/ sábado 21 de diciembre de 2019

La máquina de los sueños

Tinta para un Atabal

En toda profesión que se ejerce, no por lucro, sino por ideal, llega un momento en que el correr de los años le parece a uno no conducir a nada

Robert Musil

Encajando perfectamente en la tradición del recuento de los hechos más importantes del año 2019 que ya se nos escapa, pero eso sí, como mera coincidencia, mi reflexión me lleva hacia un lugar que hasta hace poco había notado, pero que siempre, de alguna manera, ha estado latente en mi reflexión personal o en las conversaciones con otros compañeros; un tema al que últimamente le he estado prestando especial atención; me refiero a la carrera profesional.

Creo que nunca he escuchado a algún compañero del teatro hablar al respecto, se hablan de aquellas obras que dejaron huella en la memoria, de proyectos que se están desarrollando o de invitaciones a proyectos futuros, de hechos particulares que se suscitan durante las funciones, etc., pero no del concepto carrera profesional como tal, lo cual es muy inquietante.

A menos que se trate de un casting o que se persiga algún puesto de servicio público o que se trabaje en compañías normalmente del tipo comercial –que manejan tabuladores por orden de importancia de los personajes o de la fama de los actores/interpretes–, es cuando normalmente se habla de carrera.

Vivir de la profesión del teatro es posible pero mucho tiene que ver con la visión personal de cada quién porque puedo ver ciertos patrones o coincidencias en las conductas de aquellos que han construido una identidad y una carrera, quienes, a su vez, son ejemplos a tomar como referencia para la construcción de la propia, son fuente de admiración y conocimiento.

¿Qué y cómo es una carrera profesional? ¿Cómo se forma una carrera profesional en el teatro? ¿Por qué pocos hablan de ello? ¿Por qué se da este fenómeno? ¿Cómo se consigue? Son cuestionamientos para los cuales aún no tengo respuestas contundentes. Pero no puedo dejar de pensar que quienes nos dedicamos a las artes estamos condicionados por aspectos socioculturales que nos colocan una etiqueta que parece nunca desaparecerá.

Hablo de un mal que inconscientemente aqueja a una gran mayoría, si no es que a todos, un chip implantado de “para eso no se estudia”, “eso no es una carrera”. Esto no es una determinante pero sí una constante que provoca ganas de rascarse cada vez que el gatillo se dispara consciente o inconscientemente.

Rumbo a la profesionalización

Una carrera profesional tiene que ver en todo, y a su vez en nada, con la profesionalización; el haber cursado una licenciatura que te concede la oportunidad de conseguir un título que avale cierto nivel de conocimientos y habilidades, sin embargo, no es garantía de haber forjado artistas. Es una simulación de la vida en cuatro años para aprender lo básico.

Es importante tener en mente que la licenciatura es sólo un escalón más, quizá uno de los más importantes porque te enfrenta contigo mismo para reconocerte en tus capacidades y necesidades. Cada plan de estudios que se ofrece en las instituciones cumplirá con ciertas expectativas de lo que uno quiere del teatro pero siempre tendrá huecos; el talento, la creatividad y la determinación no siempre vienen en paquete y se deben cultivar y es entonces en lo individual que le corresponde a cada quien llenar esos huecos.

La carrera profesional se desarrolla cuando se trabaja en lo que a uno le gusta y disfruta, es parte de un proceso de autodescubrimiento; finalmente somos seres cambiantes y el aprendizaje conduce a diferentes puertas que encierran mundos en los que es más fácil respirar, es decir, adaptarse para sobrevivir.

Cuando asaltan las inquietudes y se despiertan los anhelos, es porque no hay una satisfacción en lo que se hace, capaz de alterar la brújula marcando el norte hacia todas direcciones. He aquí la importancia de recapitular, volver al camino andado, aplicar estrategias y corregir el curso.

Son tiempos para valorar los proyectos futuros –personales o en compañía– para la toma de decisiones con base en los objetivos que en dicho proyecto se pretenden alcanzar, ¿la propuesta es arriesgada e interesante? ¿Quiénes son las otras partes involucradas? ¿Qué nivel de conocimientos, habilidades y posibilidades de crecimiento pueden aportar? Superficialmente estas preguntas pueden traducirse en egolatría, cuando en realidad son necesarias cuando se trata de dar dirección a la carrera, de fijar y alcanzar metas.

Pero cuando la decisión se centra en posibilidades de agenda, en si es redituable económicamente o no, etc., es decir, si gusta o no, el panorama comienza a verse borroso. Por el contrario, una carrera profesional consciente brinda certezas con base en la suma de experiencias y de aprendizaje

Claro que se piensa en el trayecto recorrido y también en el futuro, pero apelar por una planeación donde podamos visualizarlo como un todo es darle alas al desempeño profesional. Una maquinaria que en el conjunto de todas sus partes, a su vez, permitirá diseñar un plan universal que esté sustentado en los sueños, metas y objetivos.

En toda profesión que se ejerce, no por lucro, sino por ideal, llega un momento en que el correr de los años le parece a uno no conducir a nada

Robert Musil

Encajando perfectamente en la tradición del recuento de los hechos más importantes del año 2019 que ya se nos escapa, pero eso sí, como mera coincidencia, mi reflexión me lleva hacia un lugar que hasta hace poco había notado, pero que siempre, de alguna manera, ha estado latente en mi reflexión personal o en las conversaciones con otros compañeros; un tema al que últimamente le he estado prestando especial atención; me refiero a la carrera profesional.

Creo que nunca he escuchado a algún compañero del teatro hablar al respecto, se hablan de aquellas obras que dejaron huella en la memoria, de proyectos que se están desarrollando o de invitaciones a proyectos futuros, de hechos particulares que se suscitan durante las funciones, etc., pero no del concepto carrera profesional como tal, lo cual es muy inquietante.

A menos que se trate de un casting o que se persiga algún puesto de servicio público o que se trabaje en compañías normalmente del tipo comercial –que manejan tabuladores por orden de importancia de los personajes o de la fama de los actores/interpretes–, es cuando normalmente se habla de carrera.

Vivir de la profesión del teatro es posible pero mucho tiene que ver con la visión personal de cada quién porque puedo ver ciertos patrones o coincidencias en las conductas de aquellos que han construido una identidad y una carrera, quienes, a su vez, son ejemplos a tomar como referencia para la construcción de la propia, son fuente de admiración y conocimiento.

¿Qué y cómo es una carrera profesional? ¿Cómo se forma una carrera profesional en el teatro? ¿Por qué pocos hablan de ello? ¿Por qué se da este fenómeno? ¿Cómo se consigue? Son cuestionamientos para los cuales aún no tengo respuestas contundentes. Pero no puedo dejar de pensar que quienes nos dedicamos a las artes estamos condicionados por aspectos socioculturales que nos colocan una etiqueta que parece nunca desaparecerá.

Hablo de un mal que inconscientemente aqueja a una gran mayoría, si no es que a todos, un chip implantado de “para eso no se estudia”, “eso no es una carrera”. Esto no es una determinante pero sí una constante que provoca ganas de rascarse cada vez que el gatillo se dispara consciente o inconscientemente.

Rumbo a la profesionalización

Una carrera profesional tiene que ver en todo, y a su vez en nada, con la profesionalización; el haber cursado una licenciatura que te concede la oportunidad de conseguir un título que avale cierto nivel de conocimientos y habilidades, sin embargo, no es garantía de haber forjado artistas. Es una simulación de la vida en cuatro años para aprender lo básico.

Es importante tener en mente que la licenciatura es sólo un escalón más, quizá uno de los más importantes porque te enfrenta contigo mismo para reconocerte en tus capacidades y necesidades. Cada plan de estudios que se ofrece en las instituciones cumplirá con ciertas expectativas de lo que uno quiere del teatro pero siempre tendrá huecos; el talento, la creatividad y la determinación no siempre vienen en paquete y se deben cultivar y es entonces en lo individual que le corresponde a cada quien llenar esos huecos.

La carrera profesional se desarrolla cuando se trabaja en lo que a uno le gusta y disfruta, es parte de un proceso de autodescubrimiento; finalmente somos seres cambiantes y el aprendizaje conduce a diferentes puertas que encierran mundos en los que es más fácil respirar, es decir, adaptarse para sobrevivir.

Cuando asaltan las inquietudes y se despiertan los anhelos, es porque no hay una satisfacción en lo que se hace, capaz de alterar la brújula marcando el norte hacia todas direcciones. He aquí la importancia de recapitular, volver al camino andado, aplicar estrategias y corregir el curso.

Son tiempos para valorar los proyectos futuros –personales o en compañía– para la toma de decisiones con base en los objetivos que en dicho proyecto se pretenden alcanzar, ¿la propuesta es arriesgada e interesante? ¿Quiénes son las otras partes involucradas? ¿Qué nivel de conocimientos, habilidades y posibilidades de crecimiento pueden aportar? Superficialmente estas preguntas pueden traducirse en egolatría, cuando en realidad son necesarias cuando se trata de dar dirección a la carrera, de fijar y alcanzar metas.

Pero cuando la decisión se centra en posibilidades de agenda, en si es redituable económicamente o no, etc., es decir, si gusta o no, el panorama comienza a verse borroso. Por el contrario, una carrera profesional consciente brinda certezas con base en la suma de experiencias y de aprendizaje

Claro que se piensa en el trayecto recorrido y también en el futuro, pero apelar por una planeación donde podamos visualizarlo como un todo es darle alas al desempeño profesional. Una maquinaria que en el conjunto de todas sus partes, a su vez, permitirá diseñar un plan universal que esté sustentado en los sueños, metas y objetivos.

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