Cuando apenas llevaba diez días en las estanterías, Las correcciones (Seix Barral, 2002), la tercera novela de Jonathan Franzen (Chicago, 17 de agosto de 1959), dos aviones de pasajeros se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, en septiembre del 2001. Diez años después de los atentados, por una de esas curiosas coincidencias que ocurren en el universo literario, Franzen publicó Libertad (Salamandra, octubre del 2011), cuya traducción al español representó una revolución de la ficción que aún hoy se sigue conmemorando.
A propósito de la publicación de su cuarta novela, Franzen opinaba que ésta se trataba de "mi intento por recuperar una bella palabra de manos de los estúpidos y volverla a poner en manos de quienes pueden apreciar su complejidad y su belleza", en una entrevista con el ecritor colombiano Juan Gabriel Vázquez.
¿Qué tiene qué decir un libro publicado en el 2011, de más de setecientas páginas, escrito en la tradición de la gran novela norteamericana, en los tiempos en donde la lectura pasa por unos de sus momentos de mayor incertidumbre en este país? Comencemos respondiendo desde una perspectiva pesimista: si alguien se condenara a sí mismo leer solamente un libro en la vida, no debería pensarlo dos veces en elegir este libro.
Libertad propone un universo literario complejo pero amable con el lector, en donde las setecientas páginas se antojan insuficientes a medida en la que se avanza en el texto. La clave está en la forma en la que están construidos los personajes y cómo éstos son llevados a confrontar sus respectivas realidades. Los personajes principales están dibujados minuciosamente a través de la construcción del retrato de la familia Berglund. Con una prosa meticulosa que resultará exultante para el lector, Franzen ahonda en la vida íntima de cada uno de los personajes y sus respectivos amigos y amantes íntimos, desde las últimas décadas del siglo XX hasta los primeros años de la administración de Barack Obama. A lo largo de las más de setecientas páginas (que al final resultarán quizás insuficientes para el lector) se narra la lucha interna entre el matrimonio de Walter y Patty, intercalando ficción con una aguda vocación ensayística en donde se vierten observaciones dolorosamente precisas sobre las tribulaciones de la vida familiar: hermanos incompatibles, descendencia ingobernable, padres inadecuados y, en sus momentos más sombríos, el marcha colectiva, lenta e inexorable hacia la muerte. No se trata de la estúpida pretensión en la que la familia y cada uno de sus miembros establecen un plan de vida, concepto tan en boga atribuido a la farsa moral de coaching. Se trata de una tribulación mutua carente de toda frivolidad en la que se hace patente que, en lugar de plan de vida, debemos ser conscientes de que somos mortales en cada uno de nuestros días.
Libertad inicia con un breve preámbulo de los Berglund durante su estancia en St. Paul, Minnesota, pero desde la perspectiva de sus vecinos metiches. Los Berglund son retratados como una familia de clasemedia liberal y con ideales. Patty Berglund es una ama de casa encantadora y joven con un sentido del humor autocrítico; su esposo Walter es un abogado de buenos modales pero de principios con defensores ambientalistas.
Tienen una hija, la inteligente Jessica, y Joey, con independencia precoz y talento para hacer dinero. Joey se involucra sexualmente con una adolescente del vecindario llamada Connie Monaghan y comienza a rebelarse contra Patty, llegando a mudarse con Connie y su familia, haciendo que sus padres sean cada vez más inestables. Después de muchos años infelices, y después de que Joey y Jessica se fueron a la universidad, Patty y Walter se mudaron a Washington D. C., abandonando el vecindario y la casa que con tanto trabajo habían construido.
Hacia la segunda parte, de manera virtuosa Franzen presenta una historia dentro de una historia, a modo de autobiografía escrita por Patty a sugerencia de su terapeuta. Ella recuerda su juventud como jugadora estrella de basquetbol colegial, su alejamiento de sus ocupados padres demócratas y sus hermanos con inclinaciones artísticas, y su violación sexual. En lugar de asistir a una universidad de élite de la Costa Este como sus hermanos, obtiene una beca universitaria a la Universidad de Minnesota, donde continúa su exitosa carrera como basquetbolista. A través de su mejor amiga en ese momento, una niña posesiva y perturbada llamada Eliza, conoce a un atractivo músico de indie rock llamado Richard Katz, y su roomie y mejor amigo, el nerd pero amable Walter Berglund.
Tras sufrir una lesión de rodilla que destruye su carrera deportiva, Patty recurre a la desesperada búsqueda de afecto; al tener éxito con Richard, a quien desea profundamente, se establece con Walter, quien la ha estado cortejando pacientemente por más de un año. Patty revela que aunque ama a Walter, fue Richard quien siempre la atrajo, y en secreto mantuvo este deseo incluso a través de dos décadas de formar una familia con Walter. Finalmente, ella traiciona a Walter en un breve affaire con Richard, durante una estadía en la casa de vacaciones de los Berglund, ubicada junto al Lago sin nombre en Minnesota. Ella se entera de que Richard le negó sus avances décadas antes por respeto a su mejor amigo Walter.
Y esto es solamente el inicio. Libertad recibió el reconocimiento unánime de la crítica, particularmente por su ambiciosa escritura y virtuosa caracterización de los personajes. Poco después del lanzamiento del libro, la revista Time presentó a Franzen en su portada, describiéndolo como el "Gran novelista estadounidense", lo que lo convirtió en el primer autor en aparecer en la portada en una década.
La libertad nunca estuvo tan vigente, tan necesaria, tan presente.
@doctorsimulacro