Al igual que en otras tradiciones, las mujeres han sido clave en la permanencia de la danza conchera, una manifestación cultural y religiosa que nació en Querétaro en la época de la Conquista, en el año de 1531.
Las concheras participan de diferentes maneras en el ritual, tanto como sahumadoras y custodias del oratorio de su cuartel- donde las mesas de danzantes resguardan su altar, estandarte y reliquias- como en la elaboración de las ofrendas y los preparativos para recibir cada año a cientos de danzantes que, desde diferentes partes de México y Estados Unidos, llegan a Querétaro para “cumplir con su palabra” de participar en la Fiesta de la Santa Cruz de Los Milagros, que se realiza del 12 al 15 de septiembre en los barrios de San Francisquito y La Cruz.
En años recientes, las mujeres han comenzado a acompañar las alabanzas con la concha de armadillo, y a portar su copilli y huesos de fraile para danzar al ritmo del huéhuetl. También han conquistado el bastón de mando y la posibilidad de ser capitanas de las agrupaciones de concheros.
Conocen la tradición desde la raíz, y al igual que sus homólogos salen a “conquistar” otros territorios para mostrar su devoción a La Cruz y tejer alianzas con otras agrupaciones de danzantes.
Abuelas, madres e hijas se reúnen en esta tradición que trasciende del ritual a la vida cotidiana, donde el compadrazgo entre danzantes toma otras formas solidarias.
493 años de historia
Se cuenta que la danza conchera nació en el siglo XVI en el Cerro de Sangremal, donde hubo una batalla entre los chichimecas, españoles y otomíes conversos.
En el cielo, tras un eclipse, apareció la figura de Santiago montado en su caballo con un estandarte, y a la par la Señal de la Santa Cruz. Al verla, los chichimecas expresaron “Él es Dios!” , y esta fue la frase que marcó el fin de la batalla y el inicio de la Conquista en el territorio.
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De acuerdo con el mito fundacional de la ciudad de Querétaro, este hecho ocurrió el 25 de julio de 1531, y fue el 14 de septiembre cuando se entregó a los indígenas una cruz de piedra para su adoración, como réplica de lo que vieron aquel día en el cielo.