La fascinante historia de una extraña maquinota y de un pueblo que emergió y creció en torno a ella, aun sin conocer el origen de este misterioso armatoste, será llevada a escena el día de hoy y todos los domingos de este mes, a partir de las 13:00 horas, en el Foro la Chimenea de la Antigua Estación.
Inspirada en “Por un tornillo”, del escritor Ignacio Padilla, esta obra, además de estimular la imaginación de los más pequeños, busca acercarlos de una manera lúdica a la política; entendiendo a este concepto, desde su raíz, como un proceso de toma de decisiones que involucra a toda una colectividad.
“El arte en general, no sólo desde las artes escénicas, accede a lo político desde otra mirada: desde el placer, pese a que éste generalmente no es observado como fuente de conocimiento. Estoy convencido de que, en el momento en que la educación en México reconozca que si el niño está contento y feliz; que si está disfrutando y conociendo nuevas cosas a la par, cambiarán los parámetros de la política (…) Cuando el niño se divierte y aprende, y se involucra activamente en procesos lúdicos, que no implican violencia sino seguridad, está haciendo política; está tomando decisiones”, aseveró Uriel Bravo, director de esta puesta en escena.
En la obra “el alcalde del pueblo, un día decide pintar a la maquinota de rojo porque ya está muy vieja, provocando la oposición y una revolución entre los habitantes. En medio del caos, alguien roba algunas de sus piezas para que se descomponga, pero la gente decide reconstruirla, bajo el temor de que si desaparece, todo lo hará.”, detalla, señalando a la identidad, la memoria histórica y el trabajo colectivo, como temas centrales de la obra.
Y es que Bravo, como director de “Micro actores”, una agrupación teatral conformada por niñas y niños de entre 6 y 12 años –que ha llevado a escena obras como “Martina y los hombres pájaro “Triclinio y la bella Dorothea”–, sabe que aproximar estos tópicos a la niñez, a través de proyectos artísticos y culturales como este, incentiva procesos de empoderamiento y suma a la consolidación de una ciudadanía.
“Yo no uso la palabra infancia, nunca la uso; pues en sus orígenes etimológicos significa‘los que no saben hablar o los que no deben hablar’, por eso, odio el término teatro infantil. (…) Desde mi experiencia, cuando comencé a dedicarme al teatro para niñas y niños, descubrí la capacidad que tienen los chicos de entender las cosas políticas más extrañas, como la muerte, la vida y la injusticia, un concepto que perciben de manera casi natural (…) Estoy convencido que ellos deben vivir su presente como niños informados y formar parte de la toma de decisiones, porque si no, cuando lleguen a la adultez, no van a saber cómo hacerlo”, aseguró.