento, aunque también me gusta el sol. Sobre todo cuando su luz se cuela por entre la superficie del pantano y da unos paisajes subacuáticos majestuosos llenos de luminicencias pardas y verduzcas. Ese era mi entorno natural, ahí era feliz. Ignoro porqué o para qué me sacaron de ahí, porqué no respetaron, porqué impusieron su ley sobre de mí y sobre los demás en aras de disque los más altos intereses políticos o científicos. No era para ellos un ser sonriente, sino un monstruo sobre el cual podían intervenir quién sabe con qué derecho y justificación. Siempre lo han hecho, a las tribus que me honraban en la selva las han destruido varias veces en nombre de la civilización y del progreso.

Es clara la enseñanza, vale la pena en verdad reflexionar y concluir quién es el verdadero monstruo. Porque yo no les había hecho ningún daño, ninguno. Y ahora, mira qué paradojas del destino soy prisionero de estos monstruos, y está buena mujer y yo nos hemos venido a enamorar. La Princesa del silencio y el Rey Lagarto. Nos amamos. Y lo nuestro demuestra la pureza del amor sin fronteras ni prejuicios. Como dijo el gran poeta Gerard de Nerval, también “he soñado en la gruta que habita la sirena”. La mujer que desde la ocupación laboral de hacer limpieza, me ha rescatado de los montruos que me habían secuestrado, porque no tiene otro nombre el privar a un ser de su libertad, encerrarlo, encadenarlo, torturarlo y someterlo contra su voluntad a las más desquiciadas pruebas de laboratorio. Además, acompañado siempre de mi cruel torturador, un tipo enloquecido, acosador y violador de mujeres.

Cierto, el pantano puede ser un lugar insalubre y lúgubre, pero también es el manantial de la flor de los mil pétalos, el loto. ¿No sabes tú que todo es necesario? Dichosa tú, presencia femenina, supiste ver más allá de la cárcel de agua salada en que me hallaba, dichosa tú que curaste mi herida y tus señales fueron un bálsamo en mi soledad. Dichoso yo porque con tus caricias sobre mi piel curtida encontre paz, dichoso porque con tus abrazos encontré cobijo entre las sombras de una ciudad extraña y desdichada. Nadaba en el fango de Aqueronte, no era ni rey ni un dios ni nada, tan sólo un ser venido de quién sabe dónde que nadaba y cazaba entre lianas, sapos y lagartijas. De pronto me encontré enjaulado, azotado, encadenado a una tinaja y comiendo muy mal, pero tus huevos duros y el buen tino de poner esos sonidos que llaman música rescataron mi alma. Sí, porque aunque me vean con branquias tengo alma, puesto que puedo comprender. No sé muy bien de dónde vengo, pero intuyo a un creador del cual soy incapaz de percibir la forma. El hombre que me trajo del terreno de la imaginación al de la ilusion encontró la clave jugando bibliomancia, y mi humilde corazón, presencia indescriptible, se llenó de amor porque gracias a ella, a mi salvadora, supe que estás en todas partes.

La desnudez es la entrega amorosa, total, la confianza absoluta. Es el final de las fronteras, la igualdad completa. Me entregaste privilegiadamente tu desnudez entera. Me ves, te veo, nos vemos, nos confiamos, nos admiramos. Toda la dimensión del universo está ahí, es absolutamente cierto. Eres polvo de estrellas, todos los elementos del cosmos están en ti y ahora han tomado esa forma humana inteligente, amorosa. Una forma capaz de sentir, de ver, de amar, de asombrarse. ¡Ah, el asombro es el principio de la filosofía!, y me asombro ante tu cuerpo desnudo, y me ofreces tu desnudez en flor, bajo el agua, entre el aire, en el éter.

Sin voz, sin voz los dos, pero con un lenguaje. ¿Cómo es posible eso, que tengamos lenguaje propio cada uno! Y los podemos integrar, conjugar, como verbos vitales. Tú y yo, yo y tú, juntos. ¿Quién lo puede evitar? Ni todas las fuerzas del mal, porque somos dos seres que se aman, sin barreras, sin prejuicios, sin pre-jui-cios. No somos ni un monstruo ni una muda, sino dos seres que se gustaron, se cayeron bien y defendieron su derecho a amarse. Así de simple y de complejo. Mas allá de fronteras, incluso de especie y de género, solamente de acuerdo a las leyes del tú femenina, yo masculino.

Un poema de amor encontrado al azar en el camino nos dio sustancia y vida. Un poema vital parido de la bibliomancia nos hizo transparentes y descubrimos nuestro origen común. Sólo el agua, la bendita agua nos explica. Venimos del infinito, venimos de eso que en estas tierras llaman Dios. Antes de encontrarnos eras la forma del agua, antes de encontrarnos éramos dos solitarios, pero el amor nos dio sentido. Nadie sabe dónde, nadie sabe cómo puede encontrar al amor de su vida, puede ocurrir de la manera mas insólita, casi sin querer. Y después de ese encuentro azaroso, o definido por la mano de Dios, o del destino, ya todo cambia para siempre. Ahora tu presencia está en todo lo que me rodea, y me eres tan vital como el agua de donde vengo, y en donde se me adoraba como a un dios. Ahora, no soy una divinidad para nadie, nunca lo creí, ahora sólo soy uno para amarte, y estoy aquí para ti.

Es el poder establecido quien define lo monstruoso, es el poder monstruoso quien señala y grita: “al monstruo, al monstruo”, mientras se burlan de las masas. Es la lucha por el poder, por la hegemonía. El poder dictatorial contra el poder avasallador. El dinero es el ring, es la Guerra Fría, y en medio de todo un ser señalado como monstruo. Clases de ética recitadas por dictadores en la escuela de la vida. Soy un ser señalado como monstruo, que salva del acoso sexual, laboral y de la violación a la poetisa del silencio. Un ser señalado como monstruo desenmascara a los corruptos del poder trasnacional, a los amos de la tiranía, la mentira y el armamentismo. No es mi misión ser un actor en la duela política de dictadores ni sistemas. No es lo mío pelearme por aparecer a diario en la vitrina para ser mirado. Tan sólo soy un monstruo capaz de danzar en los sueños de ella, un monstruo capaz de amar reconociendo la esencia más pura de los otros.

Recibí el soplo de la poesía, y la poesía era ella. Su actitud, su silencio, su sensualidad fuera de los registros canónicos, su piel, su figura. Ella no necesitó más el favor de sus manos, porque ahora me tenía a mí para amarla. Por eso me la llevé debajo de las aguas. Y nadamos un vals, y nuestros pies pisaron en la nada, y sus lágrimas se convirtieron en oceano, y su cuerpo inerte cobró vida para vivir muy lejos de la infamia, la voracidad del capital y los psicópatas. Yo, el monstruo, me la robé con su permiso, en un atardecer lánguido y triste, pero hermosamente lluvioso. Ya no tendrá que acariciarse sola ni vestirse de gris. Le pasé energía y la cubrí de besos, y ella, desde los valles tenebrosos de la muerte, regresó y ahora podrá vestir alegremente a diario. Logré lo que ni Orfeo. Ella volvió a la vida para danzar entre las olas una esperanza nueva.

La forma del agua. Película dirigida por Guillermo del Toro. USA 2017

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